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Hezbolá confirma el asesinato de su número dos por Israel, que aumenta su nivel de alerta militar

La milicia chií entierra a las afueras de Beirut a Haizam Ali Tabatabai, asesinado el domingo en el mayor ataque en un año de alto el fuego en Líbano

Un miliciano de Hezbolá hace el saludo militar al paso del ataúd de Haizam Ali Tabtabai, en la procesión fúnebre a las afueras de Beirut, este lunes. Foto: Hussein Malla (AP) | Vídeo: epv

Hezbolá entierra este lunes a las afueras de Beirut a su número dos, Haizam Ali Tabatabai, asesinado en la víspera por Israel, en el ataque de más entidad en un año de alto el fuego en Líbano, que atraviesa días particularmente delicados.

La milicia chií ha confirmado su muerte este lunes, que Israel ya había dado por hecha. Junto al edificio bombardeado, uno de sus dirigentes, Mahmud Qmati, ha acusado al Gobierno de Benjamín Netanyahu de cruzar una “línea roja” y ha señalado que el liderazgo de la organización valora cómo y cuándo responder. Hezbolá está en una posición muy difícil: demasiado débil y regionalmente aislada como para reaccionar, pero necesitada también de enfrentar de alguna manera los crecientes ataques israelíes (en particular este último) para no revelarse particularmente humillada e incapaz.

Mientras, la Fuerza Aérea israelí ha elevado su nivel de alerta y reforzado las defensas aéreas en el norte del país, ante un posible lanzamiento de cohetes por parte de Hezbolá, afectado también por las horas bajas de su patrón, Irán, y por el cambio de régimen en Siria, por donde le llegaba armamento. Las autoridades militares israelíes no esperan, sin embargo, una andanada de proyectiles. De hecho, no han modificado las instrucciones a la población civil, como sí suelen hacer cuando prevén un ataque inminente.

El asesinato de Tabatabai es el último eslabón en la escalada israelí contra Hezbolá en las últimas semanas, a la que la milicia no ha respondido. Con 57 años de edad, era el Jefe del Estado Mayor, y Estados Unidos —que lo tenía en la lista de sanciones desde 2016— ofrecía cinco millones de dólares (unos 4,3 millones de euros) por información que llevase a su detención. El ejército israelí lo acusó de liderar “los intentos de rearme de Hezbolá”.

Netanyahu se jactó el domingo de la operación. “La política que estoy liderando es absolutamente clara: bajo mi liderazgo, el Estado de Israel no permitirá que Hezbolá reconstruya su poder y no permitiremos que vuelva a representar una amenaza. Espero que el Gobierno del Líbano cumpla su compromiso de desarmar a Hezbolá”, señaló en un comunicado. Previamente, al inicio de la reunión semanal del gabinete del Gobierno, aplaudió los ataques de los días previos y subrayó que seguirá “haciendo todo lo necesario” para impedir que Hezbolá se rearme.

Justo después, una nube de humo se elevó sobre Haret Hreik, una zona densamente poblada de la periferia de Beirut. Israel acababa de bombardear allí un edificio residencial, causando cinco muertos y al menos 28 heridos, según el Ministerio de Sanidad. Era su primer ataque en los suburbios de la capital libanesa desde junio, aumentando el temor entre la población local de una escalada que derive en una nueva guerra abierta.

Escalada

Durante el año de alto el fuego, Israel no ha dejado de bombardear Líbano casi a diario y sin respuesta, aprovechando la fragilidad de Hezbolá y la connivencia de los garantes del acuerdo. Pero en las últimas semanas, ha subido el tono de las acusaciones y los ataques.

El Gobierno de Netanyahu acusa casi a diario al Ejecutivo libanés de procrastinar en su compromiso de desarmar a la milicia (inscrito en el acuerdo de alto el fuego) y enmarca los ataques que lanza a diario en el sur de Líbano (y que han matado a más de 300 personas durante el alto el fuego) en su determinación de impedir que Hezbolá reconstruya sus capacidades militares. Es algo que asegura que viene haciendo tanto cerca como lejos de la frontera y se ha generado un ambiente de anticipación de una nueva guerra o, al menos, oleada de bombardeos durante varios días.

El incremento de los ataques israelíes —el sábado, su ejército informó de la muerte de dos supuestos comandantes más— se percibe en Líbano como un acto de presión hacia el Gobierno (para apremiarlo en la tarea de desarmar a Hezbolá); hacia la milicia, por su rechazo a desarmarse; y hacia la comunidad de seguidores de la organización, a quienes Israel querría volver en su contra.

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