Filippo Grandi, alto comisionado de Acnur: “Escríbalo así: estoy furioso con los europeos por recortar ayudas a los refugiados y luego exigir resultados”
Al término de su mandato, el máximo responsable de la agencia de la ONU para los refugiados asegura que las decisiones presupuestarias se están tomando por mera supervivencia: “Hemos tenido que cortar, cortar, cortar… Así no se puede ser estratégico”, lamenta


El próximo 1 de enero Filippo Grandi (Milán, 68 años) dejará su cargo como alto comisionado de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) después de 10 años de servicio. La semana pasada, Grandi visitó Madrid para recibir la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica en reconocimiento a su trayectoria y compromiso con la defensa de los derechos de las personas desplazadas, un galardón que recibió de presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Grandi se muestra agradecido con España, un país “solidario”, pero en distintos momentos de la entrevista se reconoce “enojado” y “furioso” con los países europeos que no solo han recortado financiación para la ayuda exterior, sino que además se quejan de que llegan más refugiados a sus territorios. Los datos dan la razón a su enfado, pues 2025 ha sido un año devastador para las agencias de ayuda humanitaria: con el desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) por parte del Gobierno de Donald Trump y la reducción de grandes donantes tradicionales como Alemania, Francia y el Reino Unido, Acnur proyecta acabar 2025 con 3.900 millones de dólares (unos 3.350 millones de euros) en fondos disponibles. La cifra supone un descenso del 25% respecto a 2024 y está próxima a los niveles de 2015, cuando el número de desplazados en el mundo era la mitad de los 122 millones registrados en la actualidad. Grandi cree que los países europeos han recortado debido a las presiones de Estados Unidos y para destinar más dinero en seguridad y defensa. “Entiendo el imperativo de la seguridad. En un mes voy a ser un europeo libre y quiero sentirme seguro, no quiero ser amenazado por Rusia. Pero, ¿por qué a costa de la ayuda exterior? Esto es un error estratégico. Hay que mantener la ayuda exterior de Europa, sobre todo en las áreas estratégicamente importantes para el continente: Sahel, Sudán, Oriente Próximo, Ucrania, Afganistán”, enfatiza.
Pregunta. Si pudiera elegir un error del que se arrepienta, ¿cuál sería?
Respuesta. [Tras un largo silencio] Solo en esta oficina de Acnur en España hemos reducido casi la mitad del presupuesto en un año porque nuestra financiación, como en todo el sector, ha sido cortada por los donantes. ¿Hemos cometido un error al depender de una financiación que no ha durado? No sé. Hoy contaba a mis colegas sobre las muchas veces que he ido a Bruselas y otras capitales europeas a decir: ‘Somos demasiado dependientes de la financiación de Estados Unidos. Tienen que ayudarnos’. Mi error fue no ser más insistente. No hicimos lo suficiente para salir de esta dependencia por la que estamos pagando un gran precio ahora.
P. ¿Y una decisión de la que se sienta orgulloso?
R. Que hace años decidimos colaborar con organizaciones que pudieran ofrecer apoyo sostenido a las situaciones de refugiados, especialmente el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. Han ofrecido miles de millones de dólares a países que acogen refugiados y pueden apoyarles incluso mejor que nosotros. Esta decisión fue mía y al principio se criticó, pero es el futuro de la ayuda. Estoy muy orgulloso del Pacto Mundial sobre los refugiados, que contempla nuevas asociaciones entre el sector privado y las organizaciones de desarrollo.
P. Con tantos recortes, ¿cuántas decisiones se toman en Acnur siguiendo criterios humanitarios y cuántas por pura supervivencia presupuestaria?
R. Este año tuvimos que reducir nuestra oferta [de ayuda] para permanecer dentro del presupuesto: de 5.000 millones de dólares bajamos a 3.900 millones en unos meses. Cuando estás así tienes que sobrevivir. Tienes que cortar, cortar, cortar, reagrupar y priorizar. Tuvimos que hacerlo e, inevitablemente, no eres muy estratégico, solo estás reaccionando.
P. ¿Qué diría a los que recortan financiación, pero al mismo tiempo piden resultados a Acnur?
R. Es la mayor contradicción, y es incluso política. Muchos países europeos que están recortando o retirándose también dicen: ‘Oh, tenemos demasiados refugiados’. ¡Claro! Estás recortando en Chad, en Sudán, en el Sahel. ¿De qué se sorprenden? No seamos ridículos. Por favor, escríbalo exactamente así: estoy furioso con los europeos por este asunto.
P. ¿Qué hace más daño a la protección de los refugiados: los discursos antiinmigración o la indiferencia de los Estados?
R. Ambos. La antiinmigración es peor que la indiferencia, pero la indiferencia es suficiente para hacer daño. El discurso antiinmigración es puramente político. Alabo al Gobierno de España por no alinearse con algunas de las peores retóricas, incluso en Europa. Gracias porque eso es tan raro hoy. La semana pasada estuve en Costa Rica, un país muy pequeño, de cinco millones de personas, con 300.000 refugiados nicaragüenses que están huyendo de las peores violaciones de derechos humanos. ¿Sabe cuál país ha sido el más fuerte? España. No solo porque está acogiendo a nicaragüenses aquí, sino porque también apoya a Costa Rica. Y esto es lo que se debe entender: [Los refugiados] No vienen a abusar. Necesitan protección y tenemos que enfrentar esa constante retórica de que abusan del sistema. Los refugiados son personas que huyen de riesgos muy serios. Parece que tenemos que recordarlo todo el tiempo.
