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George MacKay: “Es curioso que para promocionar una película sobre el cambio climático tengas que coger aviones de aquí para allá”

El actor inglés podría ser una estrella normal, pero tiene alergia a los proyectos estándar y a comportarse como un personaje mediático. Lo demuestra en ‘The End’, un musical posapocalíptico que llega a las salas españolas el 25 de abril

George McKay

En el plazo de poco más de un año, George MacKay (Londres, 32 años) ha interpretado a un matón homófobo y gay metido en el armario en Femme, a un incel obsesionado con Léa Seydoux en The Beast (La bestia), y en The End, que se estrena en España el 25 de abril, es un joven que lo único que ha conocido en su vida es un búnker de lujo y empieza a cuestionarse la existencia. El primer título de ficción del celebrado director de documentales Joshua Oppenheimer (The Act of Killing, La mirada del silencio) es un elegante y clásico musical posapocalíptico, pero al actor británico no le asustan los retos. La variedad de papeles que ha interpretado y el tipo de proyectos y directores con los que ha trabajado a lo largo de 20 años de experiencia son tan amplios y tan fuera de la norma que explican por qué alguien de su talento y su aspecto no es una estrella más del firmamento cinematográfico.

Desde que fue descubierto a los 11 años en la clase de teatro de su colegio y acabó siendo uno de los niños perdidos del Peter Pan de P.J. Hogan, MacKay ha huido del circuito mediático y de proyectos mainstream. Conectado vía videollamada desde el dormitorio de su casa londinense, el actor insiste en que nada es intencionado y, aunque él no lo diga abiertamente, de su discurso se deduce que tan peculiar trayectoria tiene que ver, sobre todo, con su pasión cinéfila. Porque, aunque no todos los actores aman el cine, MacKay sí siente auténtica fascinación por su oficio, un arte al que quiere aportar contando historias distintas con directores no solo anglosajones.

George McKay

El inglés contestaba a nuestras preguntas poco antes de presentar la campaña para Gucci que protagoniza y que ha dirigido el enfant terrible del cine francoparlante, Xavier Dolan, y en un descanso del rodaje de su próxima película: & Sons, del argentino Pablo Trapero (El clan), escrita por la canadiense Sarah Polley (Mi vida sin mí, Ellas hablan) y que coprotagoniza con Bill Nighy y Matt Smith. Claramente, a George MacKay lo que le va es otro tipo de cine.

Desde fuera, parece que su carrera no ha seguido los pasos típicos, ¿ha sido una decisión consciente? Diría que es una mezcla de cosas. He tenido mucha suerte y a lo largo de los años he ido cambiando de criterio. A veces, si no conocía el trabajo del director o del equipo involucrado, lo que me ha atraído ha sido una historia muy potente. Pero otras veces ha sido con quién iba a trabajar. Si admiras de verdad a un autor o a un director, la historia es secundaria, lo importante es la oportunidad de colaborar con ellos. Y, además, me gusta el cine independiente porque son películas que proponen una forma distinta de contar historias.

Y, en estos círculos independientes, ¿son los directores los que vienen a buscarle o aún tiene que seguir los protocolos habituales de casting? De nuevo, un poco de todo. Con Bertrand Bonello, por ejemplo, no conocía su trabajo antes de que me llegara la oportunidad de la audición para The beast, pero cuando me llamaron, me puse a ver su trabajo, vi que era un autor francés tan relevante, que estaba Léa Seydoux y que era una historia muy diferente… quise hacerlo como fuera. Aunque me llegó de una forma un poco triste [el papel lo iba a interpretar Gaspard Ulliel, que falleció en un accidente de esquí], me volqué absolutamente en su cine y su forma de trabajar. Porque si algo me gusta de este trabajo es ponerme en manos de directores con una estética y visión muy particulares y diferentes.

George McKay

¿Joshua Oppenheimer vino a buscarle para protagonizar The End? Sí, tuve la suerte de que Joshua me ofreciera el papel. Su película The Act of Killing me volvió loco y sabía que hacer un musical postapocalíptico con él sería algo muy especial. Además, con el guion nos mandó un lookbook y un documento en el que explicaba su visión del filme y lo contaba tan elocuentemente… Y no solo iba a trabajar con Tilda Swinton y Michael Shannon, cuando entré en el proyecto también estaba confirmado Mikhail Krichman, el director de fotografía de Leviathan (2014) y Loveless (2017), dos películas que para mí fueron experiencias cinematográficas profundas.

Suena a que es cinéfilo. Sí, no sé [se sonríe]. Últimamente, desde que soy padre, ya no puedo ir tanto, pero cuando era soltero y no trabajaba como ahora, iba muchísimo al cine. Películas como Leviathan me atraían y no sabría explicar por qué. Simplemente son cojonudas. Yo sólo quiero estar rodeado de gente que ha hecho buen cine.

