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Alejandra Melús, pedagoga: “Si enseñamos a nuestros hijos a establecer una relación sana con la soledad, no le tendrán miedo”

La experta en inteligencia emocional explica la importancia de que los niños se sientan queridos y pertenecientes a su familia para crecer con una autoestima sana y segura, siendo estas las raíces que le impulsen a florecer en el futuro

Alejandra Melús, pedagoga y experta en inteligencia emocional.
Sonia López Iglesias

Para crecer sano y feliz, un niño debe sentir el amor incondicional de sus progenitores, un cariño que le proteja y le empodere a través de un afecto exento de prejuicios que limiten su desarrollo, de expectativas que le ahoguen y de juicios de valor que dañen su autoestima. Para desarrollarse correctamente, el menor también precisa que le acompañen con grandes dosis de paciencia, comprensión y empatía. Necesita unos adultos referentes que le ayuden a descubrir sus talentos y a superar las adversidades que se encuentra en su camino. Todo esto queda reflejado en el cuento Incondicional (Durii, 202) de Alejandra Melús (Madrid, 1986), diplomada en pedagogía terapéutica y experta en inteligencia emocional.

Melús, colaboradora habitual de Mamas & Papas, define el amor incondicional hacia los hijos como aquel que establece una conexión emocional entre madre, padre e hijo. Como aquel que ofrece un cariño inquebrantable ante cualquier situación y por encima de todo, aportándole raíces de seguridad y estabilidad.

PREGUNTA. ¿Por qué es tan importante establecer un vínculo seguro con los hijos?

RESPUESTA. El apego que un niño establece con sus figuras de referencia va a ser sus cimientos de vida. El apego seguro ayuda a establecer una base de conexión fuerte y estable que proporciona calma, confianza y equilibrio, haciéndole sentir importante, válido, necesario y visible dentro de su núcleo familiar.

P. ¿Cómo se consigue cuando en casa aparecen los conflictos, las peleas entre hermanos o las emociones desbordadas?

R. Los conflictos o las emociones menos agradables de sentir, como pueden ser la frustración, el miedo o los celos entre hermanos, son emociones naturales propias de cualquier familia y hogar. Es en estos momentos de desacuerdo cuando tenemos la oportunidad ideal de demostrar a nuestros hijos nuestro amor incondicional por ellos. Como dice el psicólogo Jaume Funes: “Quiéreme cuando menos me lo merezca… porque es cuando más lo necesito”. Estas situaciones nos ofrecen el momento oportuno para poder dar ejemplo de cómo gestionar nuestras emociones, cómo aprender a acompañarlas y, sobre todo, de demostrar nuestro amor por ellos sin condiciones, donde sepan que no les amamos por lo que hacen, sino por quienes son.

P. ¿Qué necesita realmente un niño para ser feliz?

R. Lejos de lo que muchas veces creemos, los niños no necesitan grandes cosas para ser felices. Lo fundamental no reside en lo material, sino en los momentos que generan recuerdos únicos, como los tiempos de juego, una tarde en el parque, un cuento antes de ir a dormir o las cosquillas tras el baño. Los niños necesitan sentir que son importantes, necesarios, que aportan, que su familia está presente y disponible para ellos y así se lo hacen saber.

P. Dicen que los niños observan a los adultos constantemente.

R. Así es. Hay una frase de la madre Teresa de Calcuta que me encanta citar con las familias que acompaño: “No te preocupes porque tus hijos no te escuchen, te observan todo el tiempo”. Parece obvio, pero es necesario que recordemos cómo funciona el cerebro del ser humano. En la infancia en ocasiones solicitamos a los niños que lleven a cabo conductas que no han observado nunca, y esto no es posible, ya que muchas de ellas son meramente sociales e imitadas. Por ejemplo, ante la frustración o un desbordamiento emocional, no podemos pedirle al niño que respire con calma, que sea capaz de volver a la tranquilidad y después actúe desde este estado cuando no ha observado esta reacción nunca antes. Es evidente que tiene mayor impacto y eficacia sobre su conducta el ejemplo que el mensaje verbal en sí.

