El regreso del bisonte a México en medio del narcotráfico y la violencia
En la Biósfera de Janos, la última pradera mexicana en la frontera de Chihuahua con Estados Unidos, se mueven alrededor de 500 bisontes americanos, una especie que hasta el siglo pasado se creía extinta

Durante la primavera de este año, la manada de bisontes más grande de México, ubicada en el noroeste de Chihuahua, creció debido al último alumbramiento de decenas de hembras. Todo empezó como un proyecto de protección y reintegración de la especie en un territorio donde había desaparecido. Hace 17 años llegaron 22 bisontes americanos, 100% puros. Ahora se estima que son ya alrededor de 500 ejemplares.
El regreso de estos mamíferos, que se extinguieron en México hasta hace un par de décadas, es una historia de resistencia en un espacio controlado por el narcotráfico y sumido en una espiral de violencia. Han sobrevivido además al histórico exterminio de las colonias inglesas que buscaron en su desaparición afectar a los pueblos indígenas de ambos lados de la frontera. Y se adaptaron a la división del muro que divide México y Estados Unidos. Sortean sequías y climas extremos.
La última pradera mexicana
El macroproyecto de la Biósfera de Janos, enclavada en la última pradera mexicana, beneficia el desarrollo de bisontes, pumas, osos, jaguares, venados, perritos de la pradera. También aves migratorias que viajan desde Canadá, gracias al desarrollo de pastizales y pastoreo que reverdecen la frontera y cuyos principales guardianes son los bisontes americanos.
“Aquí lo importante son en primer plano los pastizales y la conectividad que hay entre los mismos en el Continente Americano que se extienden desde México hasta Canadá donde llegaron a existir más de 40 millones de bisontes; en contraste ahora no hay ni un millón de bisontes en el mundo”, explica Germán Robles, especialista en pastizales del desierto de Chihuahua por la New Mexico State University, y hasta este año administrador del Rancho El Uno, responsable de los bisontes de la Biósfera de Janos.

Es gracias a los bisontes que los pastizales se pueden mantener sanos porque mientras pastorean van fertilizando con su estiércol y orina a la vez que aplanan la llanura. Y gracias a los pastizales se mantiene a toda la fauna. Por ejemplo, las aves migratorias, que llegan atraídas por la llanura en la que tienen alimento y visibilidad ante posibles depredadores. Anidan en Canadá, pero vienen a pasar el invierno a esta pradera, a la parte más cálida.
Gracias a las aves las plantas de pastizal se reproducen, ya que son ellas quienes dispersan las semillas. Por eso existen estos pastizales que conectan a México, Estados Unidos y Canadá como un solo ecosistema para muchísimas especies, que se mantiene de un trabajo en conjunto, dice Robles.
“Los pastizales son el 40% de la tierra de los ecosistemas terrestres, pero a veces no se toman en cuenta, quizá porque no son tan emblemáticos como los bosques o la selva, pero es uno de los ecosistemas más importantes. De aquí sale la mayoría de nuestros alimentos, la carne, el trigo, el maíz, todos los granos salen de los pastizales. La mayoría de los forrajes y alimentos para el ganado vienen de los pastizales. La importancia de preservar estos ecosistemas es fundamental”, añade Robles.
Guerra y exterminio
Los bisontes y los pueblos indígenas que se extienden a lo largo de la frontera por ambos países tienen una historia que está intrincada desde los mitos fundacionales de estos pueblos. Los apaches o bárbaros, nombres dados por los conquistadores, pero cuyo reconocimiento propio se encuentra en la palabra Ndé, qué significa “la gente”, de acuerdo con Juan Luis Longoria, integrante de la comunidad Ndé y doctor en Historia por la Universidad del Norte de Tamaulipas.
De acuerdo con el mito, en el origen hubo un par gemelos del pueblo Ndé. Uno de ellos, Nayenezgani, derrotó a los “nayeé”, criaturas monstruosas y gigantes que atormentaban a sus pueblos. Una de estas criaturas era el bisonte gigante, que para Longoria, se trata del retrato de una megafauna que existió hace más de 15.000 años: “Hay que entender los mitos no como historias inventadas, sino como historia codificada”.
En el desenlace de este mito, el bisonte acepta su derrota frente a Nayenezgani y por perder la batalla dice que su destino va a ser que su cuerpo sea usado por el pueblo Ndé. Solo con una condición, que no se desperdicie nada.

Y el mito, a pesar de que el pueblo Ndé se extendió por lo que ahora es toda la frontera norte de México y sur de Estados Unidos, ubica la pelea fundacional en Janos, Chihuahua.
“El bisonte del mito acepta su destino y dice que va a servir como alimento para la gente del pueblo Ndé. El código del mito es, al no desperdiciar nada, mantener el equilibrio que es nuestra filosofía, andar por el camino de la belleza o del equilibrio, te habla de no sobreexplotar, de no saquear”, explica Longoria.
En este contexto, las colonias de ambos países buscaron expulsar a los pueblos indígenas de sus territorios y emplearon muchas herramientas para ello: tratados legales, recompensas por matarlos, guerras frontales, secuestros de ambos bandos. Como no lograban derrotarlos emprendieron un camino distinto: exterminar a los bisontes, su alimento, sustento y su guía en la ruta nómada. No atacaron una fuente de alimentación, sino una de las piedras angulares de su cultura.
“No solo nos quitaron el alimento, nos quitaron todo nuestro sustento, lo utilizábamos todo, las tripas, el cerebro, los huesos, la piel, sus pezuñas, su carne, vieron lo importante que era para nosotros y por eso lo exterminaron”, añade Longoria.
De una población estimada entre 40 y 50 millones, para finales del siglo XIX se llegaron a contar apenas alrededor de 300 ejemplares. Con ellos el pueblo Ndé también fue asesinado y perseguido. Pero no exterminado. Se ocultaron durante el tiempo más duro, pero ahora salen con orgullo a repoblar sus espacios, enriquecer su lengua y sus tradiciones.
Janos, zona de narco
El 22 de abril de este año elementos del ejército detuvieron un camión de pasajeros en Janos, que se dirigía a Estados Unidos. Dentro de un compartimiento al interior del bus encontraron media tonelada de metanfetamina, con un valor aproximado de 143 millones de pesos. Hasta ahora uno de los cargamentos de droga más grandes decomisados por el Ejército en lo que va del año.
Tres meses antes, a unos 60 kilómetros de distancia en Casas Grandes, también Chihuahua, fueron localizadas decenas de fosas clandestinas de las que se recuperaron los cuerpos de al menos 72 personas asesinadas.
En 2019, cuando integrantes de la familia LeBarón viajaban de Bavispe hacia La Mora, Chihuahua, un rancho que colinda con la Biósfera de Janos, fueron interceptados a balazos, asesinados y sus cuerpos quemados dentro de las camionetas en que viajaban. Fueron asesinadas en total tres mujeres y seis niños en una masacre que sigue siendo uno de los puntos de inflexión más fuertes en la violencia desatada por los grupos criminales en la frontera entre Sonora y Chihuahua. Pero sin duda no el último de una larga lista que además se mantiene impune en la mayoría de los casos.
En medio de todo esto, el bisonte anda como un símbolo de embate y resistencia.
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