Adiós a Jane Lazarre, la escritora que derribó el mito de la buena madre
Para la profesora estadounidense, referente del pensamiento feminista en torno a la maternidad, la escritura era una herramienta fundamental para el activismo y la maternal denuncia de las injusticias que permanecen silenciadas o ignoradas


Para quienes nos dedicamos a escribir, quedarse sin palabras podría ser comparado con encontrarse, de pronto, frente a un descampado donde antes hubo una casa. Puede suceder en las circunstancias más diversas y en el momento menos esperado, pero si hay una experiencia atravesada por ese súbito mutismo es la muerte. Cuesta encontrar las palabras cuando un amigo querido se va, cuando esa persona que quieres se convierte de repente en una ausencia que te aplasta. También cuando desaparece alguien a quien no conociste, pero dejó una impronta en algún momento de tu vida.
El pasado 19 de junio falleció Jane Lazarre (Nueva York, 1943), escritora estadounidense, profesora y activista. Tenía 81 años, una edad poco sorpresiva para el punto final a una existencia, y, sin embargo, no por esperable una está prevenida del vacío que se cuela en cualquier intento de nombrarlo. Sirva este texto como acto de resistencia, porque si alguien supo encontrar siempre las palabras para nombrar lo que no podía ser nombrado, esa fue Lazarre.
“Yo daría la vida por él, pero ha destrozado mi vida, y solo vivo pensando en cómo recuperarla”, escribió con una honestidad brutal en El nudo materno (Las afueras, 2018), un libro autobiográfico publicado en un contexto tan distinto como la década de los setenta en Estados Unidos, pero que está irremediablemente hilado a muchos de los retales que configuran la experiencia materna hoy en un lugar tan distante como España.
La corresponsabilidad, la ambivalencia, la soledad de la maternidad o el difícil tránsito de la hijidad a la maternidad ya estaban en sus páginas. Fue gracias a la editorial Las afueras, con Magda Anglès y Francisco Llorca al mando, que llegó a España en 2018. Creo que es el libro al que más veces he vuelto, que más he citado, que más he recomendado y regalado. El más vivido. Porque El nudo materno es, sin duda, uno de los primeros libros que mostraron la crudeza de la experiencia materna. Sus recovecos. Sus sinsabores. Sus tormentos. También puso el foco en las grietas del sistema en el que se enmarca: el racismo, el machismo, las diferencias entre las clases sociales y, por supuesto, el peso de los mitos en este escenario.
Desmitificar la idea envenenada de la “buena madre” fue uno de los propósitos de la autora a lo largo de su trayectoria. Lo hizo a través de textos inteligentes, lúcidos, empleando incluso su propia vivencia personal para derruirla. Y animó a otras a hacer lo mismo. “Creo firmemente que los relatos de maternidad, de cualquier clase y etapa, deben contarse si queremos abrirnos camino entre la idealización y la demonización”, contó en Maternidad y activismo: un viaje personal, uno de los ensayos breves incluidos en Una escritora en el tiempo (Las afueras, 2022). Me la imagino subida en una de esas grúas con bola de demolición, apuntando con cada palabra hacia los muros invisibles de la maternidad idealizada, de la blanquitud estructural, del relato dominante.
Pese a ser una de las experiencias humanas más trascendentales, la maternidad aún está por escribir. La intelectual Adrienne Rich lo denunció en Nacemos de mujer (Traficante de Sueños, 2019), otro ensayo clásico del feminismo: “Sabemos mucho más acerca del aire que respiramos o de los mares que atravesamos, que acerca de la naturaleza y del significado de la maternidad”. Ambas demostraron que el relato en primera persona, tan íntimo y privado, se transforma en el relato colectivo que desmitifica y que reivindica la experiencia, pero también el relato que se filtra en el debate público como el agua en una abertura. Muchas siguieron sus pasos después: Sylvia Plath, Toni Morrison, Vivian Gornick, Sheila Heti, Annie Ernaux, Marie Darrieussecq, Rachel Cusk, Lina Meruane, Deborah Levy, Samanta Schweblin, Rivka Galchen, María Negroni… También en España autoras contemporáneas han bebido el caldo de las pioneras. Pienso en algunas como Silvia Nanclares, Nuria Labari, Blanca Lacasa, Luna Miguel, Berta Dávila y Carolina León.
Lazarre nos dejó claro que la escritura era una forma de estar en el mundo para ella (“Vivir sin escribir ni dejar constancia de las cosas siempre me ha resultado desconcertante”, leemos en El nudo materno), pero también una herramienta fundamental para el activismo y la maternal denuncia de las injusticias que muchas veces permanecen silenciadas o ignoradas. “La maternidad, tanto en su vertiente histórica como en la vida personal, siempre ha reivindicado el activismo, y la escritura es una forma de activismo, porque, si no contamos nuestros relatos, ¿quién lo hará por nosotras? Contar los relatos verdaderos para contrarrestar los relatos falsos y generalizados constituye la esencia y el espíritu del activismo”, dijo.
Participó en The Brotherhood Sister Sol, fundada por su hijo Khary Lazarre-White, una organización con sede en Harlem que atiende a chavalas y chavales negros y latinos de 8 a 22 años pertenecientes a comunidades económicamente desfavorecidas. Y fue profesora durante más de cuatro décadas, enseñando Literatura Afroamericana y Estudios de las Mujeres en lugares como el City College de Nueva York, la Universidad de Yale y el Eugene Lang College de The New School.
Cuando las palabras no alcanzan, a veces, nos quedan las palabras de las otras. Las que alivian las miserias, las que sostienen, las que guían, las que siguen pellizcando los dolientes muros. Porque hay autoras que nos animan a escribir, y otras que nos enseñan a vivir. Jane Lazarre hizo ambas cosas. Nos enseñó que ser madre en este mundo hostil también puede doler, y que la escritura puede ser un arma para defendernos.
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