Miriam Escacena, educadora: “Los padres estamos tan estresados que hemos pasado a una labor más de cuidar que de educar”
Para la autora y guía Montessori, que desde 2018 trabaja en un centro público en Madrid, esta pedagogía fomenta la autonomía de los niños al ser un método más flexible y personalizado


Los niños que están en aulas Montessori son niños más autónomos y resolutivos, así lo concluye el estudio Un ensayo controlado aleatorio nacional sobre el impacto de la educación preescolar pública Montessori al final del ciclo de Educación infantil, publicado el pasado octubre en Proceedings of the National Academy of Sciences, una de las revistas científicas más citadas del mundo. “Los datos obtenidos justifican al menos un estudio más profundo de la educación Montessori en el país y sugieren que ampliar el acceso a programas de esta pedagogía (…) puede ser una forma rentable de mantener los logros del aprendizaje temprano al menos hasta el final del jardín de infancia, al tiempo que repercute positivamente en habilidades como la función ejecutiva y la comprensión social”, sostiene la investigación, la primera elaborada en escuelas infantiles públicas Montessori en Estados Unidos.
Los autores realizaron seguimiento a 588 niños (de 3 a 6 años) de 24 escuelas públicas Montessori y sus resultados muestran en ellos mejores resultados al finalizar Infantil en lectura, memoria a corto plazo, función ejecutiva y comprensión social. Además, según sus conclusiones, estos programas aplicados en preescolar ofrecen no solo un mejor aprendizaje temprano a los menores, sino, además, “conllevan un coste menor para los distritos escolares y los contribuyentes”.
“La investigación da un gran espaldarazo a esta pedagogía porque en contra de lo que dicen los mayores mitos sobre ella, que es una pedagogía elitista, explica que los colegios estadounidenses que aplican estos programas se están ahorrando 13.000 dólares (11.234,60 euros) por niño”, explica a EL PAÍS Miriam Escacena García (Madrid, 46 años), guía —maestra— Montessori y facilitadora de Disciplina Positiva certificada por la asociación internacional Positive Discipline Association de EE UU, que la capacita para impartir formación sobre estas metodologías. Según señala el estudio, “la educación pública Montessori, de los 3 a los 6 años, costó a los distritos 13.127 dólares menos por niño que los programas tradicionales, debido principalmente a una mayor proporción de menores por profesor en los cursos de infantil”.
Para Escacena, que desde 2018 trabaja en CEIP San Benito de Madrid como consultora y asesora del profesorado para la transformación educativa del centro público, esta investigación es coherente también porque esta pedagogía no utiliza libros de texto, ni material fungible —papel, bolígrafos, clips, grapas, carpetas, cartuchos de tinta y tóner…—: “Sí, usamos objetos que se pueden manipular, pero son de madera o lija, no tienen pilas, no tienen luces, nunca se rompen y duran muchos años”. “Aunque soy consciente que con este método siempre ha habido opiniones muy polarizadas, desde que es para ricos, al alcance de muy pocos, hasta incluso que es de hippies porque los niños hacen lo que les da la gana, no hay límites, no hay normas, etcétera”, matiza la también fundadora de Tu guía Montessori, una plataforma de formación, consultoría y asesoría personalizada dirigida a familias, docentes, profesionales e instituciones educativas.
La también organizadora y fundadora del Congreso Internacional Montessori, que en 2026 celebrará su sexta edición en Madrid, ingeniera de profesión y autora del libro Comunicación con bebés. Mis manitas hablan (Cuatro hojas, 2020) incide en que Montessori no es una moda que haya llegado ahora, sino que tiene más de 100 años de historia y resultados en todo el mundo: “Hay más de 25.000 escuelas en el mundo que están funcionando perfectamente”.

PREGUNTA. ¿Realmente en el método Montessori no hay reglas?
RESPUESTA. Reglas como tal no, esta pedagogía está basada en la libertad y el respeto. El respeto a las necesidades del niño en cada etapa del desarrollo. Y en la libertad porque en el sistema tradicional en el que nos hemos educado la mayoría de nosotros los menores están sentados en un pupitre sin poder moverse, atendiendo a ejercicios dirigidos que les ponen los maestros y a un horario rígido. Y no hace falta ser tan riguroso porque si comprendemos bien las necesidades de cada menor en cada etapa, todo puede ser mucho más sencillo y flexible.
P. ¿Cuáles serían las diferencias más claras entre la escuela tradicional y esta pedagogía?
R. Hay muchas. Hay que recordar que Maria Montessori era pedagoga, pero también médica, antropóloga, bióloga, filósofa, psiquiatra, y por toda esta formación conocía perfectamente las necesidades de cada etapa del desarrollo infantil. Así que los niños Montessori, en general, son muy precoces, aprenden a leer antes, se relacionan mejor y, sobre todo, aprenden mucho por sí mismos. Por ejemplo, cuando voy a colegios a dar cursos a profesores, muchas veces, me dicen que el gran problema que están teniendo es que los niños pequeños vienen con muy poca autonomía: no saben ni bajarse los pantalones para ir al baño. Los menores son superdependientes y llegan al cole y no pueden hacer las cosas por sí mismos, y esto realmente les está causando un gran dolor de cabeza a los maestros, a las educadoras que no se atreven tampoco a enfrentarse a las familias y a decirles lo importante que es que su hijo sepa cuidarse de sí mismo. En cambio, los niños Montessori son más autónomos, son capaces de colgar su abrigo, volverse el babi… Y a nivel emocional, tienen mucha más inteligencia emocional, por ejemplo.