P. ¿Por qué es tan importante que un niño desarrolle su competencia emocional?

R. Las emociones nos acompañan a lo largo de toda la vida. Hoy en día nadie se cuestiona enseñar matemáticas a los niños en ninguna de las etapas educativas obligatorias y, sin menospreciar a las matemáticas, no podemos negar que las emociones van con nosotros siempre y, aun así, seguimos siendo una sociedad donde la inteligencia emocional no tiene la importancia que se merece. La competencia emocional consiste en ir adquiriendo vocabulario emocional, a la vez que herramientas para comunicar cómo se siente cada uno, aprendiendo a acompañar las emociones de los demás y las de uno mismo, entendiendo que todas las emociones son necesarias y válidas y adquiriendo estrategias para expresar dichas emociones desde el respeto y la funcionalidad.

P. Como experta en educación emocional, ¿por qué le cuesta tanto a las familias acompañar las emociones desagradables de sus hijos?

R. Hemos sido una generación en la que prácticamente no había educación emocional. Se hablaba poco de emociones, y solo de las más básicas. Además, las emociones que resultaban menos agradables de sentir y acompañar se vivían en soledad, se negaban o se consideraban de cobardes o débiles. Esto indudablemente ha calado en el modelo que hemos integrado, sin embargo, ahora como padres, queremos educar a nuestros hijos desde un patrón totalmente diferente. Es necesario que las familias tengan más autocompasión, entendiendo que todo proceso y cambio social necesita de décadas para acabar siendo la norma, y es que somos los pioneros de un modelo de acompañamiento a la infancia nunca antes visto. Además, al acompañar las emociones de nuestros hijos, innegablemente conectamos con nuestra propia infancia y, en ocasiones, nos vemos reflejados en ellos, contagiándonos de su emoción, ofreciendo un modelo de conducta poco acercado al que nos habíamos propuesto. Actuar desde un acompañamiento emocional sano y adecuado implica un proceso largo de formación y autoconocimiento que precisa de mucha práctica y consciencia.

P. En su cuento Incondicional habla del miedo que sienten los niños a estar solos, ¿cómo pueden las familias ayudar a sus hijos a disfrutar de la soledad?

R. La soledad elegida es un verdadero regalo. De hecho, en Incondicional vemos que el papá de Mía le explica por qué él disfruta haciendo cosas solo como tomar café o hacer deporte. Poder gozar de un tiempo para uno mismo, en una sociedad en la que estamos rodeados de estímulos, planes y gente, es un verdadero regalo. Si desde que nuestros hijos son pequeños, les enseñamos a establecer una relación sana con la soledad, sin emplearla como un castigo, ofreciéndosela voluntariamente, como un tiempo para cuidar de sus aficiones, seguramente desde que sean pequeños no le tendrán miedo, e incluso pedirán momentos a solas para jugar, escuchar música, ducharse o leer un libro.

P. Jean Piaget afirmaba que el amor es la forma más auténtica de enseñar.

R. Sin emoción no hay aprendizaje, y qué mayor plenitud emocional que la calma, la estabilidad y la felicidad que le proporciona a un niño el amor incondicional de sus padres. Sentirse amado, querido y perteneciente a su familia, le hace crecer con una autoestima sana y segura, siendo estas las raíces que le impulsen a florecer. Los niños y las niñas merecen ser amados incondicionalmente por sus figuras de referencia, con una conexión inquebrantable que les haga sentirse importantes, visibles, válidos y necesarios.

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Sobre la firma

Sonia López Iglesias
Psicopedagoga, maestra y conferenciante. Especialista en educación emocional, comunicación y adolescencia. Colaboradora en diferentes portales educativos y en Club de las Malasmadres como experta en educación. Autora del libro 'El privilegio de vivir con un adolescente' (2023).
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