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Retrato del amigo zombi, ese que desaparece en septiembre y resucita en vacaciones

Hay amigos estacionales, que solo aparecen en verano o en fiestas de guardar, como bodas o cumpleaños. ¿Pueden ser estas amistades contraproducentes? ¿O, al contrario, un vínculo necesario a lo largo del año?

Jóvenes en parque Prospect de Nueva York en 1959
Karelia Vázquez

A estas alturas del año —­escribo este texto a mediados de septiembre— ya se habrá esfumado ese amigo que aparece sin avisar cada verano, cuando sus rutinas se diluyen y su red primaria, esas cinco personas que según los científicos forman el círculo más cercano, se ha marchado de la ciudad. Alguna vez fue un amigo, pero ahora es un ente estacional que aparece en las celebraciones y fiestas de guardar y luego desaparece. Llamémosle amigo zombi por su capacidad de resucitar dos veces al año. Su comportamiento es un patrón. A pesar de eso, siempre sorprende y uno se pregunta si quizá en su próxima resurrección el zombi debería encontrar algunas puertas cerradas o, al menos, un poco entornadas.

Antes de tomar decisiones drásticas conviene seguir las indicaciones de Bruce Y. Lee, profesor de Salud Pública en City University of New York (CUNY) que, parafraseando el poema de Brian Chalker, invita a discernir si el zombi es un friend for a season (amigo por una estación) o un friend for a reason (amigo por una razón). En el primer caso pueden estar los amigos del colegio que luego hacen su vida en otro sitio o descubren que tienen objetivos vitales diametralmente opuestos, pero conservan un afecto antiguo donde no hay oportunismo, simplemente se acercan cuando pueden y esto puede coincidir con las vacaciones. “Son amigos momentáneos que acompañan”, escribe en un artículo publicado en Psychology Today. El profesor es más cauto con los que llama friend for a reason. “Hay personas que solo aparecen cuando están necesitadas y desaparecen una vez que han conseguido lo que querían. Esas relaciones pueden ser útiles y hasta agradables siempre que seamos conscientes de su carácter utilitario, es decir, siempre que aceptemos que esa persona realmente no está interesada en quien uno es, sino en lo que uno puede hacer o conseguir”.

El territorio de la amistad está plagado de asimetrías y muchas veces ver al zombi ejercer de zombi, por más muertes y resurrecciones que le conozcamos, sienta mal. Como apunta por correo electrónico el psicólogo Luis Miguel Real, “desde una perspectiva psicológica, lo que más daño hace no es la distancia, sino la incertidumbre. Cuando alguien se esfuma sin motivo aparente y luego actúa como si nada hubiera pasado el mensaje que transmite es ambiguo”. Real añade que la ambigüedad activa en el cerebro patrones de alerta similares a los que genera una amenaza. “Nos cuesta relajarnos y confiar, nos sentimos cuestionados, incluso aunque sepamos que el problema no tiene que ver con nosotros”. La psicóloga clínica Cynthia Molina explica por correo electrónico que estas idas y venidas afectarán más a las personas con una red social primaria (esos cinco amigos cercanos) débil, pues darán más valor a esos amigos zombis.

Si buscamos las métricas de los grandes estudios sobre la amistad probablemente el zombi no clasifique como amigo. Un estudio del genetista Jeffrey Hall, de la Universidad de Kansas, estima entre 40 y 60 horas el tiempo que se debe pasar junto a un extraño para que se convierta en un conocido; para que llegue a ser un amigo necesitaríamos compartir 50 horas, y una relación sólida empezaría a emerger a partir de las 140. Según Hall, los grandes amigos han pasado más de 300 horas juntos. El tiempo significa la acumulación de momentos compartidos en los que se apuntala la amistad. Estos datos coinciden con los números del antropólogo británico Robin Dunbar, que insiste en que los amigos son una inversión cara en términos de tiempo. Además de las horas están los rituales, la amistad necesita repetición y estructura para crecer: el mismo bar, la misma gente, los mismos chistes, y repetir una y otra vez la misma historia. Los altibajos que ofrece un amigo zombi no permiten construir ninguna rutina.

“Los amigos intermitentes no siempre tienen mala intención” —tercia Luis Miguel Real—, “a veces simplemente no saben sostener vínculos con regularidad, quizá no les enseñaron a hacerlo, o puede que prioricen otras áreas de su vida, pero que no haya mala intención no significa que no haya consecuencias”. En su opinión, si este tipo de relación genera ansiedad o dedicamos mucha energía a intentar entender al otro, tal vez no compense seguir cultivando esa amistad.

Raquel Congosto es la autora de Amiga mía, una de las novedades de la editorial Blackie Books de esta temporada. Su novela se adentra en el duelo por una amiga, explica en conversación telefónica: “Me costó encontrar referencias, casi ninguna en la literatura. El episodio ‘Dejar ir’ del podcast Ciberlocutorio, donde la escritoria Sara Torres contaba lo difícil que es dar por terminada una amistad, y la película Almas en pena de Inisherin (2022). Yo decidí meterme a saco en el duelo por una amiga, un duelo que no sabemos identificar como otros, por ejemplo, el de la ruptura de pareja que tenemos más trabajado”. Congosto descubrió que la precariedad lo impregna todo, también la amistad. “No hay tiempo para la atención y la relación con amigos se vive como un bien de consumo, en ese contexto a una de las partes le puede parecer lícito poner sus intereses por delante, nos machacan todo el tiempo con el autocuidado con que nos pongamos nosotros siempre por delante. Por eso tampoco nadie entiende que necesites hacer un duelo por una persona que ni siquiera está muerta, y yo lo que reivindico en mi novela es el derecho a no pasar página”.

“El duelo por una amistad no es menos legítimo que el de una relación de pareja” —explica Real, autor del libro No pienses en un oso verde (Vergara, 2023)—. “Soltar un vínculo, aunque sea leve para una de las partes, también implica tristeza, confusión o enfado”. Y añade: “No todo vínculo que se enfría merece un cierre definitivo”. El psicólogo opina que si el amigo zombi es valioso cuando está y se puede asumir que su presencia será puntual, tal vez sea posible “recolocar la relación en otro lugar emocional”. Ya no “como alguien cercano, sino como un conocido con quien uno tiene afinidad, pero del que no espera continuidad. Esto en psicología se llama ajustar expectativas y es una herramienta básica para evitar decepciones recurrentes”.

El amigo zombi volverá mucho antes de que encontremos una definición certera para su conducta. El Zeitgeist manda a ayudarse con una IA para redondear el concepto de amigo zombi. Yo he preguntado a Grok y a Google Overview. Ambos modelos coinciden en que probablemente se trate del personaje de un videojuego.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.
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