El uso bélico de drones con inteligencia artificial está cerca
Aunque pocos se dan cuenta, EE UU y la OTAN necesitan a Ucrania por su experiencia con esta tecnología militar, que China y Rusia dominan

El ataque ucranio del 1 de junio contra bases aéreas en Rusia ha generado un nuevo consenso: los costosos vehículos bélicos tripulados (tanques, aviones, barcos) que por mucho tiempo han sido el rasgo definitorio de un ejército “avanzado” se han vuelto obsoletos frente a los baratos drones. Pero esta idea es incompleta y puede ser peligrosamente engañosa. La nueva guerra de drones ofrece enseñanzas que trascienden el mero hecho de que los armamentos convencionales caros son vulnerables; y en su estado actual parecerá anticuada, en cuanto se le añada la inteligencia artificial, algo que ya es inminente.
Analicemos lo que nos ha enseñado la guerra en Ucrania. En primer lugar, la efectividad de los drones trasciende con creces el ataque a equipos bélicos tradicionales. Es verdad que han vuelto extremadamente vulnerables los tanques y vehículos blindados de transporte de tropas; por eso los rusos, en sus ataques por tierra, intensificaron el uso de unidades de infantería, motocicletas o vehículos todoterreno. Pero de poco les sirvió, porque los drones también son terriblemente eficaces contra personas. Hay tantas bajas como siempre, pero ahora el 70%, en ambos lados, las causan drones.
La eficacia de los drones se extiende a casi todo lo demás. Ucrania los ha usado para destruir objetivos rusos tan variados como fábricas de armas, trenes en movimiento, depósitos de municiones, refinerías de petróleo, barcos y puertos. Y podría ser peor; de hecho, Ucrania ha mostrado mucha mesura si se tiene en cuenta la conducta incivilizada de Rusia. Aeropuertos, estaciones de tren, estadios, conciertos al aire libre, hospitales, escuelas, residencias de ancianos… todo eso es igual de vulnerable.
Otras dos enseñanzas tienen que ver con la dependencia de la guerra de drones respecto de la base industrial. En primer lugar, la velocidad y la capacidad de respuesta son críticas. En el ámbito de los drones, la tecnología, el armamento y las tácticas evolucionan a ritmo vertiginoso. La utilidad de un dron nuevo apenas dura entre dos y seis meses. El otro bando desarrolla contramedidas que obligan a crear productos nuevos, contra los que se desarrollan nuevas contramedidas, y así sucesivamente.
En este entorno feroz incluso un mes de retraso es fatal. Los procedimientos normales de la industria de defensa son inadecuados, y, en su mayoría, los drones estadounidenses y su industria se han mostrado lentos, caros e inutilizables. Pero la industria de drones y el ejército ucranios respondieron creando un modelo revolucionario para la investigación y el desarrollo de armamentos, su producción y su despliegue, sobre la base de la comunicación directa y continua entre las unidades de combate avanzadas y los fabricantes de drones.
A Ucrania la ayudó el hecho de contar con un sólido ecosistema de start-ups que respalda una industria armamentística capaz de diseñar, producir y desplegar nuevas armas en cuestión de semanas. Este año, Ucrania producirá más de cuatro millones de drones, en su mayoría modelos que ni siquiera existían hace un año. Por desgracia, Rusia también se ha adaptado y se apoya en gran medida en start-ups privadas.
La guerra de drones en Ucrania ofrece otra lección para Estados Unidos y Europa: la necesidad de dar respuesta al dominio chino de la industria mundial de drones. Ucrania desarrolló una industria de drones porque Estados Unidos y la OTAN casi no tenían una propia y porque China empezó a reducir el suministro a Ucrania en favor de Rusia. Alrededor del 80% de los componentes electrónicos de los drones rusos procede de China. Aunque al principio Ucrania era muy dependiente de China, ha reducido esa dependencia, aproximadamente, al 20% (obtenido en su mayor parte de forma encubierta).
En cambio, los procesos de I+D y compra de insumos militares de Estados Unidos y Europa siguen siendo lentos y poco competitivos, lo que les resta capacidad para defenderse de los drones y para usarlos. Aunque pocos se dan cuenta, Estados Unidos y la OTAN ahora necesitan con urgencia a Ucrania por su experiencia en drones. Se ha convertido en el único país que podría igualar la tecnología y el tiempo de respuesta de China o de Rusia en una guerra. Sin Ucrania y sin modernizar sus fuerzas, la OTAN y Estados Unidos sufrirían terribles bajas en una guerra con Rusia o China, e incluso podrían perder.
Además, la IA lo cambiará todo. En la operación ucrania del 1 de junio se usaron 117 drones, cada uno controlado por un operador, y la información disponible indica que más o menos la mitad de ellos sucumbieron a las defensas rusas (en general, mediante interferencia), porque necesitaban estar en comunicación por radio con los controladores. Si hubieran sido autónomos, podrían haber sido mil drones. Y con IA no hay necesidad de comunicación con el operador y la interferencia no sirve de nada, lo que aumenta en gran medida el alcance y la letalidad. En cinco años será terriblemente fácil lanzar ataques preventivos contra objetivos convencionales.
La IA también aumenta la letalidad y precisión de drones usados contra personas. Investigadores chinos ya han hecho experimentos con enjambres de drones que maniobran para atravesar un bosque y al salir vuelven a formar enjambre. No estamos hablando solo de una guerra; esto también se podría usar en un ataque terrorista.
Es verdad que la funcionalidad de la IA también demanda mucha más potencia de cómputo y memoria de lo que se puede poner en un dron pequeño. Y no es barata. Por ejemplo, los chips de Nvidia cuestan hasta 50.000 dólares por unidad, de modo que incluso con un solo procesador potente, la mayoría de los drones serían demasiado caros.
Pero la situación está cambiando a toda marcha, impulsada por el objetivo de introducir capacidad de IA significativa en cualquier teléfono. Cuando eso ocurra, las mismas capacidades estarán a disposición de cualquier dron bélico. Y con la única y vital excepción de los procesadores de IA, toda la cadena de suministro para la fabricación de teléfonos y drones bélicos está bajo dominio chino.
Stuart Russell, especialista en IA de la Universidad de California en Berkeley, lleva tiempo pidiendo un tratado de control de armas que evite la proliferación de pequeños drones armados de producción en masa controlados por IA. Incluso participó en la producción de un cortometraje, Slaughterbots, que muestra los riesgos que pueden plantear estos drones si caen en manos equivocadas. En una cena que compartimos hace unos años me dijo que pronto será fácil identificar a cualquier persona por reconocimiento facial.
La firma de un tratado efectivo es difícil en un contexto geopolítico como el actual, de modo que debemos prepararnos para un mundo en el que es probable que armas como estas existan. Pero el aparato de defensa occidental se parece cada vez más a la típica empresa obsoleta a la que la disrupción tecnológica toma por sorpresa. En los mercados, la resistencia de lo obsoleto puede ser costosa, pero los costos son puramente monetarios. En la guerra pueden ser y serán mortales.
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