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Papa León XIV
Tribuna
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Las dos almas del nuevo papa

En las formas, León XIV no va a ser rompedor como Francisco, pero no renunciará a su espíritu

papa León XIV

Miraba el balcón de la logia con cierto temblor. Los cardenales dentro se estaban enfrentando con el impulso inevitable de llevar a la Iglesia al otro lado del péndulo, dado el rechazo insólito de un grupo de cardenales a un papa; y, por otro lado, el clamor agradecido de un pueblo ante la entrañable autenticidad del papa Francisco. Los más expertos vaticanistas apuntaban al cardenal Pietro Parolin como solución para armonizar estas dos almas. Pero, aunque amigo y secretario de Estado del Papa, elegirlo era poner a la Iglesia en manos de un curial, de un diplomático. ¿Dónde iba a quedar el soplo gratuito y evangélico de Francisco?

Pero respiré. Aparecía una figura fisonómicamente a medio camino entre Pío XII y Pablo VI, un papa que vestía con los paramentos tradicionales, de los que se despojó en su primera aparición el papa argentino. En mis elucubraciones sobre quién sería elegido, distinguí muy claramente del contenido y las formas del fallecido papa. La Iglesia no podía renunciar a los avances de este, a su sinodalidad, su apertura a la periferia, su Iglesia en salida y predilección por los pobres, la ecología, la gente del descarte y su descentralización. Pero tenía que afrontar un problema no querido por Bergoglio al confundir la autenticidad del Evangelio con la libertad en las formas, sencillez y facundia argentinas.

Un perfil podría encarnar esa distinción, el de Robert Francis Prevost. Y finalmente apareció ante el estallido de júbilo de la multitud con el nombre de León XIV. ¿Qué había elegido la Iglesia para este tramo caótico del siglo XXI, el de la guerra de Ucrania, el exterminio de Gaza, los aranceles de Trump y la insania de Putin?

¿Un americano? No en la acepción yanqui del término (como el ex golfo de México), sino la de toda su extensión, la de toda América, la de los poderosos del norte y los excluidos del sur, la iglesia conservadora USA y la de los peruanos de Chiclayo. Un agustino, religioso como Francisco, bien formado en matemáticas, filosofía, teología y doctor en Derecho Canónico. De Chicago, pero con sangre latina; misionero de pueblo, con experiencia universal como superior: con barro en los zapatos y papeles curiales entre las manos, especialmente expertas en la delicada tarea de nombrar obispos.

Sintetizaba en poco más de un folio su primer mensaje, que enlaza con la última y temblorosa bendición pascual del moribundo Francisco, “débil” y “valiente”, del resucitado y el buen pastor; su alegría y “olor oveja”, para repetir dos urgencias claves al mundo de ahora mismo: “paz” y “puentes”; la primera “desarmada —dice— y desarmante”; los segundos “de apertura” y “de diálogo”, como los brazos de la plaza que le vitoreaba. Todo, como “una Iglesia sinodal” que camina junta en busca de paz, caridad y, otro guiño bergogliano, para “estar siempre cercana, sobre todo a los que sufren”.

De esta primera salida al balcón de San Pedro se deduce el doble rumbo que León XIV quiere imprimir a su pontificado. En las formas no va a ser rompedor como Francisco, ya que se ha demostrado que la facción más ultra, respondiendo a la obsesión formalista de toda derecha, no lo soporta. ¡Qué más da revestirse de una estola menos, si los tranquiliza! O ser más sobrio en expresiones o número de declaraciones. En eso Prevost va a regresar a la tradición.

Pero no renunciará al espíritu evangélico de Francisco: llevará a la Iglesia hacia un plus de ternura, abrirá puertas y puentes, progresando en el mayor logro teológico y pastoral de su predecesor: el camino sinodal. Sin renunciar a la defensa de los derechos y la justicia social (claro homenaje en su nombre a León XIII) de inmigrantes, pobres y marginados de todo el mundo, una Iglesia inclusiva, cercana, madre y enfermera. Para ello, en su última homilía, el nuevo papa recalca un concepto substancial para Francisco: quitarse de en medio para que aparezca Jesús: “Desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado”. Continuidad, pero mano izquierda.

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