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Comprar 650.000 millones en productos energéticos de Estados Unidos: un acuerdo casi imposible de cumplir

La UE carece de las infraestructuras necesarias para importar tal volumen de energía, con la que dispararía su dependencia de Washington. Además, son las empresas las que deciden a quién comprar el petróleo y el gas

Terminal de gas natural licuado en Cameron (Luisiana, Estados Unidos)

El pacto comercial entre la UE y Estados Unidos alcanzado el pasado domingo todavía es, en realidad, un acuerdo político. Falta un documento conjunto con los detalles acordados. Pero ya hay aspectos de ese punto de encuentro alcanzado entre Bruselas y Washington que se antojan casi imposibles de cumplir cuando se aterrizan en la realidad. No hay mejor ejemplo de ello que el compromiso europeo de gastar 750.000 millones de dólares (unos 650.000 millones de euros) en comprar petróleo o gas natural al otro lado del Atlántico. Tampoco puede el Ejecutivo de la UE, ni las capitales, garantizar que los 600.000 millones de dólares en inversiones en la primera economía del mundo se vayan a llevar a cabo por una razón tan simple como que la decisión última depende de las empresas y sus accionistas, no de los gobiernos.

“Hemos recopilado lo que sabemos sobre las intenciones de inversión de las empresas y esto, en la declaración conjunta, se expresará como una intención. Por tanto, no es algo que la UE, como autoridad pública, pueda garantizar”, admitía una fuente de la Comisión Europea este lunes pasado, explicando los detalles del acuerdo alcanzado en Escocia. La misma lógica puede aplicarse al compromiso de adquirir a EE UU combustibles por 750.000 millones de dólares en tres años. “No podemos forzar a una compañía a hacer algo, ni pretendemos poder hacerlo. Pero podemos hablar con ellas para transmitir esto”, ha asumido el portavoz de asuntos comerciales Olof Gill.

“Eso es un deseo. No son los Estados los que compran. Lo hacen las empresas”, zanja Óscar Guinea, investigador del Centro Europeo para la Economía Política Internacional (ECIPE, por sus siglas en inglés). La conclusión es, pues, que no hay mucho que los Ejecutivos puedan hacer para que las empresas compren más crudo o gas en Estados Unidos si lo encuentran más barato en otro lugar. Aunque hay excepciones, como recuerda Guinea: “El objetivo de prescindir del gas ruso en 2028 está ahí. Para hacerlo, tienes que comprar esta materia prima en otro sitio. Estados Unidos es lo más fácil”.

La propia presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, quiso presentarlo así el propio domingo, como una ayuda para que la UE consiga el objetivo que lleva persiguiendo desde que Rusia invadiera Ucrania a comienzos 2022: prescindir de todo el gas ruso. Ahora ese objetivo tiene fecha: finales de 2027. Pero no es tan sencillo y automático. De hecho, el cumplimiento de esas compras de energía pactadas con el presidente Donald Trump supondría una nueva dependencia energética, esta vez de Estados Unidos.

Basta poner los datos en su contexto para hacerse a la idea de la titánica tarea de lograr que la UE compre combustibles por 250.000 millones de dólares al año hasta 2028. Según explica un informe del banco de inversión Goldman Sachs publicado este lunes, “unas importaciones anuales por esa cantidad más que triplicarían las compras energéticas actuales de la Unión a Estados Unidos cada año”. Los analistas de esta entidad apuntan, además, a que tales cifran caminan en sentido opuesto a la recomendable diversificación de fuentes de suministro en el caso europeo o de compradores en el norteamericano.

Situar la compraventa de combustibles en esas cifras implicaría que casi el 60% de las importaciones energéticas europeas procederían de Estados Unidos. A la inversa, el porcentaje de exportaciones energéticas de Estados Unidos se dispararía hasta el 80% del total. En 2024, la UE importó 376.000 millones de euros de hidrocarburos, lo que supuso una caída del 7% en términos de volumen respecto al año anterior.

“Si el acuerdo comercial de Estados Unidos y la UE realmente se cumple, la UE tendría que importar dos tercios de su energía desde Estados Unidos en los próximos tres años, pero esto es poco probable por cuestiones técnicas. Por ejemplo, Estados Unidos no tiene capacidad para exportar todo el gas que la UE importa porque no hay suficientes barcos o plantas de licuefacción para lograrlo y aumentar la capacidad de manera suficiente llevaría varios años”, advierte Emilio Ortiz, director de inversiones de Mutuactivos.

A raíz de la guerra de Ucrania, la UE ya ha hecho un importante esfuerzo en infraestructuras para reemplazar el gas natural ruso con las importaciones de gas natural licuado norteamericano. El corte ruso de suministro evidenció la escasez de capacidad para importar esa materia prima por vía marítima, en especial en los socios comunitarios del norte y sobre todo en Alemania, no así en España, que ya contaba con varias plantas de regasificación. “Un volumen de compras de 750.000 millones de dólares en tres años parece difícil de conseguir, no solo porque supondría dos tercios de las necesidades energéticas de la UE y, por tanto, la dependencia sería excesiva y posiblemente no exista la infraestructura necesaria para absorber dichas importaciones, sino porque, además, me parece complicado que a día de hoy Estados Unidos tenga un exceso de producción de tal magnitud”, añade Pablo Fernández de Mosteyrin, experto de Renta 4.

El compromiso político de comprar más petróleo y gas a Estados Unidos es parte de las concesiones a las que ha accedido la UE a cambio de evitar una guerra comercial a mayor escala con Donald Trump y que tantas críticas está recibiendo por parte de líderes políticos y empresariales. Pero también supondría un giro en la política comunitaria de impulso a las energías renovables que tanto reivindica Bruselas. Se trataría, por tanto, de adquirir más petróleo y gas a Estados Unidos, en lugar de a otros países productores y quizá a un precio más caro, pero de hacerlo también en mucha mayor magnitud.

De igual modo sucede con el acuerdo de invertir 600.000 millones de dólares en la primera economía del mundo, justo cuando la UE insiste en impulsar la inversión interna como vía con la que potenciar su propio mercado de capitales y en el que necesita para sí misma enormes cantidades de financiación para cumplir sus aspiraciones de gasto en defensa, infraestructuras y transición energética.

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