Veranos de guerra: los conflictos que empiezan en vacaciones
Históricamente, los ciudadanos hemos estado distraídos durante el estío y no hemos hecho caso de las pocas advertencias de los intelectuales


Alemania y Polonia refuerzan los controles policiales entre ambos países ante la presión de sus respectivas extremas derechas. Estremece leer ahora noticias como esa, que remiten al peor pasado. La Segunda Guerra Mundial empezó con la invasión de Polonia por parte de Alemania; fue un mes de septiembre de 1939. El verano suele ser una época en la que comienzan muchos conflictos bélicos; la Primera Guerra Mundial arrancó en agosto de 1914, y en ese mes tuvieron lugar los peores combates de la guerra de Corea en los cincuenta; también, por ejemplo, la guerra del Golfo, con la invasión de Kuwait por parte del Irak de Sadam Husein, o la invasión rusa de Georgia, precedente de lo que hoy ocurre en Ucrania.
Todo ello sucedía mientras las poblaciones estaban de vacaciones, a menudo distraídas. Reflejan los periódicos de las épocas y los libros que luego han tratado los conflictos que en muchas ocasiones las ciudadanías permanecían ajenas a lo que se fraguaba, y los pocos intelectuales que lo denunciaban no eran atendidos o sus manifiestos permanecían inadvertidos.
Joseph Roth y Stefan Zweig fueron dos de esos intelectuales. Durante más de 10 años (1927-1938), entre la primera posguerra mundial y la llegada de la segunda gran conflagración, se cartearon, se acercaron o se alejaron según sus preocupaciones personales y políticas. El resultado de ese intercambio es el libro titulado Ser amigo mío es funesto (Acantilado), publicado hace más de una década y reimpreso ahora, en un momento de tanta oportunidad. Los dos eran representantes de una cultura europea humanista y estaban imbuidos de una concepción de la vida supranacionalista y del carácter multiétnico del territorio. Judíos ambos, Roth se consideraba portavoz combatiente de la intelectualidad, escribiendo en periódicos y revistas, mientras que Zweig pretendía ser comprendido solo por su obra literaria, sin hacer manifestaciones públicas de lo que acaecía a su alrededor. Que era, ni más ni menos, la llegada de los nazis al poder.
No se trató de una época pacífica sino de los tiempos en los que los nacionalsocialistas amenazaban de raíz la cultura y la sociedad europea. En el libro se explica cómo los dos autores reflejan el interés y la capacidad de observación para seguir de cerca, previendo, sabiendo y temiendo la evolución de los hechos. En sus cartas articulan las dificultades con las que casi de repente se tropezaron. Sus libros estuvieron entre los proscritos que fueron sacados de las bibliotecas teutonas y arrojados a las llamas por su “espíritu antialemán”. Tuvieron que huir, emigrar, solicitar certificados de residencia (en el tiempo de la primera globalización, cuando poco antes no había fronteras), ponerse en guardia ante delaciones, buscar nuevas formas de ingresos, y manifestar sus opiniones en condiciones más difíciles según pasaba el tiempo. Finalmente, Joseph Roth murió en marzo de 1939, antes de que se hicieran realidad sus pesadillas; a Zweig la victoria nazi en Alemania y la Segunda Guerra Mundial le arrebataron la esperanza y en febrero de 1942, en Petrópolis, cerca de Río de Janeiro, hasta donde se había desplazado, se suicidó junto a su esposa.
Roth fue de los primeros intelectuales que plasmó el peligro en sus ensayos. En las cartas a su colega alude una y otra vez al peligro que llega de Alemania. Al contrario, Zweig consideraba que el gobierno nazi no tenía gran futuro, e incluso que las consecuencias de su subida al poder en 1933 serían nimias. El profesor Heinz Lunzer, que escribe el epílogo a las cartas, lo describe como torpe en las observaciones y en la percepción de los efectos que más adelante pudieron extraerse de la realidad.
Trump lleva más de seis meses en la Casa Blanca y pese a sus promesas no ha conseguido acabar con la guerra de Ucrania y con la espantosa masacre continua en Gaza, ha manifestado intenciones imperialistas en Canadá, Groenlandia y México, y ha llevado el ardor guerrero a la UE y a la economía, con continuas políticas de perjuicio al vecino.
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