Malestar vecinal, control policial y reglas para fumar: la reubicación de los puntos de consumo de marihuana no genera consenso en Ciudad de México
Los colectivos cannabicos coinciden en que la medida del Gobierno capitalino es un “intento de blanqueamiento de la ciudad de cara al Mundial”. Algunos grupos ciudadanos reclaman por la inseguridad en sus colonias y piden que los retiren


Al llegar a la Glorieta Violeta lo primero que se nota a la lejanía es una gran lona en la que se puede leer: “Derechos humanos para los marihuanos”. A menos de 100 metros del sitio, sobre la avenida Reforma, en la colonia Guerrero, ya se puede percibir el aroma distintivo del humo de la marihuana. Unas 50 personas se encuentran en este nuevo punto, que alberga el monumento del libertador Simón Bolívar, una de las zonas de tolerancia cannabica habilitada desde este pasado lunes por el Gobierno de Ciudad de México.
La reubicación de las zonas de consumo de marihuana se produjo este lunes, tras el diálogo entablado con los colectivos pro cannabis y la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Clara Brugada. El secretario de Gobierno, César Cravioto, detalló que se firmó un convenio con tres colectivos para garantizar que no haya venta ni intercambio de cannabis, que no se permita el consumo de otras sustancias ni se moleste a los transeúntes de dichas zonas.
Uno de los nuevos sitios, habilitado tras recibir denuncias ciudadanas sobre la venta y consumo ilegal de sustancias en los anteriores puntos, cuenta ahora con letreros gubernamentales que orientan sobre la guía de permanencia y convivencia en el lugar, los horarios de funcionamiento (un promedio de 10 a 12 horas) y el tiempo de permanencia, que no deben superar los 40 minutos. La zona de tolerancia cannabica tiene presencia de funcionarios públicos, al menos por las siguientes dos semanas, hasta que se pueda afianzar como un área de consumo responsable —dentro la cantidad legal permitida—, sin compra ni venta y libre de acoso y violencia.
Popeye, monitor del área para dar cumplimiento a la normativa e integrante del colectivo Comuna420, dice que la reubicación en la Glorieta Violeta “estuvo bien”, principalmente libre de violencia policial. El nuevo espacio 420, por el código universal de la marihuana, ha sido rebautizado como Simón Porrívar. Un juego de palabras entre el nombre del estratega venezolano y un porro, como se llama coloquialmente a un cigarro de cannabis. “Escogimos la glorieta porque hay fluctuación de movimiento. Hay aire y nada más cuando te acercas al espacio es cuando huele a hierba. Si te sales, ya no huele. Elegimos el lugar para no dañar a terceros”, afirma.
“No los queremos aquí”
Vianey, de 45 años, es una vecina que vive en la colonia Guerrero desde hace un año. Ve el espacio desde el cruce de la avenida con sus dos hijos. Dice no estar de acuerdo con la zona de tolerancia cannabica y afirma que “cada quien debería ser responsable de sus vicios”. “Es una burla que estén frente a la Fiscalía General de la República. Es un mal ejemplo para mis hijos. Al verlos aquí van a creer que está bien estar de vagos, así sin hacer nada todo el día”, complementa.

