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Una luz en el infierno de Rita Yadira Villalobos

La SCJN ordena reiniciar el proceso contra la mujer, que ha pasado nueve años en prisión por intentar matar supuestamente a sus hijos, por la cantidad de irregularidades de jueces y abogados

La SCJN ha reiniciado el proceso contra Rita Yadira Villalobos, condenada a 20 años de cárcel en 2017.
Pablo Ferri

Guadalupe González aún recuerda aquel día de 2010 en que el diablo se plantó en su puerta y preguntó por su hija. “¿Está Yadira?”, dijo. La mujer se le quedó mirando. “Y, ¿por qué o qué?”, contestó. Necesito hablar con ella, dijo el otro. Suspicaz, González le miraba. Conocía al diablo. Durante un tiempo, la mujer había trabajado cuidando a su madre, enferma de cáncer, en la colonia en que viven, en Chihuahua. Pero no entendía el interés por su hija, que apenas contaba 17 años, y con la que nunca había hablado. Al final, González cedió. La hija, Rita Yadira, salió. Ninguna de las dos lo sabía, pero aquella conversación fue su entrada en un infierno que apenas ahora parece ofrecer una salida.

Este miércoles, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha ordenado reiniciar el proceso contra Rita Yadira Villalobos, de 34 años, condenada a 20 años de cárcel, en 2017, por supuestamente intentar matar a sus hijos, el año anterior. Por los malos consejos de sus abogados, parte de la defensoría pública local, la mujer aceptó la culpa y un juez la condenó. Nadie se preguntó por las violencias que había sufrido la mujer en años anteriores, a manos de su pareja. Nadie le explicó que podía recurrir, que había ventanas que podía intentar abrir. El caso, le dijeron, estaba cerrado, un intento de parricidio de libro. Y así fue durante varios años, hasta que, en 2022, unos ángeles llegaron por ella.

Ironías de la vida, el diablo se llama Adán. La señora González, de 61 años, cuenta desde su casa, en Chihuahua, los años de terror que vivió su hija –y ella misma– después de irse a vivir con él. “Cuando regresó de hablar con él”, dice la mujer, refiriéndose a aquel día de 2010, “ella entró así, agachada, bien agüitada. Y se puso a llorar”, recuerda. “Él seguía fuera. Yo salí corriendo y le dije, ‘oye, ¿qué le dijiste? Él solo dijo, ‘no, nada, pero es que se va a juntar conmigo’. Eso dijo”, evoca. Dicho y hecho. Aquella misma tarde, Adán se robó a la muchacha y la instaló en su casa. González cuenta que solo cuando pasaron los años, su hija le contó que el diablo la había amenazado con matar a su hermano y a su primer hijo, de una relación anterior, si no accedía.

Pronto llegaron las palizas. “Luego rentaron en una vecindad aquí cerca”, sigue González. “Ahí fue donde yo vi que Rita empezaba a aparecer con moretones, andaba con lentes oscuros porque traía los ojos morados. Le preguntaba, y ella decía, ‘no, es que me caí’, pero no, él le pegaba”, cuenta. Su abogado, Osvaldo Castro, parte de la Defensoría Púbica federal, dice que, durante los seis años que duró su relación, “Rita era golpeada, amarrada, incluso para evitar que saliera a trabajar, a convivir, le insultaba. No le dejaba salir, le decía que su trabajo era atender los hijos y el hogar. Le quitaba el poco dinero que ganaba vendiendo tortillas. Y luego, además, la violencia sexual. Este señor la violaba, abusaba de ella”, cuenta.

Villalobos se quedó embarazada tres veces de Adán. La mediana, que ahora tiene 11 años, sufre una discapacidad motriz, producto de una broncoaspiración, ocurrida al momento de nacer, con seis meses. Los abogados señalan que las brutales palizas de Adán provocaron a Villalobos el parto espontáneo de la pequeña. Desde entonces se alimenta por una sonda. La violencia del hombre hacía que la mujer escapara con frecuencia a la casa familiar, donde vivían su madre y sus hermanos. Pero él siempre volvía por ella. Así ocurrió por años, hasta aquellos días fatídicos de finales de marzo de 2016.

