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Millones de visitantes, vecinos hartos y Vigo contra Badalona: ¿cómo llegaron a esto las luces de Navidad?

Cada vez más ciudades españolas apuestan por iluminación apabullante o árboles altísimos mientras muchos se preguntan si tanta decoración no opaca los problemas reales de las grandes urbes

Calle Larios de Málaga luces Navidad
Enrique Rey

A principios de los años treinta, magnates como Walter P. Chrysler competían en Nueva York por construir el edificio más alto del mundo. En pocos meses, este récord pasó del 40 de Wall Street al Chrysler Building, y de este al Empire State. Desde 2023, los alcaldes de Vigo y Badalona mantienen un pique similar, esta vez por levantar el árbol de Navidad más alto de España. Así lo cuenta el arquitecto Vicent Molins en su ensayo Ciudad clickbait, recién editado por Barlin Libros: “El alcalde de Badalona, con actitud wannabe, había anunciado que su ciudad tendría el árbol de luz más alto de España, con 40 metros de altura y 15 de diámetro. Ante ese desafío, Vigo contraatacó anunciando que el suyo se auparía hasta los 40,5. Abel Caballero se despertaba de madrugada entre sudores. Pero Badalona no se achantó y su alcalde García Albiol, que mide dos metros, prometió tener “el árbol de Navidad más alto, aunque tenga que subirme yo”.

Esta Navidad, Badalona ya ha instalado un árbol “hercúleo”, según el titular de La Vanguardia, mientras que el de Vigo vuelve a ser algo más alto y también gigante. Eso sí, aunque el árbol de Navidad de Murcia, con 35 metros, no es de los más altos, la ciudad del Segura acaba de aportar dos novedades a la competición entre municipios: unos cañones luminosos que proyectan un abeto virtual de hasta 2 kilómetros de altura y, por si fuera poco, la presencia de Richard Gere durante el encendido de toda esa parafernalia (breve avería incluida).

Si la presencia del actor, que viajó a Murcia para colaborar con la Fundación Aladina y no recibió ningún dinero del ayuntamiento, habría sido una anécdota curiosa hace algunos años, en este contexto supone una vuelta de tuerca más a las estrategias de marketing que las ciudades están empleando para ganar presencia en medios o viralidad. En Madrid encendió las luces Carlos Sainz; en Málaga estuvo presente Antonio Banderas, aunque no fue el protagonista del encendido (lo fue en 2019). En su libro, Molins defiende que hoy las ciudades dependen de un “marco narrativo” impuesto por las redes sociales y buscan desaforadamente ganar tanto clics como visitantes: “El objetivo no es solo mejorar los datos turísticos para engordar el negocio, sino convencer a la propia ciudadanía de que su bienestar depende de esas cifras”.

“Nos dicen que vienen seis millones de turistas a Vigo en 62 días; hablamos de una media de 96.774 personas al día, cuando Vigo no llega a 300.000 habitantes y esa cifra es la misma que recibe la Torre Eiffel en todo un año”

Aunque el empeño por transformar la historia y los atractivos de cada ciudad en una marca no es nuevo y tampoco lo es la relación entre Navidad y consumo, parece que estos dos fenómenos se han entrelazado, sirviendo como catalizador para los procesos de turistificación. Algunos vecinos protestan, las asociaciones de comerciantes empujan y muchos ayuntamientos tiran la casa por la ventana. Son excesos que se miden en likes, pero que remiten a ritos más que antiguos.

Una Navidad desbordante

Muchos vecinos de Vigo están hartos. “La contaminación acústica y lumínica que ocasionan los altavoces, el ruido de los motores, de las atracciones, gritos de la gente en la noria, el bullicio de la gente en el botellón en la calle…”, enumera Alba Novoa, de la Asociación de Vecinos viguesa que se opone al despliegue navideño en su ciudad. Novoa no solo describe las molestias que padecen los vecinos del centro de la ciudad, sino que también pone en duda las cifras de visitantes y de retorno económico que ofrece la administración local: “Nos dicen que vienen 6 millones de turistas a Vigo en 62 días; hablamos de una media de 96.774 personas al día, cuando Vigo no llega a 300.000 habitantes y esa cifra es la misma que recibe la Torre Eiffel en todo un año. Hablan de retorno para la ciudad de 800 millones de euros, cuando el presupuesto aprobado para la ciudad es de 351 millones para 2026. ¿En dónde se ha invertido ese supuesto dinero? ¿En qué barrio o calle?”.

