La caótica política arancelaria de Trump cambia el equilibrio del comercio mundial
Un estudio de la Universidad de Yale revela que los gravámenes son los más altos desde el inicio de la II Guerra Mundial, pese a las últimas rebajas

El mundo paga más por el comercio global que hace un año. Los intercambios son más caros. La política comercial del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado la vuelta a las relaciones comerciales que durante décadas construyeron los países a base de capas de diplomacia. Los mal llamados aranceles “recíprocos” que impuso Trump de forma generalizada el famoso 2 de abril de este año están en plena evolución. El rudimentario cartel que mostró al mundo la jornada bautizada por el mandatario como “el Día de la Liberación” ha quedado obsoleto en cuestión de meses.
La Casa Blanca está modulando la política comercial con cambios permanentes que están dejando atónitos a los operadores. Las tasas comerciales están sufriendo una gran volatilidad. Las empresas y comerciantes tienen que adaptarse a cada nuevo movimiento de Trump. Y no son pocos los pasos de este agitado baile que ha emprendido el neoyorquino. “La tasa arancelaria efectiva ha fluctuado sustancialmente este año, comenzando en el 2,4% a principios de enero y alcanzando un máximo de alrededor del 28% tras los anuncios del 9 y 13 de abril”, asegura el Laboratorio Presupuestario de la Universidad de Yale, que hace un seguimiento pormenorizado de los impuestos a la importación.
Aquel 2 de abril, Trump impuso un arancel universal mínimo del 10% a todas las importaciones y castigó más a sus tradicionales socios comerciales. A la UE, por ejemplo, le impuso un arancel adicional del 20%. Desde entonces, la Casa Blanca ha ido modulando los impuestos en función de acuerdos, en los que incluía otras contraprestaciones. Durante las dos últimas semanas ha reducido la tensión comercial sobre muchos productos alimentarios.
La caótica política arancelaria de Trump está cambiando la relación de fuerzas en el comercio mundial. Los países a los que les ha impuesto tasas más bajas se han vuelto más competitivos de la noche a la mañana. Y los que soportan gravámenes más elevados pierden atractivo. Tras las últimas negociaciones, el arancel del 15% parece ser la referencia para los socios comerciales.
Precisamente eso es uno de los puntos que destacó la semana pasada la Comisión Europea para mejorar las previsiones económicas del bloque. El Ejecutivo comunitario alude a la “ventaja relativa para la economía europea” frente a países o bloques que sufren aranceles más altos de Estados Unidos para explicar la revisión al alza de sus pronósticos. Pese a que les da cierta ventaja competitiva, la nueva política comercial sigue sin convencer a los economistas, empresas y hogares.
Sophie Altermatt, economista de Julius Baer, pone el ejemplo del reciente acuerdo comercial de EE UU con Suiza, que reduce los aranceles del 39% al 15%. “Suiza se enfrenta al mismo tipo arancelario que la UE, eliminando la desventaja competitiva en el mercado estadounidense”. Y prosigue: “Aunque el acuerdo ofrece cierto alivio a los exportadores, su situación sigue siendo complicada. Incluso con el acuerdo, el tipo arancelario estadounidense es significativamente más alto que antes de que el presidente estadounidense Trump asumiera el cargo”, remarca Altermatt.
Aunque el 15% es una ventaja para los socios, es un nivel mucho más elevado que a principios de año. Tras los recientes cambios, “los ciudadanos se enfrentan a una tasa arancelaria efectiva promedio del 14,4%, la más elevada desde 1939”, según calcula el departamento analítico de Yale.
Eso, por supuesto, tiene consecuencias: “Las pequeñas empresas estadounidenses están asumiendo importantes aumentos de sus costes durante el último año”, según el último Informe de Propietarios de Negocios del Bank of America, que apunta a la inflación y los aranceles como las principales preocupaciones de los empresarios de menor envergadura.
Un informe de la patronal tecnológica, (CTA, en sus siglas en inglés), señala que casi la mitad de los que creen que durante las próximas fiestas navideñas van a gastar menos atribuyen su decisión a preocupaciones económicas, en gran medida por los precios más altos provocados por los aranceles.