“Yo por entonces iba a trabajar a veces con unos señores a un rancho, camino de la sierra”, cuenta González, “y justo al día siguiente me iba a ir temprano”, añade. Su hija estaba entonces con ella y González no quería por nada del mundo que se fuera con Adán. Pero la tarde de antes, llegó el hombre, con la excusa de ir a comprar ropa, comida, cosas para los niños. Necesitada, Villalobos salió con los tres hijos de ambos. El mayor, el de la pareja anterior, se quedó con la abuela.

La idea era que Rita y los niños volvieran después de ir al supermercado, pero la joven ya no volvió. “Nosotras siempre hemos tenido la costumbre de estar comunicadas. Y siempre me decía lo que hacía, siempre. Pero aquel día, ella no contestó el celular, ni en la tarde, ni en la noche”, recuerda la madre. En la madrugada, antes de irse al rancho, la mujer llamó finalmente a Adán. Estaba preocupada de que hubiera vuelto a encerrar a su hija, por ella, pero también por la niña mediana, que necesita cambiar su sonda todos los días. Adán contestó que todo estaba bien y que sí, que iba a comprar la sonda. Y le dijo algo más: “Le voy a pedir que no me vuelva a marcar ni me pregunte por ella”. González se quedó de piedra. “Y, ¿por qué?, cuestionó ella. “Porque ella me estuvo platicando que la odia a usted y a sus hermanos, y que por eso no contesta el celular”, zanjó él.

Las horas siguientes resultan confusas. González se fue al rancho, intranquila. Horas más tarde, antes de regresar, empezó a recibir mensajes de Adán, diciéndole que Rita estaba violenta, que andaba “loca”, que iba a matar a los niños. “Más tarde me volvió a escribir, para decirme que había llegado a la casa, y que Rita le había dado de cachetadas, cuchillo en mano. Ahí me comuniqué al 911”, narra la mujer. Los policías llegaron dos veces ese día. La primera no vieron nada, pero la segunda, ya con los hermanos de Rita en la entrada de la casa de Adán, con el mismo Adán, y con los agentes, vieron las ventanas cubiertas con mantas y tablas. Cuando entraron, encontraron a la mujer, en el piso, y a los niños, en los cuartos, adormilados. El gas estaba abierto.

Nadie dudó de que había sido Rita Yadira Villalobos quien cubrió las ventanas, quien abrió el gas, quien pensó en matarse y matar a los demás. Ni siquiera las heridas que portaba la mujer, según su madre, hicieron que alguien tratara de rascar un poquito en aquella verdad que poco a poco se instalaba, la de la madre asesina. “Ella me dijo que Adán le había pegado, y que era él el que había tapado las ventanas con cobijas y tablas. Pero no la creyeron. Y nadie investigó nada”, cuenta González. En vez de ir al hospital, la joven se fue directa a la fiscalía y de allí a prisión. No ha vuelto a salir. Y ya son más de nueve años.

La mujer vivió prácticamente olvidada en la cárcel, hasta que aparecieron los ángeles. “En 2021, la Defensoría Pública federal inició una serie de brigadas en centros penitenciarios, para identificar casos que representaran graves violaciones a derechos humanos, o casos de indefensión”, cuenta Osvaldo Castro. “Así identificamos a Rita”, añade. En 2022, los abogados recurrieron la sentencia contra Rita, pero no funcionó, porque la apelación debía haberse presentado en los diez primeros días tras la sentencia, no cinco años después. El rechazo al recurso los animó a presentar un amparo y llegar a la SCJN, para que el Alto Tribunal decidiera si, en un caso así, valía la pena hacer una excepción, para que los abogados pudieran hacer la apelación. La SCJN ha dicho este miércoles que sí.

Pese a todo, Villalobos no saldrá de momento de prisión. La titular de la Unidad de Litigio Estratégico de la Defensoría, Jaqueline Sáenz, explica que ellos asumirán su representación, a pesar de que sea asunto local. “Ahí se abren varios escenarios, no da para libertad inmediata, pero sí abre la vía para volver a preguntarle a ella si quiere un procedimiento abreviado –en que acepta la culpa a cambio de una reducción de condena". Sigue Saenz: “Si no acepta, se pueden presentar pruebas, para ir a juicio y defender su inocencia. Y sí, como habrían pasado más de dos años desde su captura, pedir cambio de medidas cautelares”, añade. Esto es, pedir que le dejen seguir su proceso en libertad.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).
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