El antropólogo Sergi Yanes, investigador de fenómenos como la turistificación, tiene claro que no importa la precisión de los números, sino “construir un relato”: “Da igual si el dato de visitantes es correcto o alguien lo ha comprobado, en realidad lo que importa es el relato. Es como cuando se anuncia que va a abrir una fábrica y va a generar tantos puestos de trabajo, son datos que se inventan como parte de un relato que no intenta ajustarse a la realidad, sino crear un marco en el que ubicar la defensa de esos proyectos”, observa.

“Nuestra ciudad, la mía, la tuya, la de los demás, se ejercita duro para parecer sexy, una perita en dulce. El hecho de atraer concita más excitación que residir. Gustar antes que habitar”

Eugenio González es director general de Cultura de la ciudad de Cartagena y explica que la ciudad ha preferido no participar de ninguna competición con otras ciudades, sino que “el objetivo es que la Navidad de Cartagena genere vida en los espacios públicos y que los cartageneros sientan que esos días son diferentes, que tienen accesible una amplia oferta de actividades”. Este año, por ejemplo, apuestan por decoración sostenible y plantas de temporada. “Nosotros vemos la Navidad como un activo más en nuestra política de dinamización cultural, social y económica, que tratamos de mantener durante todos los meses del año con actividades diversas”, señala este profesional de la gestión cultural. ¿Y no se estará promoviendo la Navidad, que al fin y al cabo es algo con menos tradición que la Semana Santa e intercambiable entre ciudades, en lugar de opciones más coherentes con las características de cada territorio? “Las cosas hay que hacerlas con cabeza, pero no imponerse limitaciones”, responde González. “Lo importantes es explotar los valores y características que nos distinguen, pero si tenemos condiciones para poner en marcha otro tipo de iniciativas singulares, por qué no hacerlo”, apunta.

Visitantes antes que turistas

“Sostengo que el debate sobre quién tiene el árbol de navidad más grande no es anecdótico. No es campechanía municipal. Hay algo más. Elegir qué temas se ponen en el centro de la agenda municipal es decidir qué políticas se desarrollan. Si nuestra ciudad proyecta titulares superficiales tendremos asuntos profundos que quedarán en la oscuridad. Por eso, cuando las ciudades españolas más dicen de sí mismas que están de moda, menos asequibles son para sus ciudadanos. El menú informativo local tiene efectos directos sobre nuestra calidad de vida”, declara Molins a ICON.

Cada vez más vecinos se preguntan en qué les benefician unas navidades espectaculares y, de nuevo Molins, tiene claro que en bastante poco. El autor insiste en que no es saludable medir la calidad de una ciudad a partir de los impactos sociales que obtiene y explica que la ciudad no puede ser un lugar de tránsito y requiere de permanencia para generar una aglomeración estable. “Es esa permanencia y por tanto esa fertilidad para hacer crecer proyectos de vida lo que está en discusión. Si a nuestros concejales les prohibieran entrar en redes sociales tendríamos mejores políticas urbanas”, asegura. De hecho, este arquitecto relaciona buena parte de los fenómenos urbanos contemporáneos con la influencia de Internet y las grandes plataformas virtuales: “Hay un cambio en la psique que es consecuencia y parte de un nuevo mito. Interpela al conjunto de los ciudadanos en una obra que nos incluye, aunque nos acaba haciendo a un lado. Nuestra ciudad, la mía, la tuya, la de los demás, se ejercita duro para parecer sexy, una perita en dulce. El hecho de atraer concita más excitación que residir. Gustar antes que habitar”.

Otra de las críticas más repetidas por los vecinos de las “ciudades más navideñas” es la de que estos despliegues dan prioridad a ciertas zonas, que abrasan, mientras que otras vuelven a quedar olvidadas. A este respecto, Yanes observa que “la iluminación desempeña un papel fundamental en la manera en que las instituciones locales y agentes económicos son capaces de resaltar determinados lugares y determinadas lógicas de la ciudad”. Y, claro, activan solo las zonas “enfocadas a atraer gente que pueda consumir”. “Es como poner unas partes de la ciudad en relieve y destacarla sobre las demás, lo que, en términos de promoción económica, da resultados para esos agentes”, declara el antropólogo.

