‘Mi vida a lo grande’: la película que abre el debate sobre la gordofobia en el aula
La cinta de animación checa, que transmite el mensaje de que etiquetar automáticamente a las personas por su peso es un error, ha sido seleccionada por su valor por AulaFilm, un proyecto educativo que hacer llegar a los institutos historias que despierten preguntas entre los jóvenes


La historia puede resultar conocida: un adolescente, de unos 12 años, de padres divorciados, que tiene un grupo de música con sus amigos y al que le gusta cocinar. Posee buena salud y es feliz, pero todo cambia cuando empieza a sentirse atraído por una compañera de clase y un grupo de alumnos más mayores comienza a meterse con él por su aspecto físico. Porque, claro, hasta ahora no habíamos dicho que el protagonista de la película checa de animación Mi vida a lo grande (Karma Films, 2025), Ben, en quien está basado el argumento anterior, está gordo. A partir de una sencilla revisión médica en el instituto, Ben comienza a percibir cómo le ven tanto sus compañeros como sus padres y algunos profesores. Algo de lo que no se había dado cuenta o no había sido tan consciente hasta ese momento.
“El aspecto físico durante la adolescencia se vuelve su canal de expresión, pero también su fuente de conflicto”, explica Alicia Banderas, psicóloga especializada en familias y cofundadora del Instituto Aunat de psicología y desarrollo. Los cambios que viven los menores durante la pubertad van demasiado deprisa, apunta la experta, “incluso antes de que ellos puedan mostrar realmente quiénes son”. Por eso, a esta edad, cualquier crítica o burla se toma tan en serio y cuando los adolescentes se miran al espejo, prosigue, “no se miran para aceptarse. Se están mirando para corregirse”.
Eso es lo que hace Ben. Se pone a dieta, empieza a hacer ejercicio aconsejado por sus padres, acude a un nutricionista, pero, lo más importante, y lo que consigue que el espectador note el cambio de tono en la película, es que empieza a dejar de lado a sus amigos y aquellas aficiones que le hacen ser quién es. En ese momento comienza a aislarse y a tener pesadillas. “No hay nada más infeliz que ver a un adolescente que se pierde para ser querido. Que deja sus aficiones y su proyecto de vida para entrar en un proceso de vacío”, puntualiza Banderas.
Esta película de animación en stop-motion, ópera prima de la directora checa Kristina Dufková que se estrenó en España el pasado 25 de abril, está basada en la novela La vie, en gros, del escritor francés Mikaël Ollivier. La cinta ha sido seleccionada por su valor cultural por AulaFilm, un proyecto educativo que intenta hacer llegar a los institutos películas que despierten preguntas en los jóvenes y les animen a buscar sus propias respuestas. Pablo López, coordinador editorial, considera que es muy complicado encontrar un protagonista gordo en películas para adolescentes porque “generalmente siempre hay una mirada negativa o deprimente hacia este tipo de personajes”, detalla. Pero el enfoque es distinto en Mi vida a lo grande, que en el pasado Festival de Cine de Gijón recibió el Premio del Público Europa Joven.
Los colegios que han podido disfrutar de ella en salas de cine de Soria o Madrid, o a través de su plataforma online, lo han notado. “Los chavales entienden perfectamente el debate que plantea la película alrededor de la gordofobia. Que etiquetar automáticamente a las personas por su peso es un error y se preguntan las formas para poder evitar eso", asegura López.
“Es importante educar a los menores en la diversidad corporal que existe y entender que hay personas delgadas enfermas y personas gordas sanas”, recomienda la nutricionista Azahara Nieto, experta en trastornos de la conducta alimentaria (TCA) que participó en la presentación de la película y en la guía didáctica que Aulafilm reparte entre los centros escolares adscritos. Nieto también incide en la necesidad de que haya una educación nutricional desde el propio hogar, con un enfoque en todas las tallas y en ofrecer una alimentación saludable y flexible; “los niños no necesitan saber si un alimento tiene más o menos fibra o entre sus ingredientes hay glutamato monosódico”, sostiene. Además, la experta considera relevante revisar el vocabulario que se usa en casa sobre los cuerpos y hacerles ver a los menores que “la comida no es un medio para perder peso ni para estar delgado, sino que es un medio para estar nutridos”. Y, sobre todo, tener cuidado con lo que los jóvenes ven en las redes sociales.

La comparación en las redes
“Cuando eres niño, te miras ante el espejo jugando, estás en un lugar de amor. Pero, ante las redes sociales, están tratando de vivir en un escaparate buscando gustar”, añade Banderas. La psicóloga cree que el peligro es que los adolescentes no se están comparando con sus iguales en el instituto, sino “con versiones idealizadas, recortadas y editadas de personas en la red”. Influencers que, como añade la nutricionista, muestran una identidad corporal que no es real. “Los adolescentes piensan que haciendo lo mismo van a tener ese cuerpo y no es así. No hay que optar a un cuerpo ideal. Tu cuerpo ideal ya lo tienes. No puedes convertir tu vida en conseguir un cuerpo para gustar”, puntualiza.
Y de eso se da cuenta Ben a lo largo de la película, en la que en ningún momento, ni en las pesadillas recurrentes que tiene cada noche, se ve delgado. Ese viaje hacia su interior, buscando la personalidad que había dejado apartada por lograr aquella que los demás esperaban de él, es el que le hace darse cuenta de quién quiere ser de verdad.
Banderas cree que hay que diferenciar entre tres conceptos: “Cómo se ve un adolescente, la autoestima, que es cómo me valoro o cuánto me valoro según me veo, y la autoaceptación, que hace referencia a me conozco, con mis luces y mis sombras, y no me rechazo”. Y eso, añade, es lo que hay que trabajar en la adolescencia. Para conseguirlo, el núcleo familiar es muy importante. “Porque un adulto de referencia en casa, que te acompañe en desarrollar el pensamiento crítico, que ofrezca espacios de diálogo, que te valide y que él mismo se autoacepte, es esencial”, apunta Banderas.
Al final, Ben, que solo busca encontrar su propia voz, como tantos adolescentes, acaba entendiendo que no debe cambiar porque otros lo digan. Que debe seguir por el camino que él mismo se había marcado y hacer ver al resto, como canta en la canción que compone junto a sus amigos y que termina interpretando ante todo el instituto: “Tengo hambre de vida y me encanta eso / Somos mucho más que solo peso”.
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