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Trump y Musk consuman su ruptura con fieros ataques personales y el empresario vincula sin pruebas al presidente con el pederasta Epstein

El mandatario amenaza con poner fin a “los contratos gubernamentales de Elon” en respuesta a las críticas del magnate a su ley fiscal. Trump mantiene un encuentro sin tensiones con el canciller Merz en la Casa Blanca

Donald Trump, durante el encuentro con el canciller alemán, Friedrich Merz, este jueves en el Despacho Oval.Foto: CHRIS KLEPONIS (EFE/EPA) | Vídeo: AP
Iker Seisdedos

En una escalada más propia de la barra de un bar que de la discusión de dos adultos en la plaza más pública del planeta, Elon Musk y Donald Trump se enredaron este jueves en un desagradable cruce de golpes a cuenta de una ley fiscal republicana, actualmente en trámite en el Capitolio. La bronca fue calentándose hasta que el presidente de Estados Unidos amenazó en su red social, Truth, con “poner fin a los subsidios y contratos gubernamentales de Elon”.

Entonces, el hombre más rico del mundo respondió con otro mensaje, este en X, en el que soltó algo que describió como una “bomba realmente gorda”. “@realDonaldTrump figura en la lista Epstein. Esa es la verdadera razón por la que no se ha hecho pública”, dijo sobre la nómina de personas involucradas en la red pederasta de Jeffrey Epstein que supuestamente obra en poder de las autoridades estadounidenses. “¡Que tengas un buen día, DJT [por las siglas del republicano]!”. Musk, reconocido propagador de bulos (y hay unos cuantos relacionados con esa lista), no ofreció ninguna prueba que sostenga esa acusación.

Todo había empezado en un escenario insospechado: la reunión en la Casa Blanca entre el presidente de Estados Unidos y el canciller alemán, Friedrich Merz. Era la primera vez que ambos líderes se veían desde la elección de Merz el pasado 6 de mayo, y el encuentro transcurrió en un tono amistoso que marcó, ya desde su arranque, el regalo que el visitante traía bajo el brazo: el certificado de nacimiento del abuelo de Trump, Friedrich Trump, en un marco dorado. El nieto agradeció el obsequio, insinuó que le haría un hueco en el Despacho Oval y aprovechó para responder a las críticas de Musk a la ley fiscal republicana, reproches por los que dijo sentirse “muy decepcionado y sorprendido”.

Esa respuesta, el primer gancho que Trump lanzaba al empresario después de días de encajar los golpes por personas interpuestas (los miembros del Partido Republicano en el Capitolio), derivó en una serie de ataques cruzados que sirvieron para certificar la ruptura, todo indica que sin vuelta atrás, entre el líder de la primera potencia y el hombre más rico del mundo. Hace solo seis días, los dos protagonizaron un afectuoso acto de despedida del empresario en la hora del adiós de este como empleado gubernamental al frente de esa motosierra del gasto público llamada Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE).

La escalada de este jueves —que también, o sobre todo, lo fue de testosterona— continuó hasta que, a las pocas horas, llegó la amenaza del final de los contratos públicos; algo así supondría, consideró Trump, “la forma más fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto, miles y miles de millones de dólares. (...) ¡Siempre me sorprendió que Biden no lo hiciera!”. En un post anterior, Trump había escrito sobre la salida de Musk de la Casa Blanca: “Lo de Elon estaba ‘agotándose’, le pedí que se fuera [y dejara sus atribuciones como encargado de adelgazar la Administración], quité la orden que obligaba a la compra de coches eléctricos que nadie más quería (¡algo que él sabía desde hacía meses que iba a hacer!), ¡y simplemente se volvió LOCO!“. En un intento por tener la última palabra, el presidente de Estados Unidos posteó pasadas las 16:00, hora local, que no le importaba que ”Elon se vuelva” contra él, y que “tenía que haberlo hecho hace meses”. A continuación, defendió con argumentos gastados la norma de la discordia.

El origen de la pelea entre ambos antiguos aliados está en esa ley fiscal, por cuya aprobación en el Congreso está presionando la Casa Blanca, que la contempla como una parte central de su agenda. No solo promete agravar el problema del déficit estadounidense; también dejaría sin cobertura sanitaria a casi 11 millones de ciudadanos. El dueño de Tesla y Space X, preocupado por el aumento en la deuda que traerá la norma —bautizada como la “ley grande y hermosa”— la calificó este martes como ”una abominación repugnante”. Las acciones de la empresa automovilística se desplomaron este jueves al ritmo del recrudecimiento de la bronca sin cuartel. Hacia el final de la jornada, habían caído hasta un 17%.

