“Hay que respetar el rechazo al multiculturalismo”
En una entrevista, Finkielkraut analiza las raíces de los recientes actos de fanatismo

Alain Finkielkraut (París, 1949), intelectual francés de origen judío, fue víctima de insultos antisemitas el pasado sábado durante una manifestación de los chalecos amarillos en París. La fiscalía francesa abrió una investigación al día siguiente y este miércoles ha sido detenido un hombre en la ciudad de Mulhouse (noreste de Francia) que los servicios secretos tenían en el radar por su proximidad con grupos integristas islámicos de tendencia salafista. En una entrevista en su casa de París, Finkielkraut analiza las raíces de los recientes actos de fanatismo.
Pregunta. ¿Qué le impresionó más de lo que le sucedió?
Respuesta. Hasta más tarde, cuando volví a ver las imágenes, no me di cuenta de que no solo me llamaba “sucio hebreo”, sino también “gran mierda sionista”, “racista” y “fascista”. Un hombre me gritó: “Francia es nuestra”. Algunos pensarán que reproducía el viejo eslogan nacionalista antisemita de “Francia para los franceses”. No lo creo. El hombre llevaba barba y kufiya [un tocado masculino de cuadros, similar a un pañuelo]. El Gobierno lo ha identificado como un individuo próximo a los salafistas. Lo que creo que quería decir era “Francia es la tierra del islam”. Este insulto nos debe hacer reflexionar.
P. ¿En el movimiento de los chalecos amarillos se ha infiltrado la extrema derecha?
R. Existe un viejo antisemitismo al estilo de la década de 1930 que hoy en día se está reciclando. Todos repiten esta cita de Brecht: “El vientre que parió la bestia inmunda aún es fecundo”. Y es verdad. Pero actualmente esa bestia inmunda también sale de otro vientre. Los judíos son el primer blanco de la convergencia de las luchas entre la izquierda radical antisionista y los jóvenes de los barrios periféricos próximos al islamismo.
P. ¿Por qué no ha puesto una denuncia después de la agresión?
R. No me corresponde a mí mandar a la cárcel a esas personas. Puedo contribuir a analizar el problema diciendo que la solución no es la contraposición entre una Europa progresista abierta y una Europa cerrada, populista y nacionalista. Se lo dije también a Macron cuando me llamó el sábado.
P. Cuando habla de los Gobiernos populistas de Europa, ¿piensa también en Italia?
R. No conozco lo suficiente la situación de Italia, pero estoy convencido de que hay que respetar la libertad y la sabiduría de los pueblos europeos cuando rechazan sumarse a una visión multicultural de la sociedad. Tachar al actual Gobierno italiano con el término “lepra nacionalista” fue un grave error de Macron.
P. ¿Absuelve a los populistas?
R. El populismo es inquietante, pero es una reacción patológica al fenómeno de transformación demográfica que los Gobiernos no quieren afrontar. Si en 2015 Angela Merkel no hubiese tomado la decisión de acoger a un millón de emigrantes con su Wir schaffen das [podemos hacerlo] no habría habido Brexit.
P. Al principio estaba bastante a favor de los chalecos amarillos. ¿Se arrepiente?
R. No. Todavía pienso que hay algo de positivo. Gracias al chaleco fluorescente, la Francia rural, la de las periferias lejanas, se ha vuelto visible. Son los perdedores de la globalización y del Estado del bienestar. Lamentablemente, el éxito mediático ha corrompido el movimiento. A algunos de sus miembros se les ha subido el éxito a la cabeza y se han vuelto arrogantes. Lo que ahora me aleja de este movimiento no es el antisemitismo, que es marginal, sino un igualitarismo peligroso, en el que uno vale uno. La inteligencia y las competencias ya no se respetan.
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