La posible tregua en Gaza, un camino aún plagado de escollos
Hamás insiste en que se abra la puerta a un final del conflicto, algo que Netanyahu considera “inaceptable” pues exige la devolución de todos los rehenes y acabar con el control de la milicia en la Franja


El optimismo se ha abierto paso de manera discreta en torno a una posible tregua en Gaza, donde decenas de personas —al menos 70 en las últimas horas— siguen muriendo cada día por ataques israelíes. Hamás dio el viernes una respuesta “positiva” al plan de 60 días de alto el fuego propuesto por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Hay, sin embargo, flecos pendientes de cerrar o acordar que Hamás quiere tratar en “una ronda de negociaciones” sobre cómo implementar un alto el fuego.
La tarea principal de los intermediarios (Qatar, Egipto y EE UU) va a ser llevar a Israel y Hamás a un consenso final por un camino aún salpicado de escollos tras 21 meses de conflicto, durante los que más de 57.000 personas han muerto en la Franja. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, considera que los matices que plantea la milicia palestina son “inaceptables”, según un comunicado emitido en la noche del sábado. Pese a todo, se mantiene dentro de las “conversaciones indirectas” y anuncia el envío de una delegación a Qatar este domingo.
El final de esa cruenta guerra representa el eje central de las diferencias. Los palestinos quieren garantías de que, una vez entregado el medio centenar de rehenes que aún tienen en sus manos (la mayoría fallecidos), Israel no retomará los ataques. Israel, por su parte, quiere guardarse ese as en la manga. Además, ambas partes se enfrentan en el camino a la tregua por otros escollos, como el control del paso de Rafah que separa Gaza de Egipto, el despliegue de las tropas israelíes dentro de la Franja y la manera en que se distribuye la ayuda humanitaria, según fuentes próximas a la negociación citadas por diferentes medios internacionales.
El entramado sostenido por Israel y EE UU de una polémica fundación privada con mercenarios extranjeros armados que controla junto al ejército israelí el reparto de comida desde finales de mayo, se ha convertido en una trampa mortal. Según un informe de la ONU, 613 personas han muerto en un mes en lugares donde se distribuyen alimentos, de ellas 509 en los puntos de reparto de la denominada Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, en sus siglas en inglés).
Hamás pide que sean Naciones Unidas, la Media Luna Roja y otras organizaciones humanitarias sobre el terreno las que sustituyan a esa polémica organización. El Estado judío, además, impide desde hace cuatro meses la entrada de combustible en el enclave —necesario para deshacerse de las basuras, el funcionamiento de los centros médicos, potabilizar agua o permitir las telecomunicaciones—, según ha denunciado Naciones Unidas.
Israel se aferra a esa herramienta de la GHF porque cree que impide que la resistencia armada palestina se beneficie de la ayuda. Algunos analistas creen, además, que Israel está empleando esos repartos para recabar datos y estrechar el control sobre la población.
Hamás busca un horizonte final de salida de las tropas israelíes de Gaza, pero también un alejamiento de los núcleos poblados durante una posible tregua. Fuentes israelíes citadas en medios locales indican, sin embargo, que el ejército no tiene previsto retirarse más allá de donde lo hizo en el anterior alto el fuego, entre enero y marzo. Tampoco quiere dejar el control del conocido como Corredor Filadelfia, que transcurre a lo largo de la frontera con Egipto.
El presidente Trump, en todo caso, se ha mostrado optimista y cree que es posible lograr el acuerdo la próxima semana, según declaró en la madrugada del sábado a bordo del Air Force One. Netanyahu, si no hay cambios de última hora, llegará a la Casa Blanca para entrevistarse el lunes con el republicano sin haber dado oficialmente marchamo de validez a la iniciativa.
El primer ministro israelí, en todo caso, insiste en que su objetivo final es acabar con las capacidades militares y políticas de Hamás, y al mismo tiempo traer de vuelta a los secuestrados que siguen en la Franja, aunque muchos hayan sido ya dados por muertos.
El foro que agrupa a las familias de la mayoría de los rehenes reclama que el acuerdo de salida beneficie a todos, pues, según los borradores filtrados a la prensa, en la tregua de 60 días no serían intercambiados todos los secuestrados. Varios miles de personas se han concentrado en la rebautizada como plaza de los rehenes en la noche del sábado en Tel Aviv. Allí, varios de los intervinientes han pedido a Trump que siga la estela de la tregua lograda con Irán. También han presionado a Netanyahu.
“Es hora de un acuerdo que salve a todos, los vivos y los muertos, un acuerdo que no distinga entre rehenes”, reclamó Macabit Mayer, tía de los mellizos Ziv y Gali Berman, que siguen en cautiverio. Mayer cuestiona lo que significaría decidir quiénes salen y quién no: “¿En qué mundo demente se puede tomar semejante decisión?”. “Primer ministro, sea valiente. Estamos todos aquí y le daremos todo lo necesario para lograr un acuerdo integral”, ha dicho, por su parte, Michel Illouz, padre de Guy Illouz, dado por muerto.
Hamás ha abordado previamente con otras facciones palestinas la vaga respuesta sobre su visión “positiva” del plan de tregua que citó en un comunicado en la noche del viernes. La conclusión es que acepta la oferta de EE UU como punto de partida, pero sus correligionarios de Yihad Islámica destacan en otro comunicado que han presentado a Hamás “una serie de puntos detallados sobre el mecanismo para implementar la propuesta de los mediadores”. Además, exigen: “Garantías adicionales que nos aseguren que [Israel] no reanudará su agresión” tras la salida de los cautivos, que deberán ser intercambiados por presos palestinos de cárceles israelíes.
El precedente de la anterior tregua refleja la complicada realidad sobre el terreno. El último alto el fuego fue pulverizado por las tropas israelíes, que mataron a unas 400 personas con una serie de bombardeos llevados a cabo por sorpresa en la madrugada del pasado 18 de marzo. La orden de retomar los ataques por parte de Netanyahu llegó tras casi dos meses de relativa calma, en plenas negociaciones para asentar una tregua más extensa y cuando los gazatíes celebraban el mes de Ramadán. Los socios ultras de su Gobierno amenazaban con la ruptura ante la perspectiva de una segunda fase de la tregua que condujera hacia el final del conflicto. Una huida hacia delante que también ha sobrevolado el ataque a Irán lanzado el 13 de junio con el argumento de que Teherán estaba cerca de tener una bomba atómica.

Un golpe en la mesa de Trump obligó el 24 de junio a Israel e Irán a aceptar un alto el fuego que puso fin a la ya conocida como Guerra de los 12 días.
El líder republicano, aprovechando la inercia de esa tregua, trata ahora de apuntarse otro tanto en Gaza. Hace semanas que no airea propuestas como la de tomar el control del enclave, deportar a cientos de miles de gazatíes o convertir la Franja en un resort vacacional. La realidad es que tiene delante un conflicto enquistado y de una letalidad enorme y con miles de soldados israelíes en territorio palestino.
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