“Elon y yo teníamos una excelente relación”, aclaró Trump este jueves a preguntas de los reporteros. “Ahora ya no estoy tan seguro de eso”. El presidente de Estados Unidos también contó que Musk “conocía la ley” y que “no tenía ningún problema con ella”. Acusó al magnate de cambiar de idea cuando vio que sus negocios, en especial, Tesla, se iban a ver perjudicados con la nueva redacción de un texto de más de mil páginas.

Mientras Trump hablaba en el Despacho Oval, el empresario de origen sudafricano, que se despidió de su puesto al frente del DOGE tras 130 días en los que sembró el caos en la Administración con sus recortes, contestó en directo a su antiguo jefe en X, la red social de la que también es propietario. “Eso es mentira”, escribió. “Ese proyecto de ley nunca me lo enseñaron, y lo aprobaron con nocturnidad. ¡Tan rápido que casi nadie en el Congreso pudo siquiera leerlo!“.

Musk y Trump, en el Despacho Oval el 30 de mayo.

Al rato, Musk fue aún más lejos, de nuevo en X, cuando acusó a Trump de “ingratitud”. “Sin mí, habría perdido las elecciones, los demócratas controlarían la Cámara de Representantes y los republicanos tendrían 51-49 en el Senado [en lugar de la actual composición, 53-47]”.

El magnate aportó la cantidad récord de más de 260 millones de dólares a la campaña que llevó a Trump de regreso a la Casa Blanca. Desde el comienzo de la relación entre ambos poderosos, que empezó cuando el candidato republicano sobrevivió a un atentado, empezaron las quinielas: ¿cuánto aguantaría la amistad entre dos egos tan grandes? La respuesta llegó este jueves.

En un acto conjunto en el Despacho Oval, Trump había despedido el viernes pasado a Musk con todos los honores, y este se comprometió a ”seguir siendo amigo y consejero" del líder republicano aunque su trabajo al frente del DOGE hubiera terminado muy lejos de cumplir su objetivo de ahorrar dos billones de dólares (trillions, en inglés): los recortes del traumático paso de Musk por Washington se han quedado, pese a las decenas de miles de funcionarios despedidos, en unos 160.000 millones.

El sábado, el presidente retiró su apoyo al candidato de Musk a dirigir la NASA, y eso, según informan los medios estadounidenses, encendió la ira del magnate, que se juega mucho con los contratos que su empresa Space X mantiene con la agencia espacial. Ese último desencanto se sumó a los reparos que Musk había ido acumulando en sus algo más de cuatro meses como empleado especial del Gobierno, tanto con la política arancelaria de Washington, como con la ley fiscal que ahora está en el Senado tras haber recibido el visto bueno de la Cámara de Representantes. Esas diferencias de parecer provocaron desencuentros, públicos y privados, con algunos de los miembros del gabinete de Trump.

A todo esto, Musk aprovechó la pelea de este jueves para lanzar en X una encuesta sobre la conveniencia de fundar un tercer partido, distinto del demócrata y el republicano, y que represente, propuso, a ese “80%” de la población “que se sitúa en el centro”.

Sintonía entre potencias

Antes de la combustión en directo de la relación entre los dos viejos aliados, los líderes estadounidense y alemán mostraron una cara bien distinta, y se esforzaron en su reunión en el Despacho Oval por mostrar sintonía entre ambas potencias. “La relación con Alemania es muy importante”, dijo Trump, que dio la enhorabuena a su invitado por su reciente triunfo electoral y añadió que ambos habían hablado “por teléfono muchas veces sobre algunos de los problemas del mundo”. El canciller, que permaneció en silencio casi todo el rato, aunque en un momento intervino en alemán, recordó que los dos países tienen “mucho en común”, y agregó que los alemanes deben “a los estadounidenses mucho”.

Sobre la mesa, estaban las cuentas pendientes del líder estadounidense tanto con Alemania, como con la Unión Europea, en cuya representación también llegaba el canciller, en asuntos como la balanza comercial entre ambos socios y la guerra arancelaria con la que pretende forzarla en favor de los intereses de Washington, la exigencia de aumentar el gasto en defensa o la mejor manera de encarar el final de la guerra en Ucrania.

