El arte fluorescente de Marta Minujín aterriza en México: “Me gusta la vida en tecnicolor”
La reina del ‘pop art’ argentino presenta en Kurimanzutto una exposición con obras que son testimonio de su impacto en el arte contemporáneo y critica la mercantilización del sector: “Nunca me gustó el mercado”


Marta Minujín es una fuerza de la naturaleza. Esta mujer nacida hace 82 años en Buenos Aires se muestra incansable, mantiene vivo su espíritu experimental y su amor por la vida, esa que le gusta vivir en tecnicolor, como afirma en esta entrevista. El torbellino Minujín, considerada la reina del pop art argentino, aterriza en Ciudad de México para presentar su primera exposición en este país en más de 25 años. Lo hace de la mano de la galería Kurimanzutto, con una muestra que desde este sábado reúne obras emblemáticas de su carrera, que son testimonio del impacto que ha dejado en el arte contemporáneo.
Minujín ha instalado en la galería su famosa obra El obelisco acostado, creada en 1978 para la Bienal de São Paulo. Es una réplica del famoso obelisco de Buenos Aires, pero colocado de forma horizontal y hueco, con un largo pasillo por el que la gente puede caminar y ver los videos creados por la artista. La pieza forma parte de La caída de los mitos universales, uno de sus proyectos más aplaudidos, que transforma símbolos poderosos (acostó también el Big Ben de Londres) para hacerlos accesibles a la gente.
Esa es una de las grandes apuestas de esta mujer rebelde, que transforma mitos y que se opone a la mercantilización del arte; la que trabaja desde joven con colchones, los pinta de colores y los modifica en formas imposibles, hasta fundirlos en un erótico abrazo permanente que es un llamado a amar. De sus orígenes, su paso por el hipismo y del rol del arte en un mundo de guerras y extremos conversa Minujín en una entrevista en la que muestra su pasión por la vida, que celebra con su técnica fluorescente.
Pregunta. Vivió ese momento de efervescencia artística en los sesenta en Nueva York. ¿Cómo la marcó aquello?
Respuesta. Los mejores años. Fue una cosa muy curiosa, porque cada año hice un invento fantástico. Era ya como muy famosa en 1968 en New York, porque salía en The New York Times, pero nadie podía creer que venía de Argentina, una persona tan joven. En la primera exposición tenía conejos vivos, la gente se tiraba por un tobogán, era toda una experiencia. Todo fue muy rápido, pero cuando entré en el hipismo abandoné el arte.

P. ¿Por qué?
R. ¡Porque viví! Era vivir lo importante en ese momento. Vivía en Central Park, todos mis amigos eran músicos de rock. Ahí estaba Jimi Hendrix, Johnny Winter, era amiga de Janis Joplin, Andy Warhol, que íbamos a todas las fiestas juntos. Los mejores artistas aparecieron en ese momento. Los músicos estaban siempre juntos, gente como Philip Glass, John Cage, todo el mundo era amigo, porque New York era muy chiquito, muy peligroso, te atacaban y te mataban por la calle, pero todos los artistas iban a bares, cosas que ahora no ocurren.
P. ¿Siente nostalgia de eso?
R. Sí, pues, porque lo más lindo es ir todos los días y encontrarse con alguien en un café. Ibas y podías ver a toda esta gente. Era fantástico. Eso siguió hasta los 90, cuando el Soho era una cosa increíble, todas las galerías, los sábados una locura y no estaba tanto el mercado del arte como hoy. Ahora Chelsea es como las grandes tiendas, ¿entendés? Como es el Palacio de Hierro acá. Vemos ver bajar en esas cuadras inmensas a los millonarios a comprar. En la época bohemia en París todos los escritores eran amigos con los pintores. No había curadores, había críticos de arte, que manejaban mucho la cosa, ¿viste? Por ejemplo, Pierre Restany tenía una galería, todo con eventos raros, por ejemplo, había un artista que invitaba a una cena y la obra era después poner la mesa con todas las cosas pegadas con la comida. Era una revolución.
P. Usted ha transformado las nociones del arte contemporáneo. ¿Cree que el arte ha perdido esa magia, ese impulso y fuerza?
R. Ahora se ha transformado en un gran conjunto de ferias de arte y es ahí donde la gente se encuentra. Ahora los artistas quieren ir a las ferias. Yo digo que los artistas en Grecia iban al Parnaso a inspirarse y ahora van al mercado.