P. Tras ver el sistema desde dentro durante una década, ¿la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 sigue funcionando o sobrevive por inercia?
R. La Convención sigue siendo absolutamente válida. Es bastante amplia al describir por qué alguien que sufre ciertas cosas necesita ser protegido internacionalmente. No hay necesidad de tocarla, porque, francamente, si ahora la sometiéramos a debate entre los Estados, la perderíamos, dado el ambiente político actual.
P. ¿Cree que sigue vigente entonces?
R. La Convención establece los principios, mientras que la manera de implementarlos ha ido evolucionando. En 1951, Acnur no operaba en África, pues los refugiados estaban principalmente en Europa. En los sesenta y setenta hubo guerras postcoloniales, luego el final de la Guerra Fría, conflictos internos en muchos países… y nuevos factores que se introdujeron, porque en 1951 nadie habló sobre el cambio climático, por ejemplo. Esto significa que tienes que revisar constantemente la forma en que aplicas los principios. Así que no toquemos los principios, pero estemos abiertos a la revisión. El Pacto Mundial es una herramienta de cómo modernizar los movimientos de la población según los principios existentes.
P. ¿Qué le parece el pacto sobre migración y asilo de la UE?
R. Lo apoyamos en su conjunto, tal y como fue finalizado y adoptado por la UE. Es un buen esfuerzo para trabajar juntos e intentar abordar la llegada de personas a Europa. Pero el problema estará, sin duda, en los detalles de la implementación, especialmente en los procedimientos fronterizos y en el mecanismo de solidaridad, que es lo más importante.
P. ¿Por qué?
R. Porque nadie debe olvidar lo que pasó antes de este pacto, cuando los solicitantes de asilo cruzaban las fronteras y los primeros ministros se pasaban toda la noche llamándose unos a otros: ‘Tú te quedas con cinco [refugiados], yo me quedo con diez, yo me quedo con cincuenta…’ Eso es una vergonzosa muestra de cómo se pasan la pelota unos a otros. Se supone que el pacto acabará con eso mediante un mecanismo automático, pero sabemos que hay resistencias políticas. Espero que se aplique. Ya veremos.
P. ¿Señalaría algún país europeo por ponerlo especialmente difícil?
R. Europa ha tomado decisiones importantes, pero no ha sido fácil. Hungría, por ejemplo, que consistentemente han presionado para retroceder, especialmente en la solidaridad.
P. Hay otros países en los que Acnur está presente, como Libia o Túnez, donde se han documentado violaciones de derechos humanos. Y la agencia ha sido señalada por mirar hacia otro lado. ¿Qué responde a esas críticas?
R. Hay que entender que Acnur tiene que lidiar con cualquier país que acoja refugiados. Algunos son muy buenos y agradables, y otros no, pero tienen refugiados. ¿Qué haces? Tenemos que ser realistas y lidiar con cualquiera que sea un interlocutor relevante para nosotros. Y, por supuesto, tenemos que intentar asegurarnos de que estos países actúen con las personas desplazadas de la mejor manera posible. A veces abusan de los derechos con una mano, pero acogen a refugiados con la otra.
P. ¿Y en el caso de un país, no ya una organización como la suya?
R. Este es el punto más importante, tal vez. ¿Deberían los Estados europeos no firmar acuerdos con esos países? Creo que es legítimo estabilizar flujos y evitar a la gente viajes peligrosos, pero tienes que hacerlo de manera consistente. Libia es un buen ejemplo: si solo le das a Libia recursos para controlar las salidas con su guardia costera, no solucionas el problema porque bloqueas allí a la gente, pero entonces esas personas son enviadas a una cárcel y son maltratadas. Hay que lidiar con el problema globalmente, es decir, también hay que actuar en las prisiones, en la gestión de esta población… No solo controlar la frontera externa, sino generar oportunidades para quienes se quedan.
P. ¿Qué es lo más difícil de decir a una familia refugiada cuando sabe que no puedes resolver su situación?
En 2024 distribuimos 700 millones de dólares en dinero en efectivo, que es el modo más directo, seguro y digno para ayudar a los refugiados más pobres. Este año tendremos menos de 300 millones. Eso significa que las familias que recibían este dinero, tendrán solo la mitad. Y que en algunos países distribuiremos solo a la mitad de las familias que lo necesitan. Estamos hablando de personas que han perdido todo. Lo más difícil es que ni siquiera sabemos cómo podemos ayudar.
P. ¿Y el momento más doloroso que ha experimentado durante los últimos 10 años?
R. Oh, tantos. Sobre todo, durante las emergencias. Recuerdo a los refugiados rohinyás que conocí en Bangladés en 2017. Escuché historias de niños que habían visto cómo mataron a sus padres, mujeres que habían sido violadas, mutilaciones y terribles violaciones. Lo mismo con personas en Chad que venían de Darfur. Puedo dar muchos ejemplos, por desgracia. El momento más doloroso es cuando ves la violencia descarnada de la que huyen estas personas. Ocurre todos los días, incluso ahora mismo, mientras hablamos.
P. Si pudiera dar un solo consejo a su sucesor, ¿sería más sobre valentía… o sobre paciencia?
R. Ambos son necesarios. Tienes que ser paciente. Hablamos mucho sobre la protección de los refugiados, pero ¿qué es eso? La protección está basada en algunos principios claros, pero su aplicación requiere negociación. La protección es negociación con los Estados, con las comunidades, con las instituciones y con los refugiados mismos. Y las negociaciones requieren paciencia. También tienes que ser fuerte defendiendo los principios y luego negociar. Así que paciencia, coraje y paciencia otra vez.
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