P. ¿La culpa es de los padres? ¿Está diciendo eso?
R. No, para nada. Creo que estamos teniendo un problema muy grave en la sociedad. Pienso que los padres estamos tan estresados echándole tantas horas al trabajo que hemos pasado en casa a una labor más de cuidar antes que de educar, dejando todas las responsabilidades de esto al colegio. Y es un grave error. ¿Qué pasa? Que estamos teniendo una actitud supersobreprotectora por la culpa que sentimos de no pasar tiempo suficiente y de calidad con los hijos, así que les seguimos vistiendo, eligiendo la ropa, preparando el almuerzo, dándoselo todo hecho.
P. ¿Qué beneficios aporta Montessori entonces a las familias?
R. Para mí, por ejemplo, que tengo dos hijos que tuvieron oportunidad de ir a un colegio Montessori, he de decir que son bastante autónomos, en comparación con otros pequeños que veo. Además, yo jamás miro su agenda para ver si tienen que hacer deberes, si tienen que estudiar un examen, y demás, confío en ellos. Y si no lo hacen, pues ya llegará la mala nota y se espabilarán. Porque si siempre andamos sobreprotegiendo, al final no les estamos permitiendo crecer. Y eso creo que es uno de los mayores errores que estamos cometiendo como padres.
P. ¿Y las ventajas para los profesores?
R. Cuando un docente puede ir al baño tranquilamente, sin temer, sin tener pánico, a lo que le van a liar los alumnos en el aula porque puede confiar en ellos, pues las cosas cambian. Cambia el día a día y esto, al final, tiene beneficios en la rutina de la clase, en la adquisición del aprendizaje y en la propia vida escolar, también en el patio u otras actividades. La confianza es la clave.
P. ¿Cuánto importa la edad en el método Montessori?
R. En Montessori no se ordena a los niños por año de nacimiento, sino que se hacen grupos multiedad. Por ejemplo, en Educación Infantil, los niños de 3 a 6 años están juntos en una misma aula. Esto puede parecer de locos y hacer que nos llevemos las manos a la cabeza antes de conocer de qué va, pero en realidad tiene muchísimos beneficios. Y los tienen porque en un ambiente de 3 a 6 años los niños pequeñitos que entran con 3 ya están viendo que sus compañeros de 5 están leyendo, por lo tanto, el interés es mucho mayor. Saben que hay un código que hay que descifrar y esto hace que aprendan unos de otros. Como la vida misma: un niño cuando va al parque y se pone a jugar con otro no le pregunta qué año ha nacido, pues aquí lo mismo. No es tan diferente y se puede hacer. Hay que echarle ganas porque al final los beneficios son muy buenos para todos, tanto para los niños como para los docentes como para las familias. Hagamos equipo.
P. ¿Y el aula en sí en que se diferencia con la de la escuela tradicional?
R. Pues a nivel de mobiliario lo más destacado es que en lugar de haber armarios grandes, cerrados con todo el material solamente al alcance del profesor, se sustituye por estanterías bajitas a la altura de los niños con materiales manipulativos que pueden elegir por sí mismos. Se trata de cambiar la mirada, de dar esa confianza a que el menor pueda elegir los temas que más le interese aprender en cada momento bajo, obviamente, una supervisión. Y luego, pues los materiales se van comprando poco a poco, siempre con la ayuda de las familias, con las cooperativas que se ponen en marcha en muchos colegios y que compensan económicamente. Y obviamente, aunque Maria Montessori hablada de 40 niños en el aula, mejor si estamos en los 20 o 25 niños y niñas por clase.
P. ¿Montessori es para todo el mundo?
R. Sí, es un método que sirve para todo tipo de menores, mientras que la educación tradicional es una educación muy estandarizada en la que hay alumnos que no encajan y fracasan, pudiendo llegar al abandono escolar. Montessori personaliza mucho más las necesidades de cada menor. Yo he visto un montón de familias que tenían hijos con necesidades educativas especiales —trastorno del espectro autista, con TDAH y demás— que después de cambiarse numerosas veces de centro han llegado a un colegio con esta pedagogía y han visto la luz. Incluso he visto niños TEA que se autolesionaban, que se daban golpes en la cabeza con la pared y demás, que han llegado a un ambiente con este método y se han tranquilizado, han sido capaces de regularse. Y esto no pasaba en una clase tradicional porque no les dejaban levantarse de la silla. Algo tan sencillo como ponerse de pie y caminar en el aula de forma libre les ha ayudado a autorregularse.
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