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La tormenta perfecta se cierne sobre Zelenski

El mandatario se enfrenta a la exigencia de Trump de que Ucrania capitule ante Rusia mientras crece la oposición interna por la corrupción en su círculo de poder

Cristian Segura

Ucrania se enfrenta al momento de la verdad, anunció el viernes Volodímir Zelenski, en un duro discurso a la nación. “O perder la dignidad o perder a un aliado clave”, dijo el presidente. Este aliado es Estados Unidos y no es un socio cualquiera: fue su principal suministrador de armamento en los primeros tres años de la guerra. Todo cambió cuando el pasado enero llegó Donald Trump a la Casa Blanca y demostró desde el primer día de mandato su afinidad con su homólogo ruso, Vladímir Putin. El “plan de paz” que Trump exige ahora a Zelenski es una capitulación ante el invasor, lo que el mandatario ucranio consideraría perder la dignidad.

Lo que Zelenski planteó a la ciudadanía en su mensaje es una pregunta que tarde o temprano tenía que llegar: ¿quieren los ucranios y sus representantes políticos ceder a los intereses rusos y así detener la guerra? ¿O están dispuestos a continuar luchando pese a que la situación solo puede ir a peor? El presidente lo dejó todavía más claro cuando advirtió que en caso de mantener la dignidad, el país se enfrenta “a un invierno extremadamente duro”.

El periodo “extremadamente duro” ya empezó. Los bombardeos rusos contra el sistema eléctrico provocan cortes de luz diarios de 14 horas. Esto va acompañado de la interrupción del sistema de calefacción, de telefonía o de agua caliente. En el frente de guerra, la situación no es más fácil: pese a la defensa heroica ucrania, el ejército ruso avanza en Donetsk, en Járkov y acaba de iniciar una nueva ofensiva en el sur, en la provincia de Zaporiyia.

Si las amenazas veladas de Trump de interrumpir la ayuda militar estadounidense para Ucrania se cumplieran, en caso de que Zelenski no responda al ultimátum para aceptar su plan de paz, la situación en el frente y en la retaguardia irían a peor. Sobre todo porque Ucrania podría quedarse sin la inteligencia estadounidense que le permite detectar desde el despegue de los aviones rusos a posiciones militares del enemigo.

La mayor crisis política

El cansancio se acumula inevitablemente en la sociedad ucrania y hay claras muestras de ello: los 1,5 millones de hombres que se esconden del alistamiento obligatorio, según cifras oficiales; las deserciones y abandonos no autorizados de posición en el ejército, que equivalen hoy, según datos de la Fiscalía General, a un 20% de las tropas; y la primera gran crisis política que sufre el presidente en los casi cuatro años de guerra a cuenta de la corrupción.

Zelenski abrió el pasado 22 de julio la caja de Pandora cuando presentó de urgencia en la Rada, la cámara legislativa, una reforma legal que anulaba de facto la independencia de las agencias anticorrupción del país. A los diputados se les dieron unas pocas horas para votar. La decisión de Zelenski le costó las primeras manifestaciones en las calles de Ucrania en los casi cuatro años de guerra, y su primera fractura con Europa.

Cuatro meses después, pocos dudan de que aquel movimiento fuera una reacción para encubrir una ola de fraudes que azotaría al círculo de confianza del jefe de Estado.

Zelenski dio marcha atrás a su voluntad de que La Agencia Nacional Anticorrupción (NABU) y la Fiscalía Anticorrupción (SAPO) pasaran a estar bajo los designios del fiscal general, un cargo nombrado por él. Desde la NABU y la SAPO se filtró por entonces a los medios de comunicación que el principal motivo de la andanada del presidente contra su autonomía tenía nombre y apellido: Timur Mindich.

Mindich ha sido uno de los amigos de mayor confianza del jefe de Estado y su socio en la productora audiovisual Kvartal 95, la que convirtió a Zelenski en un actor célebre. La NABU y la SAPO llevaban meses siguiendo a Mindich y grabando cientos de horas de sus conversaciones. El contenido de estas investigaciones resultaría explosivo, y la detonación se ha producido este noviembre. Los organismos anticorrupción hicieron públicas grabaciones que demostrarían que Mindich era el cerebro de una red de mordidas procedentes de contratos de la empresa estatal de la energía atómica Energoatom. El fraude alcanzaría superaría los 85 millones de euros.