Los economistas recuerdan que una cosa son los anuncios y otra, los hechos. El representante comercial estadounidense, Jamieson Greer, ha lamentado recientemente el lento desarrollo del acuerdo comercial entre la UE y Estados Unidos. Ha recordado que Europa aún no ha reducido los aranceles a las importaciones estadounidenses. También ha señalado que China aún no ha finalizado un acuerdo de tierras raras, aunque el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, espera un acuerdo antes del próximo jueves, cuando las familias estadounidenses celebran la fiesta de Acción de Gracias. Pero la realidad es que aún faltan detalles por cerrar.
En cualquier caso, el giro arancelario de Trump lleva a preguntarse si empleó los aranceles para obtener algunos réditos políticos de sus socios comerciales. Como si utilizara los aranceles como arma negociadora para conseguir otros objetivos. Por ejemplo, a Europa le obligó a invertir miles de millones en Estados Unidos y a aumentar el gasto en defensa para beneficiar a empresas estadounidenses o a México a endurecer el control sobre la frontera.
Los economistas acostumbran a recordar que en la vida todo tiene un coste. Aumentar los aranceles también tiene repercusiones: la cesta de la compra cada vez es más cara para los hogares estadounidenses. “El aumento de la preocupación política por la percepción de la inflación de los consumidores parece estar impulsando la reducción de los aranceles que los importadores estadounidenses pagan por los productos alimenticios”, explica Paul Donovan, economista jefe de UBS. Este economista se refiere a la creciente preocupación por el aumento del coste de la vida.
El debate sobre la asequibilidad se ha extendido por Estados Unidos como la pólvora tras la victoria de Zohran Mamdani en las elecciones a la alcaldía de Nueva York. El político socialista enarboló la bandera del coste de la vida como uno de los principales ejes de su campaña. Desde entonces, La Casa Blanca trata de recuperar la iniciativa con medidas para reducir el coste de la vida. Entre ellas, algunas rebajas arancelarias.
Por eso, el mandatario republicano ha aprobado varios cambios sustanciales durante las últimas dos semanas. Alcanzó un acuerdo con Argentina, Ecuador, Guatemala y El Salvador para reducir las tasas comerciales a una amplía gama de productos que no se producen en Estados Unidos. Al día siguiente aprobó una orden ejecutiva para eximir de los aranceles a 200 productos básicos de la cesta de la compra de las familias estadounidenses, como la carne y derivados de ternera, plátanos, piñas y otras frutas tropicales, café y verduras, entre otros productos.
También pactó con Suiza para rebajar los gravámenes comerciales del 39% al 15%. Precisamente esa tasa es la que soportan los principales aliados comerciales de Estados Unidos, como la Unión Europea o Japón, tras los acuerdos comerciales del pasado verano. Esa parece ser la nueva meta.
Esta semana ha cambiado el estatus arancelario de Brasil, que mantiene una tasa general del 50%, pero el presidente ha dejado exento de pagarla a un extenso catálogo de productos alimentarios, que van desde el café al coco o la carne de res.
“Las negociaciones bilaterales con los países latinoamericanos tendrán un alcance limitado debido a las reglas del pacto comercial del Mercosur. En el pasado, otras reducciones arancelarias no han reducido necesariamente los precios al consumidor”, según Paul Donovan.
De hecho, según la Universidad de Yale, los aranceles son impuestos regresivos. En un estudio publicado esta semana el centro de análisis concluye que un hogar en decil más bajo, en el 10% de los que menos renta tienen, se enfrenta una pérdida real de ingresos de 920 dólares en dólares, mientras que el hogar promedio del decil más alto, entre el 10% con más renta, pierde 3.871 dólares. Es una cantidad absoluta mayor, pero proporcionalmente supone un recorte mucho menor de los ingresos. Es decir, las familias de bajos ingresos soportan una carga impositiva por los aranceles del 2,4%, frente al 0,8% de las más ricas, tres veces más. Los hogares más vulnerables gastan una mayor proporción de su renta en bienes expuestos a aranceles, como ropa, calzado o aparatos electrónicos y vehículos. Las tasas arancelarias sobre estos productos no se veían desde el principio de la II Guerra Mundial.
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