En un contexto así, cabe preguntarse quiénes son todos esos turistas tan codiciados que acuden a “mirar las luces” o, lo que es lo mismo, de dónde salen esas masas que cada diciembre causan aglomeraciones en las calles más céntricas. “La gente no viene masificada de casa; son los dispositivos, las infraestructuras turísticas, las que masifican. Esto es importante porque, si no, nos quedamos con la idea de que existen, en algún lugar, masas de turistas que se activan y que vienen uniformemente a los destinos turísticos. La gente es o no masificada en tanto que las infraestructuras (medios de transporte, sistemas de alojamiento, organización urbana, económica y comercial de la ciudad…) masifican, es decir, concentran a los visitantes que atrae de unas maneras y en unos lugares determinados”.

De esta forma, el experto pone el foco en las políticas urbanas y no tanto en la actitud o las motivaciones de los visitantes: “La gente va porque es atraída, pero el debate está en plantearse con qué clase de políticas. Al final, el tema siempre es el mismo: las políticas turísticas no deberían dirigirse solo a la atracción de población foránea, sino también a la población residente en las ciudades. Estas políticas estarían determinadas por lógicas completamente diferentes a las actuales, no basadas en el máximo rendimiento económico, sino en el derecho al tiempo libre, al ocio y al disfrute de la población local”.

Más luz: el gasto improductivo

Los espectáculos de encendido de luces (con cientos de millones de LEDS colocados en Madrid o en Barcelona) ya han sido descritos como “multitudinarios”. “El alumbrado navideño, al jugar con la luz, nos invoca este pasado celebratorio que a menudo involucraba al fuego”, explica Julia Ramírez Blanco, historiadora del arte e investigadora en la Universidad Complutense de Madrid. Ramírez tiene claro que incluso en fiestas tan comercializadas como la Navidad todavía se manifiestan “cuestiones contradictorias, tensiones que tienen que ver con la manera en que vivimos lo festivo. Incluso esta gran fiesta consumista descansa sobre unos hombros invisibles paganos, y se le puede dar la vuelta”.

Eso sí, esta académica también aprecia muy claramente el uso de las navidades para aplazar otros debates: “Hay una idea de la luz cegadora, una luz que impide a los ciudadanos ver otras cosas”. Además, lamenta que “frente a una ciudad en la cual los ciudadanos no tienen la capacidad de intervenir en el espacio público, donde todo está muy regulado”, la decoración navideña sea otro ejemplo de intervención dirigida “de arriba abajo”. No obstante, pone ejemplos de subversión aprovechando este mismo alumbrado navideño: “La manifestación en defensa de las universidades públicas madrileñas de la semana pasada terminó en Sol junto a un desproporcionado árbol navideño. Un par de chavales se subieron y colgaron pancartas en él. Y en Ciudad Universitaria una corona de Navidad gigante sirvió de rosco para hacer un vídeo sobre los recortes de la universidad pública. Estas acciones que usan la decoración navideña de trasfondo para una participación real en la ciudad y sus asuntos implícitamente están discutiendo en dónde se pone el gasto: los árboles de navidad enormes tapan los recortes en salud y educación”, recuerda.

La noción de “gasto improductivo” fue desarrollada por el antropólogo Georges Bataille para referirse a las fiestas, espectáculos y juegos que los más ricos y poderosos financiaban en las sociedades premodernas. Este concepto remite, como recuerda Ramírez, a una dualidad que aparece en el corazón de cualquier fiesta: “Una fiesta siempre oscila entre ser algo popular y relacionado con el ritmo de las estaciones o convertirse en algo que las autoridades utilizan como propaganda o distracción”. Los árboles de Navidad gigantes cumplen, más bien, la segunda función.

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Sobre la firma

Enrique Rey
Madrileño, reside en Murcia desde 2019. Colabora en ICON y otras secciones de EL PAÍS desde 2020. Intenta acercarse a asuntos cotidianos o a fenómenos pop desde la literatura y la filosofía. Tras una intensa adolescencia en redes, ha escrito para casi todos los medios online, de VICE en adelante. Vive para navegar (por Internet y por el Mar Menor).
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