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El largo camino de las familias diversas para adoptar en México: “Lo que se busca es que los niños tengan un hogar”

Pese al reconocimiento legal del matrimonio igualitario en todo el país, miles de parejas LGTBIQ+ aún enfrentan barreras para la adopción y la crianza

Adopciones parejas LGBT en México
Paola Alín

Mags Morales siempre supo que quería ser madre. Al principio, cuando “salió del clóset”, pensó que tendría que renunciar a ese sueño. Pero los tiempos cambiaron y la idea de la maternidad comenzó a reaparecer en su mente. En 2018 conoció a Lindsay Redifer, hoy su esposa, y la conexión fue inmediata. “En la cita número cuatro o cinco ya hablábamos de tener hijos. Yo le dije desde el principio: ‘Yo sí quiero ser mamá’. Y ella me respondió: ‘Yo también’. Ah, pues de aquí somos”, cuenta entre risas en videollamada con EL PAÍS.

Un año después comenzaron a vivir juntas, viajaron a Estados Unidos para que Mags conociera a la familia de Lindsay y, poco después, se casaron. En México, el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en Ciudad de México desde 2009 y está respaldado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) desde 2015, por lo que no enfrentaron obstáculos legales para unirse. Pero formar una familia, como pareja lesbiana, implicaba más que el deseo. Su plan inicial era tener un hijo biológico y otro adoptado, en parte por la experiencia personal de Lindsay, quien fue adoptada. Sin embargo, después de tres intentos, la adopción se convirtió en su principal alternativa. Pero esa opción también venía cargada de incertidumbre y temor al rechazo. “No quería ir a preguntar porque, si me decían que no, mi sueño —esa última esperanza pequeñita de ser mamá— se me iba a terminar”, recuerda Mags.

Su temor estaba fundamentado. De acuerdo con el reporte ¡Todas las familias, todos los derechos! Un camino hacia la igualdad para las familias diversas en México, elaborado por All Out —un movimiento global por la defensa de los derechos LGTBIQ+—, LGBTIQ+ Visible, la Red de Madres Lesbianas e It Gets Better, la mayoría de Códigos Civiles en el país aún utilizan términos y redacciones que asumen como norma única la existencia de parejas compuestas por un hombre y una mujer, excluyendo otras configuraciones familiares. Por ejemplo, en lugar de hablar de “personas contrayentes” o “cónyuges”, muchos artículos legales siguen usando expresiones como “el marido y la mujer” o “la madre y el padre”, lo que invisibiliza y excluye a parejas del mismo sexo o a personas trans y no binarias. Esto impide que muchas familias diversas se vean reflejadas en la ley, lo que a su vez dificulta o imposibilita la realización de trámites esenciales, como procesos de adopción o algo tan esencial como la inscripción de bebés e infancias en el Registro Civil.

Una lucha doble: primero por el matrimonio, después por la adopción

En 2015, Víctor Aguirre y Fernando Urias se convirtieron en la primera pareja del mismo sexo en contraer matrimonio en Baja California. Lograrlo en un Estado de tradición conservadora no fue sencillo: juntos libraron una batalla legal de un año y medio. Su travesía, que abrió caminos para otras personas, quedó plasmada en el documental Etiqueta no rigurosa (2017), dirigido por Cristina Herrera Bórquez.

Fernando Urias y Víctor Aguirre, con su hijo Santiago, en Mexicali (Baja California).

Aquella experiencia de resistencia institucional y escrutinio público los llevó a postergar su deseo de formar una familia y a no hablar públicamente de ello. Cuando finalmente decidieron adoptar, se enfrentaron a un reto aún mayor. “Empezó una batalla todavía más fuerte. El DIF (Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia) no estaba preparado para recibir a una pareja del mismo sexo en un proceso de adopción. Nos hicieron pasar casi cuatro veces por todo el procedimiento”, relata Urias en videollamada desde Ensenada. Por dar un ejemplo: aunque en ese entonces el proceso de adopción contemplaba un módulo de 12 terapias, a ellos los obligaron a completar 36. Fernando agrega que la discriminación que enfrentaron no solo fue institucional, sino también en la sociedad. Se siguen perpetuando estigmas de que las personas homosexuales “somos los pervertidos, los promiscuos”, dice. Y agrega que “al final lo que se busca es que los niños tengan un hogar”.