El tono de The End no es fácil. Es un musical posapocalíptico, un drama, a veces casi una sátira… La visión e idea de Joshua eran muy concretas y tuvimos mucho tiempo para hablarlo. Tenían la película entera en storyboard, supe que iba a ser casi como una coreografía y que solo tenía que saberme mi papel a la perfección.

George McKay

Y aprender a cantar. Todo el equipo musical me ayudó con esa parte. Y, al final, es como cuando tienes que ir al gimnasio para ganar peso o músculo para un papel, se trata de ejercitar tu voz.

Oppenheimer dice que The End es un musical porque es un optimista y quiere contagiar a los espectadores. Creo que la película, entre otras muchas cosas, es una exploración de lo que separa la esperanza del delirio. De las historias que nos contamos y cómo nos las contamos para poder superar cada día. De cómo ser responsables de nuestras propias decisiones como adultos, tanto en sociedad como personalmente. Cuando arrancó el proyecto, acababa de tener a mi primera hija y justo estaba recalibrando todo lo que había aprendido en la vida, encontrando mi propia manera de hacer las cosas y de situarnos en esta sociedad capitalista, de encontrar el equilibrio, saber cuidarme para poder cuidar de los demás. The End plantea muchas preguntas, pero no da todas las respuestas. Es curioso que para promocionar una película sobre el cambio climático tengas que coger aviones de aquí para allá… pero de eso va precisamente, ¿no?

George McKay

Habla también de la figura paterna tradicional… Es curioso que la exploración de la identidad masculina ha sido una constante en sus últimos trabajos. Sí, sí [se ríe y muestra sus uñas pintadas de rosa a la cámara], y te voy a contestar a esta pregunta sobre masculinidad con estas uñas pintadas por mi hija: es verdad, es un tema que me interesa mucho. La idea de cómo ser hombre cambia en general y también a través de mis propias experiencias. Creo que los roles de género están siendo reevaluados al mismo tiempo que el patriarcado. Para mí es una pregunta constante que espero seguir explorando a través de mi trabajo y de todos los hombres que tengo a mi alrededor. He aprendido mucho de mis personajes, como en La verdadera historia de Kelly Gang [Justin Kurzel, 2019], que era un retrato de la hipermasculinidad a través de estos delincuentes que llevaban vestidos, un macho man explorando una feminidad que yo no había explorado hasta ese momento. Cuando acabas un rodaje así, tu mundo se expande, te surgen preguntas que no tienen siempre una única respuesta.

1917, de Sam Mendes; Captain Fantastic con Viggo Mortensen; la comedia Pride… Esas quizás son las películas por las que más se le conoce y son muestra también de su versatilidad. Sí, yo creo que serían las tres películas más conocidas… A veces, tienes esa suerte, cuando sigues apostando por trabajos con integridad que funcionan también para el público.

George McKay

Aquí también le recordamos por El secreto de Marrowbone (2017)… Oh, sí, Sergio [G. Sánchez], fue un proyecto muy especial. Me encantó esa película y lo pasamos muy bien. También fue mi primera vez en Festival de San Sebastián al que volví con The End en septiembre. Este año viendo cine en festivales como ese me di cuenta de nuevo de lo importante que es la conexión con el público.

Pero precisamente de lo que ha escapado es de los géneros habituales del gran público. Nunca ha hecho una comedia romántica, por ejemplo. No ha sido algo consciente, sino una mezcla de mi gusto por un cine más independiente, como decía, y también de papeles por los que he luchado y que no he conseguido [se ríe]. No nos engañemos, hay muchas películas que intentas y no salen. Pero no me importa, porque pienso mucho en el público, cada vez más, y lograr esa conexión no implica siempre que tenga que ser una película comercial.

Pero después de 1917, que llegó a los Oscar, ¿no se le abrieron las puertas de Hollywood? Sí y no. Siendo sincero, las puertas que se te abren después de los Oscar se cierran rápido. Es cuestión de modas. Puedes participar en esa carrera y que vaya bien en términos de industria y éxito, pero también puedes perderte en todo eso. En realidad, no creo que dure mucho porque acaba dependiendo de lo que otros consideran interesante y no de lo que te emociona a ti. Sí, tuve un momento en el que destaqué, pero me siento más afortunado por formar parte de una película que puede marcar la diferencia que por eso.

George McKay

¿Se siente cómodo con el nivel de fama o éxito que tiene hoy día? Yo no me consideraría famoso, así que sí. Es verdad que hay cosas de esta profesión con las que no me siento tan cómodo. Pero otras me gustan mucho. En las sesiones de fotos, por ejemplo, no tengo la red de seguridad de un guion o el tiempo de desarrollar un personaje, pero confío en las mentes creativas de quienes lo hacen. Esta entrevista es la manera de llegar a la gente. Si elijo historias que creo que son importantes, agradezco poder hablar de ellas. Me encanta hablar de ellas.

Créditos

Estilismo: Pedro Canicoba
Asistente de fotografía:  Kai Taariq Jadwat
Asistente de estilismo:  Violette Marrel

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