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Shoshana Zuboff, filósofa: “La IA es el capitalismo de la vigilancia continuando su expansión”

La autora de ‘La era del capitalismo de la vigilancia’ aplaude las iniciativas de la UE para frenar a las grandes tecnológicas y pide al bloque que no ceda ante las presiones de Trump

Shoshana Zuboff, filósofa

Shoshana Zuboff (Nueva Inglaterra, EE UU, 1951) se conecta a la videollamada desde su residencia en Maine, al noreste de Estados Unidos, al borde con Canadá, donde el frío azota sin piedad en estas fechas. Bebe de una taza con té para calentar la garganta y se disculpa por llegar tarde, pues su agenda está más que cargada, tanto que fue imposible encontrar un hueco para hacer esta entrevista en persona. Es difícil hablar a través de la herramienta de videoconferencias de Google con Zuboff, la principal pensadora sobre el capitalismo de vigilancia por parte de las grandes tecnológicas, y no sentir ansiedad por contribuir precisamente a ese mal que ella nombra desde hace años.

“Quedan muy pocas cosas en este mundo que podamos hacer sin contribuir al capitalismo de vigilancia. Eso es lo que lo hace intolerable”, señala la filósofa y profesora emérita de la Harvard Business School. El próximo mes de enero se cumplirán siete años desde que publicó La era del capitalismo de la vigilancia (Paidós), con el que destapó un fenómeno que desde entonces solo se ha expandido casi sin freno: la recopilación y mercantilización de datos personales por parte de las empresas tecnológicas.

La tecnología y el capitalismo han sido dos ideas que siempre han estado presentes en el trabajo de Zuboff. Pero el momento que atraviesa nuestra sociedad, con la rápida expansión de la inteligencia artificial y con mandatarios como Donald Trump abrazándose a los oligarcas tecnológicos, le preocupa especialmente. Tanto que su próximo libro, que espera publicar en 2026, será una actualización de su trabajo de 2019, pero centrado en la inteligencia artificial.

Pregunta. ¿Qué opina de la IA? ¿Cómo ve esta evolución tecnológica?

Respuesta. La IA es simplemente el capitalismo de la vigilancia continuando su evolución y expansión con algunas metodologías nuevas, pero aún basado en el robo de nuestros datos. Corrimos hacia internet pensando en la democratización del conocimiento. Pero a lo que acudimos con los brazos abiertos se ha convertido en una prisión de vigilancia sin barrotes ni guardias, pero también sin salida, sin escape. A menos que nuestros gobiernos se organicen y nos unamos en nuevas formas de acción colectiva para ejercer presión sobre nuestros líderes públicos, nada cambiará.

P. ¿Cómo contribuirá el tiempo que pasemos conectadas en esta videollamada al capitalismo de vigilancia?

R. No lo sabemos. Por eso se llama capitalismo de vigilancia: sus métodos centrales deben permanecer ocultos. Si la gente supiera lo que está pasando, se rebelaría. Google se tropezó con el descubrimiento de que cada vez que alguien interactúa con su buscador deja atrás datos privados que pueden analizarse para comprender su comportamiento y predecirlo. Google podía predecir la orientación sexual y política de una persona, su estatus económico o cultural… Eso se convirtió en la base de su negocio y el mundo cambió.

P. ¿Por qué tienen que permanecer ocultos esos métodos?

R. Al principio, Google tenía un equipo ejecutivo muy pequeño y dentro de él crecía un conflicto. Algunos decían: estamos tomando los datos de la gente en secreto; si se enteran de esto, se van a enfurecer, tenemos que decírselo. Pero el otro bando decía: si les contamos lo que estamos haciendo, nunca nos lo perdonarán. En el libro I’m Feeling Lucky, Douglas Edwards, el primer director de marca de Google, escribe sobre una reunión en la que se estaba desarrollando esta discusión entre las dos facciones. Y Larry Page, el fundador, estaba sentado allí muy callado, escuchando. Cuando terminaron de discutir, simplemente dijo: “Nunca podemos decírselo”. Él entendía que estaban robando. Y había algo que les aterraba entonces, y es lo mismo que les aterra hoy: la ley. Que les diga: esto es ilegal, esto es un robo, no pueden hacer esto.