Dos de los principales investigados, Mindich y el empresario Oleksandr Zukerman, huyeron de Ucrania el 10 de noviembre, pocas horas antes que la NABU registrara sus domicilios.

El caso Energoatom ya se ha llevado por delante a dos ministros: a la titular de Energía, Svitlana Grinchuk, y a su antecesor y ministro de Justicia, German Galuschenko. Pero no solo eso, el ex viceprimer ministro Oleksi Chernishov, otro hombre del círculo próximo a Zelenski, fue detenido esta semana por presuntamente colaborar con Mindich en el lavado de dinero de las comisiones ilegales de Energoatom. Chernishov fue puesto poco después en libertad bajo fianza.

Doble amenaza

Los tentáculos de Mindich no terminan aquí: la NABU y la SAPO tienen grabaciones que demostrarían que el empresario y socio de Zelenski aprovechó sus contactos para negociar contratos con Rustem Umerov, exministro de Defensa y actual secretario del Consejo de Seguridad Nacional. Umerov es también una de las personas de mayor confianza del presidente.

Umerov es una figura que encarna la doble amenaza que pende sobre Zelenski. Por un lado se le cuestiona en algo tan sagrado como la gestión de los presupuestos de defensa; por otro, su nombre apareció esta semana en los medios estadounidenses como el representante del presidente ucranio que participó en la elaboración del plan de paz de Trump. Según estas informaciones, Umerov propuso uno de los puntos más polémicos: que Ucrania renuncie a procesar los crímenes de guerra cometidos por Rusia y se establezca una amnistía por todos los delitos cometidos durante el conflicto.

Umerov negó el viernes la mayor, pero la oposición saltó a la yugular. El diputado Volodímir Ariev fue el encargado por parte de Solidaridad Europea, principal fuerza de la oposición, para exigir explicaciones en lo que su partido considera que es una cláusula que permitirá al círculo de Zelenski a no ser juzgados por corrupción. De hecho, según los medios estadounidenses, Umerov consiguió retirar un punto del plan que reclamaba una auditoría especial sobre la gestión de los fondos internacionales para Ucrania.

“No puede imaginarse tal nivel de cinismo y arrogancia”, escribió Ariev en un comunicado, “proteger a los ladrones y los bienes robados es más importante que proteger los intereses de Ucrania”. Ariev también considera que el plan que pretende imponer Trump a Ucrania es una “capitulación y una tradición” y que aceptarla podría provocar la inestabilidad interna en el país.

Un estudio del centro demoscópico Gradus presentado el pasado octubre señalaba precisamente este riesgo como uno de los factores por los que los seis millones de ucranios refugiados en Europa se resisten a volver a su país, incluso si se acuerda la paz: según Gradus, uno de los aspectos que destacan estos desplazados es que la situación social y política interna puede ser negativa si la guerra se cierra con un mal pacto para Ucrania.

Gobierno de unidad nacional

Pese a que se está librando una guerra por la supervivencia del país, y pese a que su principal aliado les está dejando en la estacada, la oposición ucrania quiere ver caer al Gobierno. Solidaridad Europea está buscando una mayoría para ganar una moción de censura que tumbe al Ejecutivo del jefe de Estado. El expresidente Petro Poroshenko, líder de Solidaridad Europea, quiere cesar al Consejo de Ministros y que la Rada proponga un “Gobierno de unidad nacional”, una coalición de todas las fuerzas parlamentarias. Poroshenko tiene asegurado el apoyo del grupo de la exprimera ministra Yulia Timoshenko y de otra fuerza opositora, Golos.

Kira Rudik, la líder de Golos, defendió el 18 de noviembre en un comunicado que es imprescindible un “reinicio” en Ucrania con un Gobierno de coalición puesto que convocar elecciones es imposible mientras esté en vigor la ley marcial. Y no solo por la ley marcial, ningún partido político cree que sea posible convocar comicios legislativos y presidenciales mientras haya una guerra. “Es necesario un reinicio porque la situación irá a peor”, afirmó Rudik, “para el presidente es una buena opción para salir de la crisis y afrontar así el malestar, porque la corrupción será utilizada por nuestros enemigos”.

