El infierno en la cárcel
El caso de Yudiel Flores, asesinado en el penal de El Amate, ha aflorado una red de pornografía infantil cuya investigación debe llegar hasta sus últimas consecuencias


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Yudiel Flores era un youtuber mexicano que se dedicaba a denunciar a funcionarios corruptos bajo el pseudónimo del Coyote Con Sentido. Parecería justicia poética que su muerte en el penal chiapaneco de El Amate haya aflorado una supuesta red de trabajadores penitenciarios que se dedicaban a la pornografía infantil, pero no hay nada de poesía en este caso, por ninguna parte, todo es sórdido. El propio Flores lo era, sin paliativos. Estaba encerrado por sentencias que sumaban más de 100 años: trata de personas, explotación, pornografía infantil y violación contra una menor con autismo. Los que tienen tan penoso expediente deben estar en la cárcel, pero penoso es también lo que ocurría allá adentro.
Las prisiones no son un jardín de reinserción, precisamente, y en México menos aún. Efectivamente, a los crímenes cometidos fuera se suman las facilidades que tienen algunos condenados para seguir delinquiendo dentro, donde a veces no faltan las drogas, ni las armas, ni el dinero, ni los abusos y extorsiones. Es probable que Flores también estuviera metido en una de esas redes corruptas barrotes adentro. En estos días se está sabiendo, por indagaciones de la Fiscalía, que se facilitaba el paso de menores al interior del presidio con el mismo objetivo infame que llevó al youtuber a su interior: la pornografía infantil y a saber cuántos horrores más. Cuatro custodios han sido detenidos por ello, no está de más repetir sus nombres: Luis Miguel N, José Avelino N, Miguel Ángel N y Óscar Antonio N. Un cómplice de Flores, Christian, era quien introducía a los menores al penal, según las pesquisas policiales, con la aquiescencia de los funcionarios.
Una vez más, cabe preguntarse para qué sirven las cárceles. A la vista de tanta corrupción, salta la pregunta: ¿Quiénes vigilan a quien vigila? Y también asaltan las dudas sobre si nadie, por más miedo que se tenga, quizá a perder un trabajo, es capaz de denunciar algo tan grave. ¿Nadie vio, nadie oyó, nadie sabía? ¿Hasta dónde llega la podredumbre humana? A sabiendas del infierno que son las cárceles, hay asuntos que remueven las conciencias, normalmente con mayor espanto cuando hay niños implicados. El caso de El Amate debe llevarse hasta sus últimas consecuencias para tener la certeza de que las penitenciarías son para pagar los crímenes, no para cometerlos.
Que en México hay miles de personas privadas de libertad sin razón jurídica es un hecho documentado, aún y cuando hayan cometido algún delito. No puede estar encerrado quien es inocente y en un Estado de derecho también lo es aquel sobre el que no constan pruebas incriminatorias suficientes. Urge una justicia pronta y eficaz que libere a quien debe ser liberado. Pero también es perentorio que las cárceles estén gobernadas sin corrupción y el caso de Flores vuelve a mostrar el pozo profundo y pestilente que pueden llegar a ser los penales. Dos días después de aparecer colgado en su celda con evidentes signos de haber sido estrangulado antes de la simulación del suicidio, circuló un video del youtuber en el que se decía obligado a participar en la red pornográfica y acusaba al director, subdirector y otros funcionarios de ello y de su probable muerte. El director, Pascual N. está prófugo en estos momentos. Hay trabajo por hacer para que los delincuentes estén en los reclusorios y los inocentes fuera. Y la muerte de Flores ya no va a facilitar las cosas.
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