La sociedad israelí se agrieta ante los planes de Netanyahu de ocupar totalmente Gaza
El anuncio del primer ministro reaviva las voces críticas, dentro y fuera del país, que temen que no se logre ni doblegar a Hamás ni liberar a los rehenes y advierten de las enormes consecuencias humanitarias para la población palestina


Miles de personas en la calle pidiendo el retorno de los rehenes y una solución que ponga fin a la guerra en Gaza, críticas en los partidos de oposición, pero también en la derecha más radical, y recelo en los altos mandos del ejército. La decisión del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de ocupar Ciudad de Gaza y después el resto de la Franja ha ahondado las fisuras que muestra desde hace meses la sociedad israelí, que siente que el país está inmerso en una guerra sin victorias notables ni una estrategia clara.
“La gente cree que ocupar totalmente Ciudad de Gaza no va a traer de vuelta a los rehenes; es más, pondrá su vida en peligro. Los israelíes quieren ya un acuerdo para que esta guerra acabe”, estima Moshe Raz, activista y exdiputado por el partido de izquierda Meretz.
En las últimas semanas, las críticas al Gobierno israelí no solo han venido de esta tradicional oposición de izquierda o de la derecha más radical, sino de sectores inesperados, como antiguos altos cargos militares y de inteligencia, que exigieron al Gobierno en un vídeo público que logre un acuerdo para liberar a los rehenes y no persista en las operaciones militares en la Franja. Incluso enviaron una carta al presidente estadounidense, Donald Trump, para que convenza de todo esto a Netanyahu.
Las formas cuentan y los detractores del primer ministro lo saben. Por ello, activistas israelíes dibujaron el pasado viernes un mensaje gigante en la arena de la playa de Tel Aviv, cerca de un edificio diplomático estadounidense, en el que se leía, en inglés y enmarcado en un perfil de Trump, “Termina con la guerra de Bibi”, como se conoce a Netanyahu en el país.
Otra de las voces disonantes que gana peso es el jefe del ejército, Eyal Zamir, que, según las encuestas de opinión de los últimos meses, despierta más confianza en los ciudadanos que el propio Netanyahu, en un país donde las fuerzas de seguridad son una especie de vaca sagrada. Zamir no comparte el plan de Netanyahu, que debe ser aprobado en los próximos días por el Gobierno en pleno, y la prensa israelí apunta que podría renunciar al cargo, aunque por ahora, parece que las Fuerzas de Defensa de Israel se organizan para ejecutar las órdenes. “Nos prepararemos al más alto nivel en todos sus aspectos y, como siempre, llevaremos a cabo la misión de la mejor manera posible”, dijo el ejército en un comunicado.
La ruptura en las calles
En 22 meses de guerra, Netanyahu y sus adeptos han presentado dentro y fuera de Israel una idílica fotografía de logros: Irán, Líbano y el debilitamiento de Hamás, el movimiento islamista que gobierna en Gaza, pero esa idea de victoria total parece estar haciendo aguas.
“Hace año y medio que Netanyahu dice que se está a ‘unos pasos del triunfo total’ en Gaza. Pero esta decisión de ocupar totalmente Gaza nos muestra su desesperación. Es peligrosa y puede ser que de nuevo le salga el tiro por la culata”, sostiene Meir Margalit, activista y autor de El eclipse de la sociedad israelí.
En la manifestación semanal en solidaridad con los rehenes y sus familias organizada este sábado en Tel Aviv, en la que se reunieron varios miles de personas, se sentía más que nunca esa ruptura.
“Nuestros soldados están en Gaza solo porque este Gobierno lo necesita. Necesitamos tomar otro rumbo. La gente fuera de Israel tiene que saber que no todos pensamos como Netanyahu”, pedía Liat Geller, sosteniendo la foto de uno de los rehenes.
“Mi marido sigue en Gaza, no sé si sufre, si está vivo... Cada hora cuenta, estoy muy asustada. Presidente Trump, por favor, ayúdenos, logre un acuerdo, por favor tráigalos de vuelta a casa”, sollozaba Lishay Miran-Lavi, esposa de Omri Miran, rehén en Gaza.
En estos días, los vídeos de dos secuestrados, Rom Braslavski y Evyatar David, difundidos por Hamás, en los que se les ve debilitados y extremadamente delgados, han supuesto un duro golpe y han aumentado el sentimiento de urgencia en la sociedad israelí.
Porque desde que Israel puso punto final al alto el fuego en Gaza a mediados de marzo, instauró un bloqueo total de la ayuda humanitaria y lanzó la operación terrestre Carros de Gedeón, los israelíes no han sentido que Hamás se debilite ni se avance para liberar a los 50 rehenes que siguen en Gaza, de los que una veintena de ellos aún seguiría con vida.
Netanyahu “se deja presionar fácilmente, carece de capacidad para tomar decisiones”, zanjó en un mensaje en las redes sociales Yair Golan, militar retirado y presidente del partido centrista israelí Los Demócratas. “Derrocar a este Gobierno salvará vidas”, agregó.