P. ¿Hemos logrado algún avance digno de mención en la lucha contra el capitalismo de vigilancia desde que publicó su libro en 2019?

R. Sí, y Europa está a la vanguardia. Han sucedido cosas muy significativas en Europa durante estos años: la Ley de Servicios Digitales, la de Mercados Digitales, la de IA. Pero los líderes de la UE están atravesando hoy un momento de duda. No saben si sería mejor simplemente apaciguar a Trump, o si es más prudente mantener las leyes tan importantes que han creado.

P. El presidente de EE UU ha estado insultando recientemente a los líderes europeos. También lo han hecho miembros de su Administración, quienes han criticado a la UE por algunas de sus medidas contra las grandes tecnológicas.

R. Es porque tienen miedo de Europa. Hemos establecido que lo único que temen es a la ley, y el único lugar de donde esa ley podría provenir en el futuro cercano es Europa. Así que los insultan y los degradan para confundirlos. Pero si pudiera persuadir a los líderes de la UE de algo, sería de que este es el momento de ser feroces.

P. Estados Unidos está en el extremo opuesto del espectro: hace casi un año, Trump juró el cargo rodeado de oligarcas tecnológicos.

R. Pienso en aquella investidura como una ceremonia de boda, un matrimonio entre Trump y los líderes tecnológicos. ¿Por qué estos hombres, que son inmensamente ricos y poderosos, que controlan todos los datos, la información y el conocimiento del mundo, necesitaban casarse con Trump? Ambos lados necesitaban algo que solo el otro podía darles. Las empresas tecnológicas necesitaban un mundo sin leyes, donde nadie pudiera decirles que esto es inaceptable e incompatible con la democracia. Solo Trump puede darles eso. Solo él tiene la personalidad retorcida que le permite acercarse a cualquier presidente de cualquier país y decir: no acepto sus leyes. ¿Y qué necesitaba Trump de ellos? Un mundo en el que todo el espacio informativo estuviera dominado por mentiras.

P. ¿Es esta unión lo que usted llama “escenarios de fusión”?

R. Estos son escenarios en los que las capacidades de vigilancia y recopilación de datos del sector privado y las del sector público se fusionan, como en el caso chino. Es entonces cuando se vuelve muy peligroso. En Estados Unidos nos dirigimos hacia ese escenario, y por eso este es el momento en que nuestros líderes europeos deben hacerse presentes. Este no es el momento de abandonar todo ese arduo trabajo.

P. Menciona el caso de China, pero bajo Trump, Estados Unidos está viviendo una expansión de vigilancia gubernamental sobre civiles a medida que su Administración intensifica la aplicación de las leyes migratorias. ¿Cuál es la diferencia —o la relación— entre la vigilancia gubernamental y el capitalismo de vigilancia?

R. Esto se remonta a 2001. Cuando los aviones golpearon las Torres Gemelas, este escenario de fusión tomó forma rápidamente. El Gobierno entendió de inmediato que las empresas estaban captando todos los datos que necesitaban. Toda esa data predictiva iba a ser esencial en la guerra contra el terrorismo. Y Washington no estaba solo, en muy poco tiempo todas las democracias del mundo practicaban la recopilación de datos sin orden judicial y en secreto. Fueron las necesidades gubernamentales las que permitieron que Google continuara practicando su robo. Y eso ha continuado hasta hoy.

P. Más allá de la regulación, usted también habla de “reinvención”.

R. Y de abolición. La regulación es solo un paso, una negociación, un límite, pero no dice: no puedes existir. Podemos tener capitalismo de vigilancia o democracia, pero no ambos. Son fundamentalmente incompatibles. La regulación nos ayuda a entrar en la discusión de lo que está mal, pero, en última instancia, vamos a necesitar remontarnos al origen, adonde todo comienza, para hacer lo que deberíamos haber hecho al principio: llamarlo robo, prohibirlo e inventar una alternativa mejor, centrada en la humanidad.

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Sobre la firma

Paola Nagovitch
Periodista en Nueva York. Coordina la edición en inglés del periódico y forma parte del equipo fundador de EL PAÍS US. En 2022, fue Premio Ortega y Gasset de Periodismo por una investigación sobre la pederastia en la Iglesia española. Estudió Periodismo y Política en New York University e hizo el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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