P. ¿Le molesta?
R. Nunca me gustó, porque nunca vendí una obra hasta los 41 años. Ahora vivo del arte, pero antes, como hacía happenings y performances, me financiaban los museos, pero yo vivía como pobre, no tenía un centavo, vivía sin agua, sin calefacción, pero igual era feliz. El hipismo fue fabuloso. Vine a Cuernavaca y me llevé ocho paquetes de Acapulco gold [una variedad de cannabis], íbamos detrás de eso, caminábamos descalzos, había amor entre todos. Era brutal, lo cambió todo, era un mundo aparte.
P. Usted siempre ha defendido la libertad creativa. ¿Cree que el mercado ha arrebatado esa libertad?
R. Ahora es otro mundo, un mundo que sigue las modas violentamente, porque la moda dura un año, aunque en el arte no hay tantas influencias comerciales como en la moda. Pero el mundo del arte ahora está en las ferias. Curadores, coleccionistas, artistas, galeristas, la gente va de feria en feria.
P. Hábleme de esa pasión por los colchones.
R. Siempre pensé que el colchón era un elemento tan importante en la vida, porque pasamos el 50% de nuestra vida ahí. La gente puede matar, hace el amor, nace y muere. Agarré ese elemento y lo incorporé a mi trabajo. Y es fluorescente porque me gusta la vida en tecnicolor.
P. A usted la han definido como la reina del pop art, ¿cómo dialoga su arte con la cultura popular?
P. Muchísimo. Yo en Buenos Aires no puedo caminar, la gente me ama, soy totalmente popular, porque saben que si van a un evento mío o se meten y les da mucha energía o comen, sacan mi libro para leer, ese libro que fue prohibido, entonces eso tiene un gran significado.
P. Viene de un país que sufrió una de las peores dictaduras de Latinoamérica. ¿Qué peso tiene la política en su arte?
R. Me censuraron una exposición que fue la de arte erótico, Frozen Sex. Yo trabajé con los libros censurados cuando se fueron los militares. Lo que más odio es la violencia y la política me parece que ha descendido a un estado muy deplorable. Antes los políticos eran fantásticos, Platón era un político. A ese nivel estaban, pero ahora son ladrones la mayoría. Viven para ganar y tener todo el poder y dominar a un país y hacer con el país lo que quieren.

P. Y para prohibir libros. En Estados Unidos está ocurriendo.
R. Sí. En mi última exposición en Estados Unidos había todo un muro de libros prohibidos en este momento. Pero al mismo tiempo pienso que estamos en un mundo fantástico. Sobre todo en Latinoamérica, que no hay guerras. Europa está vieja, por eso tiene guerras, suponé cuántos cadáveres hay bajo Europa y acá no. Hay grandes extensiones, países gigantescos, está todo por hacer.
P. Gusta su optimismo, porque estamos en una época en que la gente está siendo muy pesimista.
R. Yo no. Siempre me preguntan, por ejemplo, “¿qué pensás de la inteligencia artificial?” Bueno, ayuda. Lo único que es muy feo el asunto de la desigualdad que crea toda la gente esa, los millonarios a los que nunca les alcanzarían 30 vidas para ser como los monarcas de antes. Después está la maldad que hay, en este momento hay diez guerras en el mundo, eso no me gusta. Y cómo puede existir que Trump y Putin tengan ese poder, que los europeos estén a sus pies. Por eso siempre digo que el arte está por encima de todo, que es un universo maravilloso.
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