Cuando el bebé que esperas no es del sexo que deseabas: “Para mí ha sido un duelo, ya tenía el nombre de mi segunda hija”
Sentir decepción o tristeza, y por ello también culpa, al conocer que el hijo que está por llegar es niño o niña es algo muy común. Sin embargo, es uno de los grandes tabúes de la maternidad


El ser humano tiene preferencias incluso cuando no es consciente de ello, y el sexo del bebé que se está esperando no es una excepción. “Las personas solemos sentir más inclinación por una u otra opción. En el caso del sexo de nuestros hijos, esa preferencia suele estar más definida”, explica a EL PAÍS la psicóloga perinatal María Palos. “Yo pensé que me daba igual lo que fuera hasta que nos confirmaron que era niña. En ese momento me llevé una decepción y me di cuenta de que quería que fuese niño”, reconoce Ángel Rodríguez, que ahora es padre de dos hijas.
La decepción o la tristeza que provoca que un bebé no sea la niña o el niño que uno había imaginado es otro de los grandes tabúes asociados a la maternidad. Cuando esto ocurre surge un conflicto interno que, en ocasiones, se transforma en un duelo que se transita con cierta vergüenza porque tiende a tacharse de superficial. “Un duelo no es solo cuando se te muere alguien. Existen duelos por una expectativa que no va a ocurrir y el sexo del bebé no es algo banal. Se mueven muchas cosas que responden a qué es para nosotros un niño, una niña, cómo ha sido la relación con nuestros hermanos o hermanas…”, explica Palos. “No es algo secundario, va ligado a nuestra historia y a nuestras relaciones familiares. Muchas veces depositamos en el género de nuestro futuro hijo nuestras expectativas más inconscientes. Está enraizado en la historia psíquica de cada uno”, coincide la psicóloga Natalia Prado.
Cristina Pedroche confesó recientemente en un episodio del podcast La vida secreta de las madres que cuando se enteró de que su segundo hijo era un chico a la primera persona que se lo contó fue a su psicóloga: “Me daba vergüenza. No quería decirle a la gente que ya sabía el sexo porque era niño y yo no lo había asumido. Para mí ha sido un duelo, ya tenía el nombre de mi segunda hija, hablaba con ella y ya me la había imaginado”. La presentadora no fue capaz de verbalizar que lo que estaba esperando era un niño hasta la semana 16 de embarazo, cuando pudo ver con sus propios ojos en una ecografía que no había dudas de que los genitales eran masculinos. “Hasta ese momento yo seguía con la ilusión de que me dijeran que se habían equivocado. Y eso que era prácticamente imposible porque me hice unos análisis genéticos prenatales donde se detectan diferentes enfermedades y también se descubre si el bebé es niño o niña”, contó en el programa presentado por Paola Roig y Andrea Ros. “Yo lloraba en mi primer embarazo pensando en que podía tener una niña y ser una potencial víctima. Prefería tener un potencial agresor y educarle bien que tener una potencial víctima y no saber cómo defenderla”, reconoce Andrea Ros en el mismo podcast.
La periodista Helena Poncini, que está esperando su tercer hijo, ha transitado una aflicción similar a la de la mediática presentadora: “Tengo una niña y un niño y esta vez, dado que este va a ser mi último embarazo, me hacía especial ilusión tener una chica y que mi hija mayor tuviera el mismo vínculo que yo he tenido con mi hermana”. “Es cierto que es un proceso que se lleva en silencio y apenas se comenta”, prosigue la periodista, “con suerte lo hablas con alguna amiga con la que tengas mucha confianza o con tu psicóloga, y es importante hacerlo porque te das cuenta de que se trata de un sentir muy común”. Poncini reconoce que no ha encontrado nombre para este bebé porque solo le gustan nombres femeninos y tampoco ha podido deshacerse de la ropa de niña, “aunque sé que ya no nos va a hacer falta”.

Las especialistas consultadas coinciden en que cualquier duelo se gestiona mejor visibilizándolo y hablándolo con el círculo más cercano. “Tenemos que darnos el permiso de hablarlo y no vivirlo en soledad”, señala Palos. “Estar decepcionado porque el bebé es de uno u otro sexo produce sentimientos de culpa y vergüenza que dificultan poder expresar cómo y por qué nos sentimos así. Claro que lo prioritario es que nuestro hijo venga sano. Pero cuando ya sabemos que eso es así, debemos permitirnos sentirnos mal cuando no todo es como lo habíamos imaginado con tanta ilusión. Parece que la maternidad tiene que ser el momento más pleno de nuestra vida y no es así. Es un reto muy duro y un embarazo no tiene por qué ser algo idílico”, sostiene Prado.
“El embarazo sigue romantizándose y hay muchas imposiciones sobre cómo deben sentirse las mujeres. De ahí que la decepción que se siente en estos casos choque con lo que se exige desde fuera”, comparte la psicóloga Diana Crego Cordón. “Nos guste o no, los estereotipos de género nos marcan”, agrega.
A Julia, mamá de un niño de año y medio que prefiere no dar su apellido, le pasó al contrario: “Cuando me dijeron que iba a tener un niño sentí mucho miedo. Yo tuve un padre violento e impredecible y también una relación muy tóxica con un hombre que me maltrató. Todo eso dejó secuelas en mí. Por suerte, cuando mi hijo nació, todo ese miedo desapareció y me enamoré de él. Ahora estoy convencida de que ha venido a mi vida, como buenos maestros que son los hijos, para enseñarme muchas cosas”. La psicóloga Natalia Prado confirma que en este tipo de casos es muy común preferir dar a luz a una hija.
Crego anima recordando que la desilusión ante el descubrimiento del sexo de bebé suele desaparecer en unos días o semanas: “Aunque, a veces, cuando hay motivos muy profundos como un historial de malos tratos, puede surgir un rechazo que se alargue hasta el parto e incluso el posparto”. En esos casos, matiza Prado, es vital tirar de los hilos adecuados para elaborar los sentimientos que aparecen y llegar al origen del malestar: “Entender todo lo que se articula alrededor del sexo de nuestro hijo nos ayuda a aceptarlo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
