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RELIGIÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De la condena al diálogo: el Papa que abrió la puerta a la teología de la liberación

Frente al rechazo de Juan Pablo II y Benedicto XVI, el papa Francisco fue más receptivo a las ideas de análisis crítico y defensa de los excluidos de esta doctrina

Papa Francisco
Juan José Tamayo

Una de las manifestaciones más importantes del cambio producido durante el pontificado del papa Francisco ha sido la actitud receptiva hacia la teología latinoamericana de la liberación (TL), que sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI condenaron, al tiempo que procesaron a algunos de sus más importantes representantes e impusieron censura a sus libros.

Durante el pontificado de Juan Pablo II las primeras sospechas recayeron sobre Gustavo Gutiérrez, padre de la teología de la liberación, en cuyas obras Teología de la liberación. Perspectivas y La fuerza histórica de los pobres los censores romanos descubrieron numerosas desviaciones como la concepción marxista de la historia estructurada por la lucha de clases y la consideración del cristianismo como factor movilizador al servicio de la revolución.

La condena más severa contra la TL tuvo lugar en 1984 con la Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, de la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo la presidencia del cardenal Ratzinger. Las graves acusaciones contra ella fueron reducir la fe cristiana a un humanismo terrestre, emplear acríticamente el método marxista de la realidad e identificar la categoría bíblica de “pobres” con la categoría marxista de “proletariado”. La Instrucción asevera que la teología de la liberación constituye “una grave desviación de la fe cristiana” y “una negación práctica de la misma”.

El mismo año fue condenado el libro Iglesia: carisma y poder, del teólogo brasileño Leonardo Boff, acusado de atacar despiadada y radicalmente el modelo institucional de la Iglesia católica y de defender una cierta utopía revolucionaria ajena a la Iglesia. Unos años después volvió a ser sancionado con penas más severas, que provocaron su abandono del sacerdocio y de la orden franciscana, pero no el sueño de san Francisco de Asís de un mundo donde vivieran hermanadas la naturaleza y la humanidad.

La teóloga brasileña Ivone Gebara, colaboradora de monseñor Helder Cámara y pionera de la teología ecofeminista en América Latina, fue silenciada por el Vaticano durante dos años, 1990 y 1991, a propósito de una entrevista en la que afirmaba que el aborto no debería ser considerado pecado para las mujeres pobres y que la opción por los pobres defendida por la TL exigía mayor tolerancia con las mujeres empobrecidas que decidían interrumpir el embarazo.

Benedicto XVI continuó con la condena de la TL en la persona del teólogo hispano-salvadoreño Jon Sobrino, considerado uno de los mejores especialistas mundiales en cristología. En 2007, tras más de 30 años de sospechas e investigación detectivesca sobre sus obras, fue acusado de no respetar convenientemente las formulaciones de los concilios de la antigüedad y de no afirmar con suficiente claridad la divinidad de Cristo. En 2009 Benedicto XVI volvió a criticar la aceptación acrítica de algunos teólogos de la liberación de metodologías marxistas que generan “rebelión, división, disenso, ofensa y anarquía”, y crean “un gran sufrimiento y una grave pérdida de fuerzas vivas”.

Con Francisco la actitud ante la TL y sus principales cultivadores pasó del anatema al diálogo, del silenciamiento a la escucha, del alejamiento a la proximidad, de la condena al reconocimiento. Varios fueron los gestos de acercamiento y sintonía desde el comienzo de su pontificado.

Recibió en varias ocasiones al teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, que entiende la teología como reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la fe, considera la opción por los pobres como actitud evangélica radical y entiende el trabajo por la liberación de los excluidos como la praxis fundamental del cristianismo. Treinta años antes había estado en el punto de mira del Vaticano y había sido acusado de invitar a los cristianos a participar en la lucha de clases. L’Osservattore Romano, órgano oficial del Vaticano, dedicó un amplio espacio a la teología de la liberación en septiembre de 2013, sobre el que el prestigioso vaticanista Andrea Tornelli comentó: “Entre el Vaticano y la teología de la liberación estalla la paz”. El órgano oficial del Vaticano publicó un artículo del teólogo peruano muy crítico con el neoliberalismo, impensable con los otros papas.

Francisco levantó la suspensión a divinis que pesaba sobre el religioso de la congregación estadounidense Maryknoll Miguel d’ Escoto, ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno sandinista de Nicaragua, y sobre el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, ministro de Cultura del mismo Gobierno. Cardenal fue amonestado públicamente por Juan Pablo II en su viaje a Nicaragua en 1983.

Francisco eliminó los obstáculos de sus predecesores para la beatificación y ulterior canonización del monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980. Contó con la colaboración del teólogo Leonardo Boff, dos veces sancionado por el Vaticano, para la redacción de la encíclica Laudato Si’. Aplicó en sus textos la metodología de la teología de liberación: análisis crítico de la realidad (mediación socioanalítica), interpretación liberadora de los textos bíblicos (mediación hermenéutica), juicio ético (crítica severa del capitalismo, al que calificó de “injusto en su raíz”) y llamada a la acción (praxis transformadora).

La metodología y la orientación de la TL pueden reconocerse en la Exhortación apostólica sobre la alegría del Evangelio, de 2013, texto revolucionario dentro de la doctrina social de la Iglesia que constituye una de las condenas más severas del neoliberalismo y se ubica dentro de las tradiciones antiidolátricas de ayer y de hoy: los profetas de Israel/Palestina, Jesús de Nazaret, Bartolomé de las Casas, la crítica marxista del fetichismo de la mercancía y del capital, los Foros Sociales Mundiales, etcétera.

Llevó a la práctica dicha teología de distintas formas. Se reunió en varias ocasiones con los movimientos populares y asumió sus principales reivindicaciones que resumió en las tres “T”: “Trabajo, Techo, Tierra”. Mantuvo encuentros con las comunidades indígenas y en su encíclica Laudato Si’ hizo suya la cosmovisión quechua del sumak kawsay (buen vivir) como propuesta válida para toda la humanidad. Viajó a las periferias humanas, donde se encuentran las personas más vulnerables, los colectivos empobrecidos y la “población sobrante”: prisiones, campos de personas migrantes y refugiadas, centros de personas discapacitadas, favelas, países del Sur Global, etcétera.

Por el tenor y el contenido de sus discursos y prácticas, el papa Francisco sintonizó con las teologías decoloniales que están desarrollándose en el Sur Global: africana, asiática, latinoamericana, negra estadounidense, palestina, indígena, ecológica, del diálogo interreligioso e intercultural…

Con todo, a mi juicio, le faltó dar un paso más: la retirada de las sanciones contra los teólogos y las teólogas de las diferentes tendencias teológicas más vivas y creativas actuales, especialmente de la teología de la liberación, del pluralismo religioso y de la teología feminista. Era este un paso que no tenía que haberle sido difícil dar, ya que su crítica del capitalismo, su teología del bien común y de la solidaridad, y su propuesta de una “Iglesia de los pobres” están inspiradas en la teología de la liberación.

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