Popeye considera que es importante mantener este tipo de zonas para que los consumidores de marihuana dejen de ser criminalizados y discriminados. La idea, explica, es que funcionen como espacios de información sobre el consumo responsable, para resolver dudas y consultas, así como para dar talleres sobre el tema. “Tenemos que quitarnos la etiqueta de que todos los marihuanos son delincuentes. También hay los que trabajan, hay muchos licenciados, los que estudian”, agrega el activista.
Sin embargo, a unas cuadras, en uno de los edificios aledaños, un grupo de vecinos a la cabeza de Óscar Ruiz, un administrador de 53 años, se encuentra recolectando firmas para presentar al Gobierno de Ciudad de México para que se retire esa zona de consumo. “No queremos negociar. Queremos que los reubiquen”, dice tajante.
Argumenta que nunca fueron consultados. Explica que la colonia donde viven, a dos cuadras de Eje Central y el centro histórico, además de la cercanía al norte con la colonia Tepito, de por sí ya es “muy conflictiva” debido al narcomenudeo, a la drogadicción, los robos, la presencia de indigentes en los alrededores y hasta una disputa entre dos facciones del Cartel Unión Tepito. “Es un descontento social y generalizado en toda la zona. Nadie los quiere aquí. Tenemos escuelas también alrededor y muchos de los edificios son habitacionales. No queremos que crean que es una zona donde toleramos todo este tipo de cosas”, recalca.
Diana, de 30 años, es activista 420 y pertenece al colectivo feminista Hijas de la Cannabis. Es la monitora del nuevo punto de consumo establecido en la plaza Concepción, en el centro de la ciudad. Un sitio al que llegaron tras realizar tareas de scouting con el Gobierno capitalino. Dice que parte de su proyecto es recuperar este espacio, que se encuentra en abandono, y que es al menos tres veces más grande de donde se ubicaban antes, afuera del Museo de la Memoria y Tolerancia.
Cuenta que al menos un par de vecinas las han amenazado de muerte por establecer su espacio de consumo de cannabis, pero no le ha dado mayor importancia, ya que considera que uno de los factores de este tipo de reacciones es la desinformación, principalmente. “Pensaban que iba a ser un plantón permanente, pero solo nos quedaremos 12 horas, de ocho a ocho. Tampoco sabían que iba a haber personal de Gobierno”, explica.
Cree que el miedo y la desconfianza son una reacción normal: “En los otros espacios donde hemos estado no fue que nos quisieron automáticamente. Con el tiempo se fue dando. Lo único que les diría es que se animen a conocernos. Es mero estigma lo que se cree de nosotras. Que se acerquen, que salgan de su casa y puedan venir aquí. Van a ver cómo va a cambiar este lugar”.
Una ‘cara bonita’ para el Mundial
Frente al Senado, en el jardín Luis Pasteur o también conocido como el senadito por la comunidad cannabica, un remanente del parque que ocupaban los activistas 420 a favor de la despenalización de la marihuana, una pareja que ronda los cincuenta se acerca a Ricardo Urzúa en busca de cannabis. El monitor de esta zona de consumo y activista de la Comuna 420 les responde tajante: “No vendemos mota. Cada quien trae su consumo responsable”. Este pequeño espacio, que ahora es también regulado, cuenta con al menos 10 granaderos que se ocupan de la seguridad y el cumplimiento de las normas.
Cuenta que el miércoles tuvieron un altercado entre los consumidores y esta unidad de la Secretaría de Seguridad Ciudadana debido a que se excedieron en el aforo de 100 personas permitido. Considera que los nuevos espacios y sus normas para un consumo responsable pueden ser beneficiosos a la larga, pero que requerirá de tiempo, educación, tolerancia y paciencia para que todos puedan estar en la misma sintonía.

Sin embargo, los tres activistas a cargo de los espacios de consumo tolerante, a pesar de las buenas intenciones que tiene el Gobierno capitalino en regular estas zonas, no pueden evitar señalar que la medida tiene un factor discriminatorio como un “intento de blanqueamiento de la ciudad de cara al Mundial [de fútbol de la FIFA]”, del cual Ciudad de México es una de las sedes en el país.
“Es sumamente discriminatorio que en vez de que legislen y que cambien las leyes para los marihuanos, prefieran mejor movernos de lugar o escondernos”, dice Diana. “Aunque no queramos, viene la gentrificación. El objetivo es que México se vea ‘bonita’ frente a los visitantes de otros países. Son violaciones de derechos humanos. Quitar lo malo y poner lo bonito. Sería bueno que recuerden que todos somos mexicanos, somos piel de oro y bronce”, agrega Popeye.
En 2021, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional la prohibición del consumo y comercialización de la marihuana para fines lúdicos o recreativos, jurisprudencia que permite la operación de las zonas de consumo grupal. Por lo pronto, las zonas de tolerancia cannabica se mantienen, pero la discordia sigue sobre la mesa.
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