Trump anuncia un viaje de su enviado a Moscú esta semana para convencer a Putin de aceptar un alto el fuego en Ucrania
La visita de Steve Witkoff, la primera en tres meses, está prevista en vísperas de que expire el ultimátum del presidente de EE UU sobre sanciones económicas a Rusia

Corre el reloj. El hombre de confianza de Donald Trump en las negociaciones internacionales, su enviado especial Steve Witkoff, viajará esta semana a Moscú para tratar de persuadir al Kremlin de que acepte un alto el fuego inmediato en Ucrania antes del viernes 8, cuando expira el ultimátum de 10 días que el presidente estadounidense impuso a Rusia para una tregua o imponer sanciones contra el país agresor y sus aliados comerciales. Así lo ha confirmado el propio Trump este domingo, en declaraciones a la prensa.
“Puede que la próxima semana, miércoles y jueves, (Witkoff) viaje a Rusia”, ha declarado el presidente estadounidense durante su viaje de regreso a la Casa Blanca desde su club de golf en Bedminster, en Nueva Jersey. “Si llega la fecha límite y Rusia no ha aceptado un alto el fuego, habrá sanciones. Pero (Moscú) parece bastante bueno en evitarlas. Son gente astuta, bastante hábiles para esquivarlas”, ha agregado.
Witkoff, que en los últimos días estuvo en Israel y Gaza sin lograr progresos aparentes para resolver el conflicto o la hambruna en la Franja provocada por el bloqueo israelí del suministro de alimentos, llegará en medio de una creciente frustración de Trump hacia Rusia, evidente en el anuncio del republicano del envío de dos submarinos nucleares a aguas cercanas a territorio ruso como medida de precaución ante las amenazas nucleares del expresidente Dmitri Medvédev, uno de los grandes halcones en los círculos del poder en Moscú. En sus comentarios este domingo, Trump ha confirmado que los dos submarinos ya se encuentran en el lugar al que han sido enviados.
Trump había anunciado ya el jueves que enviaría a su representante favorito a Moscú antes de que expirase el ultimátum, para tratar de arrancar de una vez al presidente ruso, Vladímir Putin, su visto bueno a una tregua que acabe conduciendo al final de la guerra. El embajador de Estados Unidos ante la OTAN, Matt Whitaker, indicaba este fin de semana al medio Newsmax que su Gobierno “castigará a Rusia con aranceles y sanciones devastadoras el 8 de agosto”. A partir de esa fecha, sostenía, “Rusia no tendrá amigos. No tendrá socios comerciales. Y se acabará su capacidad de financiar esta guerra”.
Hasta el momento, no obstante, el Kremlin no ha dado absolutamente ninguna señal de haber cambiado lo más mínimo su posición y estar dispuesto a negociar para evitar las sanciones económicas con las que amenaza Trump: sobre todo, subidas de aranceles a Rusia y aranceles secundarios para los socios comerciales que compren productos a ese país. Especialmente, gas y petróleo, los grandes salvavidas económicos de Moscú.
Pero está por ver qué alcance exactamente tendrían esas sanciones, que Trump ha formulado en términos muy vagos. El comercio directo entre Estados Unidos y Rusia es casi inexistente, y el sector petrolero ruso ya es objeto de controles. El propio presidente estadounidense se ha mostrado escéptico acerca de la posibilidad de que las medidas vayan a hacer cambiar de opinión a su homólogo, pero asegura que las impondrá de todos modos si expira el plazo sin que Putin haya hecho ondear la bandera blanca.
“Cinco veces hemos estado cerca de un acuerdo, y cada vez, Putin comienza a lanzar misiles contra alguna ciudad, como Kiev, matando a mucha gente en residencias, o algo así, y tienes cuerpos en todas partes”, declaraba el republicano desde el Reino Unido la semana anterior al anunciar que recortaba su ultimátum vigente hasta entonces contra Moscú, de 50 días, a solo 10 o 12.
Será la primera vez en tres meses que Witkoff, promotor inmobiliario de profesión y que hasta enero no contaba con experiencia diplomática alguna, se desplazará a Moscú. Entre febrero y abril había visitado Rusia cuatro veces para reunirse con el presidente Vladímir Putin y otras autoridades, en medio de un notable acercamiento entre Trump y el inquilino del Kremlin que parecía dejar a Kiev a los pies de los caballos. Esa cercanía con el ruso y su distanciamiento de Ucrania motivó una bronca bochornosa del presidente estadounidense y su número dos, J.D. Vance, al líder ucranio, Volodímir Zelenski, en el Despacho Oval, y desató las alarmas en las sedes de gobierno occidentales.
Irritación creciente
Pero las cosas han cambiado mucho desde la última visita de Witkoff a Moscú el 25 de abril. Trump se ha ido irritando cada vez más ante las largas que ha ido recibiendo de Putin sobre ese esquivo alto el fuego. Más aún por cuanto el republicano había venido prometiendo mientras aún era solo candidato presidencial que pondría fin a la guerra en cuestión de 24 horas, forzando a Rusia y Ucrania a sentarse a la mesa de negociaciones. Ha llegado a calificar a su homólogo de “loco”, algo impensable allá por febrero.
Putin considera que la marcha de la guerra y el tiempo están de su lado. Que sus tropas ganan terreno. Que Kiev se está quedando sin soldados ni armas, en buena parte por la negativa de la Administración Trump a aprobar nuevos paquetes de ayuda militar al aliado. Que Europa no puede cubrir el hueco que deja Estados Unidos, y que por lo tanto la victoria rusa, entendida como la anexión por la vía de los hechos consumados del terreno conquistado hasta ahora en Ucrania, es una mera cuestión de tiempo. En esas circunstancias, opina, sentarse a negociar no tiene sentido a menos que se le conceda todo cuanto pide: la anexión de los terrenos ocupados, un no rotundo al ingreso de Ucrania en la OTAN, un cambio de gobierno en el país atacado, nada de tropas internacionales de interposición que garanticen el respeto al alto el fuego.
Todo ello mezclado con la dosis precisa de adulación para mantener satisfecho al presidente estadounidense durante meses. Pero la paciencia de Trump, aunque mucho más amplia hacia Putin que para la mayoría de los líderes mundiales, se ha ido agotando, mientras los dirigentes europeos han aprovechado cada ocasión para insistirle en lo poco fiable que es el inquilino del Kremlin.
La cumbre de la OTAN en La Haya en junio ya marcó un punto de inflexión notable en la posición de Trump, que se mostró dispuesto a aceptar que los socios europeos compraran armamento estadounidense para enviar a Kiev. Hace dos semanas anunciaba que suministrará misiles y baterías Patriot, que Ucrania necesita de manera desesperada para interceptar los proyectiles que Rusia lanza contra su territorio. Eso sí, el coste de ese armamento lo pagarán los países europeos.
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