Roberta Milanese, psicóloga: “Los estímulos rápidos del móvil pueden causar apatía emocional toda la vida”
La terapeuta italiana, discípula del también psicólogo Giorgio Nardone, sostiene que vivimos una epidemia de inseguridad, de miedo a no ser lo suficientemente buenos

La psicóloga italiana Roberta Milanese (Génova, 54 años) es una de las principales exponentes y divulgadoras de la psicoterapia estratégica breve, nacida en los años cincuenta en Palo Alto, California, con Paul Watzlawick, e importada a Italia en los años ochenta por Giorgio Nardone, en la llamada escuela de Arezzo. Milanese, que sabe explicar de forma amena y comprensible conflictos complejos, ha ido dando a conocer su trabajo en libros que han llegado a ser superventas en su campo en Italia, y en España han sido editados por Herder, como El engañoso miedo a no estar a la altura o el último, Ira. Una emoción que hay que domar (y cabalgar).
Milanese imparte másteres clínicos y cursos de formación (el 15 de noviembre tiene uno en Barcelona), y también hace consultoría para empresas, artistas o deportistas. La conversación tiene lugar en su estudio de Milán, por cuya puerta ha visto entrar ya a miles de personas con problemas de todo tipo, pero lo más llamativo es que luego los ha visto salir con ellos resueltos en poco tiempo. Eso es lo interesante de esta terapia, su rapidez. Asegura que bastan pocas sesiones.
Pregunta. ¿En qué consiste la psicoterapia estratégica breve?
Respuesta. Se centra en el presente, no buscamos causas en el pasado, que suelen ser hipotéticas, reconstructivas o, incluso si son ciertas, no podemos volver y cambiarlo. Se centra en el aquí y ahora, la situación de la persona en este momento. Usamos pequeñas tareas, cosas que la gente tiene que hacer o en las que pensar entre sesiones, y producen cambios rápidos. La mayoría de los trastornos pueden tratarse rápidamente.
P. Buscan que el paciente sienta algo que lo impulse a cambiar.
R. Sí, la mayoría de los enfoques se centran en que las personas comprendan: si yo entiendo, cambio. Pero en la mayoría de los casos no es que no podamos entender qué debemos hacer, sino que no podemos hacerlo. Si estoy en una relación que no funciona quizá sepa que debería dejarlo, pero otra cosa es ser capaz de hacerlo. Así que trabajamos con un proceso inverso, en generar una experiencia emocional correctiva. La neurociencia confirma esta secuencia: el cambio de la corteza al sistema límbico, de la parte racional a la emocional, es mucho más resistente al cambio que a la inversa. Funciona mejor moverse desde abajo, desde las emociones.
P. Estas tareas son como pequeños juegos que desbloquean situaciones.
R. Sí, utilizamos lógica no ordinaria. Por ejemplo, si tengo ansiedad, cuanto más intento controlarla, más se desata. Utilizamos una técnica paradójica llamada “la peor fantasía”, media hora diaria en que las personas intentan voluntariamente generar la mayor cantidad de ansiedad posible. Porque cuanto más intento generar ansiedad, más la inhibo. Así es cómo la lógica no ordinaria entra en juego.
P. Otra paradoja es que el paciente acude a usted para cambiar algo, pero al mismo tiempo no quiere.
R. Sí, la resistencia al cambio es una característica de todos los seres vivos, de la ameba a nosotros. El cambio es agotador, da miedo. La terapia estratégica se basa en el diálogo, entrar en sintonía con la percepción de la persona y que vea su realidad desde otro punto de vista. Si bastara con decirle a alguien “haz esto” y lo hiciera, cualquiera podría hacerlo.
P. Ya hay personas que piden consejo a la inteligencia artificial.
R. Sí, estoy horrorizada, porque ya existía una gran tendencia a la incapacidad relacional y a la fragilidad personal. A veces yo también me divierto preguntándole cosas. Sabe mucho, pero no entiende.
P. Y no tiene emociones.
R. Obviamente, pero lo simula muy bien. Si alguien quiere que lo traten bien, que hable con la inteligencia artificial, puedes insultarla, nunca se enfada, es obediente. Es una deriva terrible.
P. En su obra explora la obsesión actual de estar pendientes del juicio de los demás.
R. Sí, hay una epidemia de inseguridad, de miedo a no ser lo suficientemente bueno. Es resultado de la era de la performance en la que vivimos. Tenemos que brillar en todo, incluso al tener hijos, y las redes sociales lo amplifican, todos pueden juzgarnos. Y además tenemos una percepción totalmente distorsionada de la vida de los demás. Siempre están en lugares paradisiacos, comiendo cosas maravillosas. Un mundo donde todos son perfectos y yo no.
P. Usted habla de que hay que observar los sentimientos, estar dentro de ellos. Por ejemplo, hay que atravesar el dolor, no hacer como que no existe.
R. Sí, el dolor es como una herida física. El tiempo de curación de la herida no depende de mí. Solo puedo evitar que se infecte y protegerla. Luego tiene su propio tiempo, un mes, un año. Pero vivimos en una sociedad fóbica: no tiene que haber dolor, interfiere con la productividad, hay que avanzar. Con la covid vi a una mujer de 60 años cuyo esposo había fallecido. Habían pasado tres meses y por las noches no tenía ganas de salir, pero hasta su hija pensaba que necesitaba tratamiento. Y aquí viene otro problema: la última edición del DSM-5, el manual de diagnóstico más utilizado en el mundo, dice que con una serie de síntomas, como llorar, no poder comer, dormir mal, durante más de 15 días, es depresión y eres candidato a psicofármacos. Antes eran dos años, luego dos meses, y ahora, 15 días. Hay una deriva diagnóstica que no tiene en cuenta que no estoy patológicamente deprimido, estoy de duelo, y más que un antidepresivo, necesitaré la cercanía de mis seres queridos, llorar. Ahora ya no podemos permitírnoslo y necesitamos psicofármacos. Se está patologizando la normalidad.
P. Te tomas una pastilla y todo desaparece.
R. Sí, también sucede con el sobrepeso. No tengo que esforzarme, mejor aún, ni siquiera soy responsable. Este es otro tema: la responsabilidad, que no es un tema de culpa, si tengo un trastorno no es culpa mía. Pero la forma en que me relaciono con el trastorno es mi responsabilidad, tengo el poder de cambiar algo. Si no, me convierto en víctima de la situación.
P. Hay una evasión de la realidad y de la responsabilidad. En estos años, ¿ha visto una evolución?
R. Sí, antes había más fobias, luego entramos en la era de controlar todo, ahora estamos en la del juicio de los demás. También veo cada vez más adicciones al móvil. Y ya no es como antes, solo redes sociales, ahora son reels [vídeos cortos de redes], y todo el tema de la estimulación de dopamina asociada a estímulos rápidos, con un efecto de apatía emocional para toda la vida. ¡Y las series de televisión! Si hay algo que tiene el efecto de droga, y lo hacen aposta, son las series.
P. La gente se las traga durante horas.
R. En una serie hay picos de dopamina, que te dejan con hambre, y una película tiene principio y final, no te deja con nostalgia. Hay gente que piensa todo el día en qué les pasará a los personajes de una serie. Ya ni siquiera vivimos nuestras vidas.
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