El primer amor de verano: intenso, rápido y cada vez antes
La sensación de libertad, las fiestas, conocer a otras personas de su misma edad fuera de su contexto escolar y las ficciones televisivas que consumen hacen que los adolescentes experimenten esas primeras relaciones estivales cada vez a una edad más temprana y a espaldas de los adultos


Al comienzo de la mítica de película Grease (1978), los protagonistas, Danny Zuko y Sandy, interpretados por John Travolta y Oliva Newton-John, viven un romance de verano. Juegos, risas y besos durante los largos atardeceres en la playa. Dos adolescentes que experimentan ese momento intensamente porque saben que su historia acabará cuando el verano finalice. “Ese primer amor es como un chute de adrenalina. Se sienten únicos, especiales y viven emociones que hasta entonces no habían experimentado con esa intensidad”, explica Diana Jiménez, psicóloga formada en neuropsicología educativa y creadora del proyecto Infancia en positivo, basado en la crianza respetuosa.
Este primer amor, como afirma la experta, suele suponer un cambio en su vida y un aumento de la autoestima. “Ya no es solo jugar con un amigo en el patio. Cuando son adolescentes pertenecen a un grupo y, para ellos, significa que entre todos le eligen a él”, afirma. Esos primeros romances se suelen dar más intensamente entre los 15 y los 16 años y están muy polarizados. “Es o todo o nada. O estás conmigo o contra mí y si me quieres tienes que demostrármelo a toda costa”, añade la experta, que reconoce que en los últimos años ese primer amor suele empezar antes, sobre los 12 años.
Relaciones cortas pero intensas
Raquel Arbeteta es profesora en el IES Brianda de Mendoza, en Guadalajara, y autora de varias novelas juveniles y new adult, como Noche de verbena, (TBR, 2024), donde se cuenta las vivencias de cinco amigas durante las fiestas de su pueblo una noche verano, con confesiones de primeros amores incluidas. Para ella, que está en contacto directo con jóvenes, estas primeras relaciones entre ellos las romantizan y las dramatizan hasta el extremo y les modifican su personalidad. “Todo les duele, todo lo aman. Un día hay una chica que sale con un chico y, a la semana siguiente, ya ha pasado. Y, en verano, que en muy poco tiempo les pasan muchas cosas con gente de su barrio o en el campamento, esas relaciones les forjan mucho”, explica la docente.
Aunque Arbeteta reconoce que esas primeras relaciones son intensas, pero se olvidan rápido, también ha visto cómo esos primeros amores comienzan antes influidos por las ficciones que ven y leen los adolescentes. “La edad en la que los chicos consumen porno ha bajado mucho y la edad en la que, sobre todo las chicas, leen escenas explícitas en libros que no son para su edad o ven series como El verano en que me enamoré, (calificada para mayores de 16 años) también ha disminuido, lo que les ha llevado a tener ideas erróneas de lo que son las relaciones sexuales”, afirma. Y, en cuanto a los mayores de 15 años, la profesora reconoce que se dan situaciones de abuso a través de frases como: “Enséñame tu móvil” o “no puedo hacer el trabajo con este chico porque mi novio, que es de la otra clase, se va a poner celoso”.

“Esas ideas tradicionales de amor, machistas, parece que han vuelto a resurgir y de manera más confusa para ellos”, manifiesta Jiménez. “Las chicas, por un lado, siguen recibiendo mensajes de que tienen que estar guapas y atraer, y los chicos, cuando entran a una relación, suelen interpretan que la mujer tiene que estar para ellos y darle muestras de que les quiere, pero porque muchos se fijan en las canciones y en el contenido pornográfico que encuentran”, explica la neuropsicóloga. Por eso, la actitud de las familias ante estas primeras relaciones tiene que ser de presencia, de estar al lado de sus hijos: “Yo siempre digo que es como si fueras el faro en la orilla, que no sale detrás del barco, pero ilumina el camino”.
Adultos presentes
No hay que olvidar que el verano es la etapa donde los menores tienen la necesidad de experimentar esa libertad que por clases y tareas no sienten durante el curso. “Es importante que los padres recuerden lo que suponía el verano para ellos cuando eran adolescentes”, recuerda Isabel Duque, psicoterapeuta, conferenciante, experta en formaciones sobre vínculos amorosos y más conocida en redes como @lapsicowoman. Para ella, cuando un joven da el paso de contar esa primera relación de verano que ha acabado, los adultos tienden a invalidar ese sentimiento. “Bueno, tranquilo, que esto se pasa”, es una de las frases típicas que se suelen decir, pero esto, reconoce la autora del libro Acercarse a la generación Z. Una gruía práctica para entender a la juventud sin prejuicios, (Zenith, 2022), “no ayuda a tender puentes entre generaciones ni a conectar con ellos”.
Duque comprende que a muchas familias les cueste conectar con sus hijos por la manera que tienen de comunicarse, “porque es sustancialmente diferente a como era la nuestra a los 15 años”, comenta. El acceso al entorno digital de los adolescentes de ahora ha cambiado su forma de expresarse, pero la experta recuerda que eso no debe hacernos olvidar “la forma en la que te vulnerabilizas cuando te gusta una persona”. “Por eso, no debemos tapar sus emociones, sino ponernos en su pellejo y acompañarlo con la mayor humildad, honestidad y validación emocional posible”, puntualiza.
Hay que entender esa etapa con sosiego y comprendiendo cómo funciona porque, según Jiménez, ya se dan muchos altibajos: “Viven en los extremos y de repente todo va a ser maravilloso y está feliz y al día siguiente te reprocha que no te enteras de nada y no sabes lo que le pasa”. La experta recomienda que más que insistir en preguntar, los adultos deben dejar que los adolescentes sepan que pueden hablar con ellos. También aconseja explicar ciertos temas de manera indirecta, sacando cuestiones a través de películas o situaciones que les pasan a otros padres con sus hijos. “A ellos les va a interesar más que le cuentes, por ejemplo, lo que le pasa a la hija de Charo, que no quiere ir de vacaciones con sus padres porque tiene novio, a que le des una charla sobre lo que tienen que hacer”, explica.
Para Arbeteta, este tipo de amores se suelen ocultar por vergüenza. Además, considera que hay dos tipos de progenitores: los que banalizan este tipo de relaciones y no les dan importancia, y los que están preocupados y ponen límites a sus hijos. Para ella, también es necesario que los adolescentes tengan referencia de otras relaciones reales o de vivencias de sus adultos conocidos. “Yo les hablo de cuando salía con los chicos, de que me pasó esto o de que no tienen que permitir que les hagan lo otro y luego te cuentan sus experiencias, porque ya no te ven como una especie de figura asexual que no les entiende”, propone.
La docente considera que es importante que los padres les hablen a sus hijos de sus amores de verano, de esos momentos reales que ellos también vivieron, para que vean que les entienden. Que les expliquen que se puede querer a más de una persona a lo largo del tiempo para evitar, como advierte la docente, “que crean que las relaciones que ven en las series o las películas son los únicos amores que hay”. Es probable que acaben viviendo ese amor de verano y lo importante es estar ahí como padres.
Al finalizar esa primera escena de la película Grease, Sandy le dice a Danny: “He pasado el mejor verano de mi vida y ahora tengo que marcharme. Danny, esto es el fin”. Pero un enamorado John Travolta, que siente esa libertad del adolescente, le responde: “Claro que no. Es solo el principio”.
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