El viaje de ida sin vuelta de Safía, una saharaui retenida en Argelia por el Frente Polisario
La organización lleva años impidiendo regresar desde los campamentos de refugiados de Tinduf a mujeres residentes en España o incluso ya españolas, según diversos testimonios

Safía, saharaui de 28 años, vive escondida en una pequeña habitación de Argel. Apenas sale a la calle y, cuando lo hace, llama a voluntarios del Movimiento Feminista Saharaui para que la acompañen. Teme que la secuestren, la metan a la fuerza en un coche y que su rastro se pierda en la Hamada, el inhóspito desierto en territorio argelino donde se encuentran los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, a unos 1.700 kilómetros más al sur. Desde hace 17 meses, relata por teléfono la mujer (pide no dar su apellido), trata en vano de regresar a su casa de Sevilla. En febrero de 2024, sus padres le quitaron el pasaporte cuando fue a visitarlos a Tinduf y le prohibieron volver a España. Tras escapar a Argel hace un año, descubrió que el Frente Polisario “había emitido una orden de retención administrativa” que le impedía salir de Argelia, incluso con el salvoconducto que le había emitido el Consulado de España en la capital de ese país.
Este caso no es el primero en el que una saharaui mayor de edad, residente legal en España o incluso con nacionalidad española, denuncia estar retenida en territorio argelino contra su voluntad por el Frente Polisario. Según diversos testimonios, esa organización ―que desde hace más de 50 años reclama el derecho reconocido por la ONU a la autodeterminación de los saharauis― emite prohibiciones de viaje para estas mujeres o les niega la “orden de misión”, un documento que las autoridades fronterizas argelinas les reclaman para permitirles salir del país magrebí. Eso en el caso de que esas mujeres hayan logrado zafarse de los parientes que las retienen.
Se desconoce el número de saharauis que han pasado por ese trance, pero, en los últimos años, se ha hecho público un reguero de casos. Tfarrah H., militante del Movimiento Feminista Saharaui, cree que pueden ser “varias decenas”, un cálculo “nada exagerado, que incluso puede quedarse corto, pues los casos que se conocen no son ni por asomo todos los que suceden”.
Batiste Llopis, padre de acogida de Mayuba Mohamed, una saharaui de 23 años que, explica, permaneció “secuestrada” durante tres meses en Tinduf en 2014, calcula que pueden haber sido “más de un centenar”. Su hija logró regresar a España, pero no todas lo consiguen. Tfarrah recuerda casos de mujeres que han sido secuestradas y trasladadas después a los campamentos saharauis o incluso a las remotas “zonas liberadas” ―aproximadamente el 20% del Sáhara Occidental que no está ocupado por Marruecos―, donde su rastro se ha perdido.
Las historias de estas saharauis tienen muchos puntos en común. Casi siempre se trata de una joven residente desde niña en España con una familia de acogida, después de haber llegado al país gracias al programa Vacaciones en Paz, una iniciativa de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara. Consiste en la acogida temporal de niños saharauis para que pasen el verano lejos del desierto. Algunos se quedan luego en territorio español con permiso de sus familias biológicas, normalmente para recibir asistencia médica ―ese fue el caso de Safía―, o bien porque sus padres consideran que así podrán obtener una mejor educación.
El conflicto suele desencadenarse cuando la niña se hace adulta. En algunos casos, simplemente porque la familia de origen desea que su hija vuelva. Otras veces por el tipo de vida en España, especialmente si esta se aparta de las rígidas normas patriarcales y religiosas en los campamentos de Tinduf.
Ese fue probablemente uno de los desencadenantes del caso de Maloma Morales de Mato, una española de origen saharaui “secuestrada” en 2015, sostiene su padre adoptivo, José Morales. La joven tenía un novio español. Morales de Mato volvió a España en 2022, casada con un saharaui y con tres hijos. La mujer, ahora de 31 años, “no quiere hablar de aquello”, dice su padre.
El Frente Polisario no solo ha retenido a mujeres mayores de edad sin justificación legal, según los testimonios recabados por este diario. También ha encarcelado al menos a un hombre por ayudar a escapar a una de estas mujeres, de acuerdo con lo relatado por la propia víctima.
Preguntado por EL PAÍS sobre el caso de Safía y otros similares, Abdullah Arabi, representante del Frente Polisario en España, negó de forma tajante que su movimiento haya retenido a mujeres y rechazó que esa sea “una práctica habitual”.