Además, las críticas internacionales a Israel han ido en aumento a raíz del establecimiento de la Fundación Humanitaria de Gaza, con la que Israel quiere suministrar comida a los gazatíes en lugar de las agencias de la ONU. En sus cuatro puntos de reparto de comida han muerto tiroteadas al menos 900 personas, según la ONU. Presionado por Estados Unidos, Israel se vio obligado a permitir la entrada en Gaza de más ayuda humanitaria en las últimas semanas.
Pero pese a todas estas críticas, vengan de donde vengan, Netanyahu sigue teniendo las riendas y ha logrado que se apruebe esta nueva fase de la guerra. Su plan comenzaría por el control total de Ciudad de Gaza, el mayor centro urbano de la Franja, que implicaría el desplazamiento de casi un millón de habitantes. El primer ministro no ha dado detalles de qué pasará después y dónde irán estas personas, cuando el centro y sur de la Franja ya están desbordados de tiendas de campaña, donde se multiplican las enfermedades y el hambre.
Según la prensa local, esta evacuación masiva finalizaría el próximo 7 de octubre, fecha simbólica en la que se cumplen dos años exactos de los ataques de Hamás en Israel, en los que murieron 1.200 personas, y del inicio de esta guerra.
“La gente tiene que entender hacia dónde nos dirigimos: tomar el mayor centro urbano de Palestina, que es Ciudad de Gaza, y reducirlo a escombros, como ya se hizo en el sur con Jan Yunis y Rafah”, advierte Yehuda Shaul, activista y codirector del centro de reflexión Ofek.
Analistas consultados por este periódico temen que el plan de vaciar y controlar Gaza sea más bien una huida hacia adelante de un primer ministro preocupado por su propia supervivencia política de cara a las elecciones previstas en 2026.
“Para usar una analogía deportiva, Netanyahu prefiere atacar por la banda y no directamente. No busca una victoria rápida. Quiere dejar abiertas tantas alternativas como sea posible, ganar tiempo y mantener al Gobierno”, opinó Amos Harel, en un análisis publicado el sábado en el diario israelí Haaretz, estimando que esta “guerra perpetua” ayudaría al primer ministro a asegurar su victoria en las elecciones de 2026.
Dahlia Scheindlin, analista y experta en opinión pública israelí, ha repetido en varias tribunas publicadas en los últimos meses que la popularidad de Netanyahu se desplomó en los seis primeros meses de guerra en Gaza, pero poco a poco se fue recuperando, gracias sobre todo a Irán o a Líbano, y está en niveles muy similares a antes de octubre de 2023.
“Más de lo mismo”
Las intenciones de Netanyahu también han despertado las críticas en la extrema derecha que forma parte del Gobierno de coalición, pero en este caso por considerar que el primer ministro no va tan lejos como debería. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, que en estos meses ha pedido la destrucción total de la Franja y la expulsión de sus habitantes, dijo que el plan de Netanyahu era “más de lo mismo” y pretendía traer de vuelta a Hamás a la mesa de negociaciones.
Arieh King, teniente de alcalde de Jerusalén y militante de extrema derecha, fue aún más lejos y consideró que Netanyahu “se equivoca porque nunca se aniquilará a Hamás y a quienes le apoyan entrando y saliendo de Gaza todo el tiempo”.
“La única manera es que Israel se anexione el norte de Gaza y vuelva a establecer los pueblos que teníamos allá hace 20 años. Que vuelvan nuestras banderas y nuestras sinagogas”, dijo, refiriéndose a la veintena de asentamientos en los que vivían 9.000 colonos en la franja de Gaza hasta 2005, cuando el Gobierno ordenó y ejecutó su retirada total.
Fuera de Israel, el plan de Netanyahu ha encendido la luz de alarma por el altísimo coste en vidas que puede provocar en Gaza, donde el ejército ya ha matado al menos a 61.000 palestinos. Los ministros de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Alemania, Italia, Australia y Nueva Zelanda condenaron conjuntamente el sábado la decisión del Gabinete de Seguridad israelí y el viernes, el canciller alemán, Friedrich Merz, anunció que cancelaba el suministro de armas a Israel que puedan utilizarse en Gaza.
Este domingo el Consejo de Seguridad de la ONU mantendrá una reunión de urgencia para analizar esta decisión israelí, a instancias del Reino Unido. El secretario general, António Guterres, ha advertido de que el plan israelí “corre el riesgo de agravar las ya catastróficas consecuencias para millones de palestinos, además de poner en peligro aún más vidas, incluidas las de los rehenes”.
Hasta ahora, la única reacción del Gobierno de Estados Unidos a este plan de Netanyahu han sido las palabras de su vicepresidente, J. D. Vance, que admitió a los periodistas, durante una visita al Reino Unido, que su país tiene muchos objetivos comunes con Israel sobre Gaza, pero “hay algunos desacuerdos sobre cómo lograr exactamente esos objetivos comunes”.
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