Ir al contenido
_
_
_
_

Narrativas entre Latinoamérica y Barcelona, la visión de cuatro escritores

Babelia une a la dramaturga Victoria Szpunberg y los escritores Paulina Flores y Jordi Soler para conversar sobre relatos reales e imaginarios entre su país de origen y de llegada

El mexicano Juan Pablo Villalobos recuerda leer una especie de diario de su compatriota Sergio Pitol que cuenta su primera etapa en Barcelona. A finales de los sesenta, el premio Cervantes vivió unos años en el Barrio Chino, el actual Raval, que fue territorio comanche barcelonés que fue un imán para artistas y escritores. En Diario de Escudillers, Pitol cuenta que no le “halla el modo” a la ciudad, metido en un hotel barato y ruidoso entre prostitutas, hippies que venden hachis y algún asesinato a puñaladas. “En cuanto pudo se mudó a la zona alta de la ciudad. Yo no fuí consciente de la importancia de esa geografía hasta que vine a vivir a la ciudad”, cuenta Villalobos, que lleva viviendo más de 20 años en Barcelona.

La anécdota de Pitol le sirve a su compatriota para explicar el peso de los sesgos de clase ya en aquella época para los escritores latinoamericanos. “Sigue siendo una ciudad muy viva, que atrae a muchos escritores latinoamericanos, pero si continúa el encarecimiento el perfil que llegue será solo de clase media alta”, añade Villalobos. Nacido en Jalisco, como la FIL, ha sido uno de los interlocutores de Anna Guitart, la comisaria del programa de Barcelona, por su condición de tener un pie en cada orilla.

El diálogo entre el lugar de origen y de destino, entre Barcelona y Latinoamérica, a lo largo de la historia, ha sido transversal en la participación de la capital catalana en la feria del libro. También se trató en la conversación organizada por Babelia, que unió a la dramaturga Victoria Szpunberg y los escritores Paulina Flores y Jordi Soler. Moderados por el coordinador del suplemento cultural, Jordi Amat, y con Joan Manuel Serrat en la primera fila, los escritores conversaron sobre lo que queda entre el recuerdo heredado o la ciudad imaginada y aquella en la que viven ahora.

Hijo de catalanes exiliados, Jordi Soler (62 años) vive en Barcelona desde hace más de 20 años, donde desarrolla la ficción, la no-ficción y el articulismo. El escritor nació en la zona rural en México. “Crecí como un niño catalán en la selva de Veracruz”, explicó: en su pueblo natal, se hablaba español, lenguas autóctonas y, en su familia, el catalán. “Yo de pequeño pensaba que el catalán era un invento de los viejos para que no les entendieran los vecinos, hasta que vi que Serrat hablaba esa lengua”. Comentó que sus asideros de catalanidad eran “tres Juanes”: Serrat, Cruyff y Marsé. Para Soler, la imagen de Cataluña era un sitio ideal al que regresar, una ficción. Cuando la familia pudo hacerlo, la Barcelona que encontró distaba de la recordada: “mis padres se dieron cuenta que ya eran más mexicanos que otra cosa, nuestro catalán era amestizado y se entendía poco”. Esa dificultad entres las dos realidades se convirtió en el material de sus libros.

En la Barcelona real, los guías de Soler fueron Enrique Vilamatas e Ignacio Martínez de Pisón: “aprendí a comportarme como escritor imitando a Vilamatas”. ¿Y qué es ser escritor? “En México está el conflicto de la sobremesa. Empiezas a las dos y sigues hasta empalmar con la cena, todo rehogado con tequila. Si me hubiese quedado, sería poeta de haikus. En Barcelona las cuatro termina la comida y tienes toda la tarde para escribir”.

Como Soler, Victoria Szpunberg (Buenos Aires, 52 años) es descendiente de exiliados, en su caso de varias generaciones, como muestra en su obra Tercera fuga. Hija del poeta y militante de izquierdas Alberto Szpunberg, tuvo que huir con su familia después del golpe de Videla y acabó en el Masnou. “A la inversa de lo que explica Soler, Argentina era la tierra del relato, viví la cuestión política heroica de militancia como si fuera un cuento, a pesar del sufrimiento de los padres”.

Szpunberg, que el día anterior había explicado que le sorprende que aún se le considere argentina teniendo en cuenta que llegó a Barcelona con cuatro años, ha vivido la transformación de una ciudad “donde la clase media va perdiendo privilegios y derechos”, hecho que relata en su obra L’imperatiu categòric. Su protagonista, una profesora de filosofía kantiana que después de una separación ya no puede pagar un alquiler, “ha seguido todos los pasos y de repente se encuentra en la periferia”. Sobre la relación con la ciudad en su obra, Szpunberg afirma que, a diferencia de la literatura, “el teatro trabaja de una forma muy prosaica, nos relacionamos directamente con la ciudad porque escribimos para gente que nos está mirando, y el catalán es la lengua de mi ciudad”. Ella siempre ha sido catalana rodeada de argentinos y por eso escribe “desde la oralidad, la mezcla de acentos siempre ha estado muy presente”.

Szpunberg se mostró consciente de una Barcelona cada vez más tensionada por el conflicto lingüístico: “se mezcla defensa legítima del catalán y la llegada del inmigrante, conflicto entre pobres que desde arriba conviene”, afirma la dramaturga, “yo creo en la Cataluña multilingüe, esa en que yo con mi apellido puedo estrenar en el Teatre Nacional de Catalunya”.

La dramaturga explica cómicamente como la crisis de la vivienda le ha llevado a vivir la Teixonera, un barrio periférico de la ciudad lleno de subidas y bajadas. En el caso de Paulina Flores (Santiago de Chile, 36 años), el destino fue el Raval. Llegó en 2021, justo después del covid, con una beca para un doctorado que acabó abandonando para concentrarse en la literatura. La protagonista de su última novela, La próxima vez que te vea, te mato (Anagrama) define Barcelona como el “pedacito más al sur del hemisferio del Bienestar”.

Esa es la ficción construida desde la distancia en el caso de Javiera, su protagonista, para ella Barcelona era un paraíso de bibliotecas públicas y camiones de reciclaje. Pero “eso en la realidad se ve contrastado con la actualidad de la Ciudad Franquicia”. Dice que su Barcelona literaria “está mediada por Google Maps, es una ciudad virtual que atomiza experiencia”. Sin embargo, se quedó porque en el Raval encontró una especie de “parnaso literario, por la oscuridad y lo vampírico”. Flores habla de Bolaño, Mendoza y Genet, sus referentes literarios para entender la ciudad donde ahora vive, mientras que su Chile natal se mantiene una presencia borrosa: “Cataluña y Chile compartimos el 11 de septiembre, entre la historia de un fracaso y el dolor de una dictadura”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_