La huida de Safía
Safía habla con un fuerte acento sevillano. “Toda su vida”, dice desde Argel, está en Sevilla, donde tenía un trabajo fijo y vivía desde los ocho años. Un día de febrero de 2024, cuando se disponía a regresar a España al concluir una visita a sus padres en Tinduf, descubrió que estos le habían quitado el pasaporte. Luego le dijeron que “ya había dado demasiado tiempo a España” y que tenía que quedarse con ellos. “Yo les dije que de ninguna manera”, recuerda. Dos meses después, Safía trató de escapar. Cuando sus familiares la descubrieron, la encerraron durante “dos o tres días” e intentaron quitarle el teléfono.
En una segunda intentona, la mujer consiguió llegar a Argel. Para su sorpresa, incluso después de conseguir un salvoconducto del consulado de España en la ciudad ―la legación le ha dado ya dos―, no pudo viajar: las autoridades saharauis habían emitido una “retención administrativa ilegal”.
Este diario ha tenido acceso a un documento con el sello de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) ―el autoproclamado Estado saharaui del Frente Polisario― firmado por el fiscal auxiliar Cheij Laulad, en el que se prohíbe viajar a Safía. El texto indica que es “a petición de su padre”, pero no recoge cargo alguno contra la mujer.
El delegado del Polisario en España afirmó que la resolución de este caso está pendiente de un “proceso judicial”, pero eludió contestar a las preguntas de este diario sobre cuáles son las razones de ese procedimiento ni sobre el contenido de ese documento. Este diario le había preguntado qué supuestos cargos pesaban contra Safía y por qué el papel se emitió a petición del padre de una mujer mayor de edad.
“El único delito que he cometido ha sido exigir mi derecho a elegir donde vivir”, subraya Safía, que asegura que el Polisario le comunicó que “negociaría con su familia” cuando les reclamó que solucionaran su caso. “Les respondí que soy mayor de edad y que ellos no tenían nada que negociar con mi familia”. Luego insiste en que su situación no es “una cuestión familiar, como dice el Polisario, sino que se debe a que ellos han dictado una orden de retención”.
Esta saharaui recalca que su situación se debe a que es “mujer” y que el Polisario “solo retiene a mujeres”. Luego expresa su miedo a que la metan en un coche a la fuerza y se la lleven a los campamentos, “algo que ya ha sucedido en otros casos”, lamenta.
Encarcelado
Eso fue exactamente lo que le pasó a Salka, el nombre supuesto de una saharaui de unos 20 años ―no revela su edad exacta― que viajó a los campamentos a los 17, cuando faltaban unos meses para que alcanzara la mayoría de edad. Como a Safía, fue entonces cuando su familia le comunicó que no iba a regresar a España, explica.
También Salka logró escapar y llegar a Orán, en el norte de Argelia. Lo hizo después de cumplir 18 años y con ayuda de Hammada, un saharaui que también reside en España. Ya en esa ciudad, cuando se presentó ante la delegación saharaui para obtener la orden de misión para volver a España, le pidieron que regresara al día siguiente. Cuando volvió, su madre y su tía ―su padre había fallecido― estaban allí. Después le quitaron el pasaporte, que hasta entonces había logrado esconder.
Dos días después, mientras caminaba por la calle con sus parientes, Salka escapó corriendo mientras pedía ayuda a los transeúntes. Dos de ellos la acompañaron al Consulado español, que le expidió un salvoconducto para que pudiera regresar a España. Sin embargo, al salir del edificio, se encontró con su familia y con agentes de la policía argelina que la estaban esperando fuera. Después, recuerda, la llevaron a una comisaría, donde la interrogaron, antes de obligarla a subir a un coche rumbo a Tinduf. Estuvo 13 meses retenida allí, asegura, y solo puedo volver a España cuando consiguió convencer a su madre de que lo autorizara.
Hammada, el hombre que la había ayudado, corrió peor suerte. Fue acusado de “secuestro de menores” por ayudar a esta saharaui a huir, a pesar de que Salka ya era mayor de edad. La joven testificó a favor del hombre en el juicio y negó que este la secuestrara, pero dio igual. Hammada fue condenado a seis meses de cárcel, que cumplió en la cárcel de los campamentos de refugiados. Durante el juicio, relata, se había negado a casarse con la joven, con la que no mantenía relación sentimental alguna, algo que le había propuesto el fiscal Cheij Laulad para retirar los cargos en su contra. El nombre de ese fiscal es el mismo que figura en la orden de prohibición de viaje de Safía, la saharaui escondida en una pequeña habitación de Argel.
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