Fue hasta después de cuatro años y dos amparos federales que Santiago, su hijo, llegó a sus vidas en 2021. La discriminación que Víctor y Fernando vivieron no es aislada. El derecho a la adopción, aunque legalmente posible para parejas del mismo sexo en México, enfrenta trabas administrativas y sociales. La encuesta de All Out, en colaboración con otras organizaciones como LGBTIQ+ Visible, la Red de Madres Lesbianas e It Gets Better, evidencia que el 67% de las familias diversas con hijos afirman que se han enfrentado a prácticas discriminatorias. Esto ocurre a pesar de que, desde 2017, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) estableció que “las parejas del mismo sexo tienen derecho a la vida familiar, y que esta no se limita únicamente a la vida en pareja, sino que puede extenderse a la procreación y a la crianza de niños y niñas según la decisión de los padres”.

Ahora, su historia con Santiago también verá la luz en Yo tengo dos papás (2025), un documental dirigido por Edgar Reyes.

Víctor y Fernando hacen la tarea con su hijo Santiago.

Formularios binarios

Mags y Lindsay pensaban que adoptar sería complicado. Durante al menos un año lo aplazaron, hasta que, animadas por su círculo de amistades, decidieron buscar información en el Hogar Cabañas, ubicado en Zapopan, Jalisco. Eligieron ese lugar porque ya conocían el caso de otra pareja lesbiana que había adoptado ahí. Sin embargo, se toparon con formularios binarios que solo reconocían figuras de “padre” y “madre”. Lo resolvieron turnándose; en un formulario una aparecía como la madre y en otro como el padre. No obstante, el trámite resultó sorprendentemente ágil. La experiencia personal de Mags —su tío vive con síndrome de Down— fue un factor clave: en el refugio consideraron que estaban especialmente capacitadas para adoptar a Joshua, un bebé con esa condición genética.

Mags no lo dudó. Lindsay, por su parte, se dedicó a investigar todo lo posible. Juntas, tomaron la decisión: Joshua sería parte de su familia. Hoy son parte de los más de 340.000 hogares que están conformados por parejas del mismo sexo en México, esto equivale al 1,5% de las familias del país, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2020.

Reformas necesarias y cambios en camino

Actualmente, la realidad para las familias diversas es muy “variada según el Estado en donde residan. En las 32 entidades del país se puede acceder al matrimonio igualitario, pero no en todos se puede acceder a los derechos derivados del matrimonio, como la adopción o el registro de hijes”, dice a EL PAÍS Ana de Alejandro, directora de la Red de Madres Lesbianas. Por eso, desde su organización se exige que los códigos civiles hablen explícitamente de familias lesbomaternales, homopaternales, comaternales, transparentales.

Lindsay y Maguille Eugenia juegan con su hijo Joshua.

Para combatir estos obstáculos, las organizaciones exigen reformas a los Códigos Civiles para sustituir términos como “marido y mujer” por “cónyuges”, reconocer derechos parentales explícitos para parejas LGTBIQ+ y garantizar igualdad en los procesos de adopción. También exigen cambios al Código Nacional de Procedimientos Civiles para incluir principios de no discriminación por orientación sexual o identidad de género. Además, a nivel administrativo se plantea la creación de protocolos nacionales que estandaricen prácticas en oficinas del Registro Civil y agencias de adopción, así como campañas de concientización que combatan los estigmas sobre la crianza en familias diversas.

En noviembre de 2024, la diputada María del Carmen de la Rosa Mendoza presentó una iniciativa en el Estado de México para reformar el Código Civil estatal y reconocer el derecho a la filiación de infancias criadas por parejas del mismo género. La propuesta aún espera ser discutida en comisiones.

Mientras las leyes avanzan, las familias diversas siguen haciendo hogar. Mags y Lindsay ven crecer a un Joshua risueño y encantador. Y Víctor y Fernando están convencidos en formar a Santiago en el amor.

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Sobre la firma

Paola Alín
Es editora SEO y periodista en EL PAÍS México y América. Antes fue editora de Malvestida, un medio dedicado a la diversidad, el género y la cultura pop. Es coautora del libro 'Existir Suavecito' (Editorial Planeta, 2024). Ha trabajado en medios como CNN, Animal Político, HuffPost y la revista Chilango.
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