Trump rehabilita en la escena internacional al presidente sirio y exyihadista Ahmed al Shara
El republicano recibe al hombre por el que Washington llegó a ofrecer una recompensa millonaria en una reunión a puerta cerrada


Hace menos de un año, el entonces presidente electo estadounidense Donald Trump defendió en público distanciarse de los acontecimientos en Siria tras la caída del dictador Bachar el Asad. “Que lo resuelvan ellos, no nos dejemos arrastrar”, exigió. Aquella recomendación ha envejecido mal: Washington colabora con Damasco en el proceso de transición, y el republicano ha recibido este lunes en la Casa Blanca al nuevo líder de ese país, Ahmed al Shara. Es la primera visita de un jefe de Estado del país árabe a Washington, y también la primera ocasión en que la Administración estadounidense agasaja a un antiguo líder yihadista por cuya cabeza llegó a ofrecer hasta diez millones de dólares (nueve millones de euros).
“Queremos que Siria se convierta en un país de éxito, y creo que este líder lo puede conseguir”, aseguraba Trump en declaraciones a la prensa en un evento posterior a la reunión. “Tenemos que conseguir que Siria funcione”.
El encuentro, que tenía la seguridad como asunto principal, se celebró casi de tapadillo. Figuraba en la agenda oficial de Trump, pero no siguió el protocolo habitual para las visitas de mandatarios extranjeros. En lugar de entrar por la puerta principal, en el ala oeste de la Casa Blanca, Al Shara ha entrado por un lateral habitualmente reservado a los funcionarios. No ha habido escolta de honor con banderas a lo largo de la entrada. La Casa Blanca no ha difundido fotografías del encuentro de los dos líderes en el Despacho Oval, que sí ha divulgado la Presidencia siria.
La reunión se celebró a estricta puerta cerrada, sin el habitual intercambio de preguntas y respuestas con la prensa entre Trump y un líder extranjero en la residencia presidencial. Tan solo la Casa Blanca ha confirmado, cuando el encuentro ya estaba en marcha, que Al Shara había llegado a las 11.37 hora local (17.37 hora peninsular española).

La semana pasada, Washington ya había retirado las sanciones que imponía al antiguo líder yihadista y a su ministro de Exteriores, Anás Jatab, por su papel dirigente en la milicia Hayat Tahrir al Sham y sus lazos con el Ejército Islámico y Al Qaeda. El Consejo de Seguridad de la ONU también había eliminado las que mantenía contra Siria. Y mientras Trump y Al Shara se veían en la Casa Blanca en una reunión de dos horas, el Departamento del Tesoro anunció la suspensión de parte de sus sanciones más duras contra Siria, las que impone bajo la llamada “ley César”, durante 180 días.
Para Estados Unidos es fundamental establecer buenas relaciones con Siria, un país clave para conectar el Mediterráneo con Asia Menor; también para garantizar la seguridad de Israel, evitar la influencia de Irán y de Rusia en el país árabe e impedir que resurjan el Estado Islámico u otros grupos afines en la zona.
Para el régimen de Damasco, formado en enero tras la ofensiva relámpago que derrocó a El Asad encabezada por Hayat Tahrir al Sham —el grupo rebelde liderado por Al Shara y, hasta 2016, afiliado a Al Qaeda—, es fundamental que Siria reconecte con el resto del mundo, gane legitimidad internacional, reciba ayuda para una reconstrucción que requerirá más de 200.000 millones de dólares (unos 170.000 millones de euros), según el Banco Mundial, y pueda desarrollar lazos económicos y diplomáticos con las potencias occidentales.
Estados Unidos media en conversaciones sobre un posible pacto de seguridad entre Siria e Israel. Además, Washington planea establecer una presencia militar en una base aérea en Damasco, según la agencia Reuters. Se esperaba que en la charla entre Al Shara y Trump se abordase también la posibilidad de que Siria se sume a la coalición global encabezada por Estados Unidos para la lucha contra el Estado Islámico. Las fuerzas sirias ya se han coordinado en varias ocasiones con las de la Coalición, que aún opera contra las células del ISIS en la región.
Al tiempo que Al Shara aterrizaba en Washington este fin de semana, el Ministerio del Interior sirio lanzaba una campaña contra células de esa organización yihadista por todo el país y detenía a más de 70 sospechosos.

La reunión en la Casa Blanca ha continuado la primera toma de contacto entre los presidentes de Siria y Estados Unidos celebrada en Arabia Saudí el pasado mayo. En aquel encuentro, propiciado por el príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salmán, Trump había elogiado a su interlocutor como un líder con un “fuerte pasado”.
Entonces, Trump planteó a Al Shara su interés en que Siria se sume a los Acuerdos de Abraham, por los que varios países de mayoría musulmana comenzaron el proceso de normalización de relaciones con Israel. Es una perspectiva que puede haber presentado también en la cita de este lunes en la Casa Blanca.
Los Acuerdos de Abraham representan el logro en política exterior de su primer mandato del que Trump está más orgulloso, y tiene un gran interés en ampliarlos. La semana pasada se sumó Kazajistán, el mayor país de Asia Central, en un paso de alcance sobre todo simbólico: Astaná ya mantiene relaciones diplomáticas y económicas con Israel.
La próxima semana visitará la Casa Blanca Bin Salmán. Washington tiene especial interés en sumar a esos acuerdos a Arabia Saudí, el líder espiritual de los países árabes y potencia económica de Oriente Próximo, aunque Riad no prioriza dar pasos en esa dirección en tanto no se resuelva el futuro de Gaza y se establezca una ruta creíble hacia la creación de un Estado palestino.
Siria tampoco ha dado señales de tener un gran interés en normalizar la relación con un vecino que ocupa parte del sur de su territorio en los Altos del Golán —de donde procede la familia del actual presidente sirio— desde la guerra de los Seis Días de 1967, y que recientemente ha invadido más terreno sirio con el argumento de proteger su seguridad nacional.
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