Merz recordó que este viernes se cumple el aniversario del Día D, el desembarco estadounidense en Normandía. “Ustedes acabaron con la guerra en Europa”, dijo el alemán. “Estados Unidos está de nuevo en una posición muy fuerte para lograr la paz en Europa. Los dos estamos de acuerdo en que tenemos que acabar con esa guerra. Son ya tres años y medio. Es terrible”. Trump, por su parte, comparó el conflicto entre Moscú y Kiev con la pelea de “dos niños pequeños en el parque”. “Se pegan como locos, porque se odian, y tú intentas separarlos. A veces no quieren que los separes, así que es mejor dejarlos pelear un rato y luego separarlos. Y ayer le hice esa analogía a [el presidente ruso Vladímir] Putin”, dijo el mandatario republicano sobre la llamada mantenida ayer entre ambos.

Pronto estuvo claro que Merz había cumplido con el primero, y tal vez más urgente de sus objetivos: no engrosar la lista de líderes mundiales asaetados en directo ante millones de personas en el Despacho Oval por Trump y los suyos. Antes de viajar a Washington, declaró a la televisión pública de su país que no necesitaba “una valeriana” para mantener una conversación tranquila con el presidente de Estados Unidos.

Con o sin ella, no sufrió un calvario como el del ucranio Volodímir Zelenski, que en marzo acabó a gritos con el presidente y el vicepresidente estadounidenses, que lo humillaron, lo tildaron de desagradecido y acabaron por echarlo de la Casa Blanca. O como el del sudafricano Cyril Ramaphosa, al que Trump obligó a ver un vídeo montado con imágenes sacadas de contexto o directamente falsas que, a juicio del republicano, probaba la existencia de un genocidio de la población blanca del país.

Volodímir Zelenski y Donald Trump en la Casa Blanca, en febrero pasado.

Merz llegaba a Washington con algunos deberes hechos: desde las elecciones de febrero, Alemania ha suprimido el tope que la Constitución fijaba al endeudamiento para poder invertir sin límites en defensa. También traía una promesa: el país podrá disponer así del primer ejército convencional de Europa. No solo: Merz se ha mostrado dispuesto a que el gasto militar alemán, que ahora representa en torno al 2% del producto interior bruto, aumente hasta el 5%, como ha pedido Trump en el pasado a los socios de la OTAN, cuyos líderes se verán este mes de junio en una cumbre en La Haya.

“Es positivo que Alemania invierta más en material militar”, consideró Trump. “Se decía que no había que dejarles rearmarse. Pero yo creo que es bueno. Al menos hasta cierto punto. Si pasan ese punto, les diremos que paren”, bromeó el presidente estadounidense.

Otro de los asuntos del orden del día para el canciller democristiano era, como primera potencia económica de la UE, tratar de avanzar en un acuerdo comercial con Estados Unidos que suavice la amenaza de los aranceles que Trump se empeña en llamar recíprocos, y también los que afectan al acero y el aluminio y a los automóviles. Uno de los ejemplos favoritos del presidente estadounidense para ilustrar la supuesta injusticia de las balanzas comerciales de su país con el resto de sus socios atañe precisamente a Alemania: para Trump, el hecho de que no haya “coches americanos” en las calles de Múnich demuestra lo injusto del sistema global para los fabricantes estadounidenses.

A la derecha, en uno de los sofás del Despacho Oval, estaba sentado el vicepresidente, J. D. Vance, que abroncó a los líderes europeos en la conferencia de Seguridad de Múnich (y Merz consideró que Vance se “extralimitó” con aquella intervención), y apoyó en la campaña electoral al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD). Además, el jefe de la diplomacia de Estados Unidos describió al Gobierno de Berlín como una “tiranía encubierta” a la luz del debate abierto en el país sobre la posibilidad de ilegalizar la AfD, primera fuerza de oposición, con más de 10 millones de votos, a la que los servicios de inteligencia alemanes catalogaron como una fuerza “extremista de derechas”.

Desde la izquierda: Merz, Trump y Vance en el Despacho Oval este jueves.

Ni Vance ni Rubio disfrutaron del turno de palabra antes de que Trump diera paso a las preguntas de los reporteros, que quisieron saber sobre la llamada recién celebrada entre el presidente estadounidense y su homólogo, Xi Jinping (“ha habido avances sobre todo en el tema de las tierras raras”) y por la orden dada por el republicano de investigar el uso de un bolígrafo automático durante la presidencia de su predecesor, Joe Biden. “[Biden] Nunca estuvo a favor de las fronteras abiertas, de tratamientos transgénero para todos”. Tampoco, añadió, de la participación de mujeres trans en los deportes femeninos. “No tenía mucha idea de lo que pasaba”, dijo Trump, que calificó esa acusación, de la que no ha aportado pruebas, como “el mayor escándalo de los últimos cuatro años, salvo por el robo de las elecciones de 2020″. En este tiempo, ha quedado demostrado una y otra vez que el triunfo de los demócratas en aquella cita con las urnas fue legítimo.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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