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Una multitud inunda Tel Aviv para presionar por la liberación de los rehenes: “Netanyahu, es ahora o nunca”

Los manifestantes aplauden a Trump y abuchean al primer ministro israelí. Los familiares con cautivos en Gaza admiten que nunca han sentido tan cerca su regreso

Antonio Pita

El caso de Herut Nimrod es, probablemente, el más duro de todos los familiares de los 48 últimos rehenes en Gaza. Su hijo Tamir, con doble nacionalidad alemana-israelí, es uno de los dos únicos cautivos, junto con el nepalí Bipin Joshi, cuya suerte se desconoce. Su única pista es el vídeo de su captura, con vida, el 7 de octubre de 2023. Nada más desde entonces, salvo una cifra soltada por el presidente estadounidense, Donald Trump, que parecía indicar que los servicios secretos sabían que está muerto, pero no se lo decían.

Israel sitúa a 20 con vida (por información de inteligencia o porque el propio Hamás los ha mostrado hablando en sus vídeos propagandísticos) y da por muertos a otros 26, así que —tras dos años de espera— a Herut se le llenan los ojos de lágrimas al imaginarse abrazando en unos días a su hijo, gracias al plan para Gaza del presidente de EE UU, Donald Trump, que ha pisado el acelerador y convertido en una posibilidad real (la liberación inminente de todos los rehenes) lo que apenas dos semanas antes parecía una quimera.

“Ya hubo acuerdos antes, pero esta vez parece distinto”, cuenta en la plaza de la protesta que este sábado ha congregado a una multitud en Tel Aviv para presionar por la liberación de los rehenes. “Sí, me puedo imaginar abrazando a Tamir. No sé en qué condición está, pero espero que haya sobrevivido y que sepa que estamos haciendo lo posible por liberarlo. De lo que estoy seguro es de que lo primero que querrá es un abrazo de su madre”.

Nimrod admite que los socios ultranacionalistas de Netanyahu ya han intentado en el pasado boicotear el fin de los bombardeos (en su búsqueda por vaciar Gaza de palestinos y recolonizarla con judíos), pero cree que Netanyahu “mantendrá su palabra”, que una mayoría del Gobierno y de la sociedad israelí apoya el pacto y, sobre todo, que Trump ha decidido que sucederá. “Todo el mundo árabe está detrás y espero que presione a Hamás para aceptarlo. Sé que piden cambios, pero espero que los mediadores puedan resolver las diferencias y ver a nuestros hijos pronto de vuelta en casa”, afirma. Simbólicamente, su nombre, Herut, significa en hebreo “libertad”. Su esperanza ahora es que esta manifestación —que se celebra cada sábado cuando concluye la jornada sabática al caer el sol— sea la última.

Todos parecen conscientes de la importancia del momento. Y nadie quiere decirlo tajantemente, por miedo a una nueva decepción, pero este sábado un ambiente distinto marca la manifestación. Una multitud inunda la plaza y los accesos. Son, seguro, decenas de miles, más que en anteriores ocasiones. Por megafonía aseguran que la policía calcula 200.000 asistentes, un éxito en un país de 10 millones de habitantes.

La sensación imperante es que esta vez sí es la definitiva. Y que “todos” (uno de los cánticos que todos corean en la protesta junto con la palabra “ahora”) volverán a casa en los próximos días, aunque la mayoría sea ya en ataúdes, solo para que sus seres queridos puedan velarlos. “Es ahora o nunca. Y tiene que ser ahora, señor primer ministro”, lanza a Netanyahu desde el estrado Lior Ashkenazi, un popular actor implicado en la causa desde el principio. En las pancartas se puede leer “Socorro, ya van dos años” o “Amamos a Trump”.

Einav Zangauker, la “pesadilla” de Netanyahu —como ella mismo se definió al entender cómo le había mentido sobre su voluntad de traer a su hijo Matan— se llevó un largo aplauso al subir al escenario. Se ha convertido en un símbolo y dispara contra el primer ministro, cuyo nombre abuchea el público. “Hamás ha aceptado el acuerdo. El fin de nuestro sufrimiento depende y recae en los hombros de una sola persona: Netanyahu, ¡devuelve a todos, ahora!”.

Aquí, el jefe de Gobierno israelí es el malo que ha venido evitando el acuerdo. En los discursos trasluce el miedo a que ceda a sus socios de Gobierno ultraderechistas (que critican el acuerdo, pero al menos de momento permanecerán en la coalición) y torpedee el diálogo sobre la implementación del acuerdo, que empezará este mismo lunes en Egipto.

El bueno es, sin duda, Trump. Se plasma en carteles con la palabra gracias en inglés y banderas de EE UU. La sensación general es que solo él, aunque sea para ganar su ansiado Nobel de la paz y con sus formas excéntricas y autoritarias, ha logrado lo que no hizo su predecesor, Joe Biden. Ashkenazi le agradece desde el estrado haber “logrado un consenso entre izquierda y derecha” en torno al asunto de los rehenes.

“Nada de esto habría pasado”

El ex rehén argentino-israelí en Gaza Luis Har, uno de los pocos rescatados en una operación militar, ha acudido a la manifestación a mostrar su apoyo y solo tiene palabras de agradecimiento a Trump. “Para mí es muy importante, saber que Trump hace algo por nosotros, porque si no fuese por él, no hubiese pasado absolutamente nada”, asegura entre abrazos y saludos.

Har conoce el riesgo de vender la piel del oso antes de cazarlo: se quedó fuera de un primer canje, en 2023, en el que salieron las tres familiares mujeres con las que fueron capturados, todos con doble nacionalidad argentina e israelí. Así que aboga por esperar un poco para no ilusionarse “demasiado”. “Hasta que no vea a todos los rehenes aquí, no lo creo, para no desilusionarme nuevamente, como todas las veces anteriores”, dice antes de insistir en que va a ser un regreso “muy duro para todos”. Él estuvo cinco meses privado de libertad, pero en apartamentos y sin sufrir violencia física, según contaba el año pasado en una entrevista con este periódico. Los últimos 20 rehenes vivos llevan, en cambio, dos años cautivos y han pasado más tiempo en túneles, en medio de una hambruna provocada por Netanyahu, lo que se ve en sus deteriorados cuerpos en los vídeos propagandísticos de Hamás.

Gil Dickman tendría muchos motivos para odiar, pero concentra sus energías en lograr la liberación de los 48 rehenes restantes. “No quiero que ninguna otra familia viva lo que ha vivido la mía”, resume. Su prima, Carmel Gat, estaba en la lista de rehenes vivas en 2024, durante las negociaciones de un alto el fuego que Netanyahu alargaba artificialmente para garantizar su supervivencia política. En septiembre de ese año, los captores de Gat y de otros cinco rehenes los asesinaron a disparos, al detectar un conato de rescate de las fuerzas especiales israelíes. Era un intento de Netanyahu de evitar las negociaciones y colgarse la medalla de otro rescate de película. Arreciaron las protestas. En enero de 2025, Dickman vio salir con vida a las mujeres que compartían lista con su prima. “Y, de verdad”, subraya, “que no podía estar más contento”.

Dickman no echa las campanas al vuelo, pero no teme señalar lo obvio por miedo a una futura decepción. “Nada está terminado hasta que está terminado, pero soy bastante optimista. Trump le ha dicho tanto a Netanyahu como a Hamás que ha llegado el momento”, afirma. “Estoy muy contento y optimista. Eso sí, es una pena que no haya llegado antes. Y es algo que ni olvido ni perdono”.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.
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