El interrogante es si la disidencia en Servidor del Pueblo será lo suficientemente grande como para tumbar al Gobierno. Mikita Poturayev, diputado del grupo del partido, anunció el 19 de noviembre que se estaba preparando una escisión dentro de Servidor del Pueblo para secundar la creación de un Ejecutivo de unidad nacional. En los dos últimos años han ido a más las voces como las de Poturayev que lamentan que durante la guerra, todo el poder político de Ucrania ha recaído en la oficina del presidente.

Dmitro Razumkov, expresidente de la Rada y aliado de Zelenski en los dos primeros años de su presidencia, es uno de los ideólogos de la formación de un Gobierno de unidad nacional. Razumkov asegura que la estabilidad del país depende de establecer contrapoderes a la oficina del jefe de Estado, que actualmente no cuenta con oposición alguna. “Por desgracia, ni el Parlamento ni el Gobierno son capaces hoy de tomar decisiones e implementarlas de forma independiente”, dice Razumkov en una entrevista con EL PAÍS.

La incógnita de Yermak

La situación es tan difícil para Zelenski que, por primera vez, desde sus propias filas se le ha reclamado que destituya a Andrii Yermak, su mano derecha. El poder de Yermak en la oficina del presidente es casi absoluto y desde la oposición y los medios de comunicación se apunta a que, pese a que su nombre no aparece en las transcripciones de la NABU, sí aparece un miembro del círculo de Zelenski que sería Yermak y que es presentado con el nombre “Ali Babá”. Este Ali Babá, según las conversaciones de Mindich con sus secuaces, estaba operando para bloquear las investigaciones anticorrupción.

También ha habido voces destacadas de Servidor del Pueblo que han pedido en público el relevo de Yermak. Fedir Venislavski, uno de los diputados de mas peso del grupo parlamentario, afirmó el 18 de noviembre en Radio Svoboda que el cese de Yermak era una cuestión que estaba siendo debatida entre sus filas: “No he pedido la dimisión de Yemak, pero creo que su relevo sería sin duda una forma de contener la presión sobre el Gobierno”.

El 20 de noviembre, el mismo día en que Zelenski recibió oficialmente el plan de paz de Trump, se reunió con su grupo parlamentario. Y no lo hizo para detallar el contenido del documento, sino para transmitirles que no habría cambios en el Gobierno ni relevaría a Yermak. Ígor Krivosheyev, uno de sus diputados críticos, cargó en sus redes sociales contra el presidente por lo que él considera falta de decisiones: “Estamos esperando a que acepten lo inevitable, la responsabilidad política, porque para nosotros, cada día tiene un precio altísimo”.

Lo irónico es que el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, se dirigió el viernes a Zelenski en palabras similares: “Estamos dejando claro a Zelenski y a su Gobierno que sería mejor llegar a un acuerdo ahora que más tarde. El margen que le queda para tomar decisiones de forma independiente está reduciéndose al ritmo que avanzan las fuerzas rusas”.

La respuesta de Zelenski, en su discurso a la nación del viernes, es que el país debe estar ahora más unido que nunca y dejar de un lado “la politiquería”: “Debemos reconducir las cosas juntos, recuperar la cordura. Abandonar las disputas, parar la politiquería. El Estado debe funcionar, el Parlamento de un país en guerra debe trabajar unido. El Gobierno de un país en guerra debe trabajar eficazmente. Y todos juntos no debemos olvidar, ni confundir, quién es el verdadero enemigo de Ucrania”.

La respuesta a este mensaje, según la oposición, es un Gobierno de unidad nacional. “El problema es que Zelenski no puede trabajar en equipo”, lamenta Razumkov. “Él cree en un solo tipo de gestión, la personal”, añade. Sea por la razón que sea, si el presidente sigue optando por concentrar el poder en su persona, la consecuencias de los meses “extremadamente duros” que le esperan a Ucrania recaerán en él.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa y en 2025, el premio internacional de periodismo Julio Anguita Parrado.
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