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Tíscar Espadas, la diseñadora de Úbeda que triunfa en Japón: “No hace falta producir más ropa. Por eso mis prendas tienen que durar”

Nació en Úbeda y se formó en Madrid, Barcelona y Londres. Ahora dirige desde Pueblo Nuevo (Madrid) una marca exquisita que arrasa en el mercado asiático más vanguardista

Carlos Primo
La diseñadora viste sus propias prendas sin género.

Hay en Tíscar Espadas (Úbeda, 32 años) una reticencia muy elocuente a poner etiquetas a sus colecciones, a hablar de inspiraciones, referencias o estilos. Su moodboard, el panel de inspiración que emplean los diseñadores, es un misterio. Al ver sus prendas, por ejemplo las que lucen ella y su equipo en las fotos de este reportaje, uno podría aventurar categorías más o menos escurridizas: piratas deconstruidos en clave punk, Niños Perdidos de Peter Pan, proscritos neorrománticos pasados por el chic nuclear japonés. Pero tal vez, como ella defiende, lo interesante sea acercarse a sus prendas sin prejuicios. Apreciar sus detalles, su confección sofisticada hasta lo obsesivo, sus elementos separables o reversibles, sus texturas con historia. Solo admite una cierta inclinación por lo onírico. “Me interesan las cosas que están conectadas con las emociones. Que nos hagan pensar, cuestionarnos y al mismo tiempo, soñar y sentir. Si te permite poder abstraerte de la realidad por un momento, lo carga de más sentido”.

Tíscar Espadas es una rareza en la moda española. Estudió en Madrid y en Barcelona antes de trabajar para varias marcas. Finalmente, de un máster en Londres salió un proyecto final que se convirtió en colección sin proponérselo. “En un principio nunca me planteé crear una marca”, recuerda. “Me lo tomé como un ejercicio para estudiar cuál era mi forma de hacer, mi medio, mi lenguaje. El Capítulo I surgió así, sin temporalidad ni género. Solo prendas cargadas de minucioso trabajo e historias que sirvieran para expresar y para comunicar. En ese momento no pensaba que la gente fuera a comprarlo y vestirlo”. Sin embargo, en aquella presentación contactó con ella un showroom japonés interesado en vender sus colecciones. Salió bien. La mayoría de sus puntos de venta están en Japón, y han empezado a abrir mercado en Corea del Sur o Taiwán. En Asia, cuenta, se entiende mejor su noción de la moda, sus siluetas amplias, su apuesta impenitente por la experimentación. En Europa los clientes buscan prendas más sencillas, mientras que en Japón sus diseños más llamativos los visten desde adolescentes a jubilados.

La diseñadora posa rodeada de su equipo: Rita Oliveras, Rodrigo Fernández y Kevin Kohler. Todos visten modelos de los capítulos II, III, V y VI.

Cuando se piensa en Japón —la sofisticada clientela con la que sueñan los diseñadores experimentales de todo el mundo—, casi resulta paradójico que toda esa magia nazca justo aquí, en una antigua frutería de Pueblo Nuevo, en Madrid: un local con suelos de terrazo y cierres de aluminio que Espadas y su equipo han transformado en una especie de cueva del tesoro. Del techo penden lo que parecen grandes tótems metálicos con símbolos herméticos o arqueológicos. “Son las perchas, nos las hace a medida un herrero de Úbeda”, confiesa.

En las paredes están sus carteles, más parecidos a los de una sesión techno que a anuncios de ropa, con los que no es difícil toparse en Londres, París o Milán; cada vez que acuden allí para presentar una colección o reunirse con clientes, aprovechan para hacer una pegada. Este espíritu fanzinero y de guerrilla se plasma también en los libros que editan, y que reflejan el proceso creativo de cada colección. Están llenos de bocetos, retales, apuntes, fotocopias, relatos. Tíscar Espadas define sus colecciones anuales como Capítulos: hay una fascinante novela en construcción en sus colecciones de moda aunque, una vez más, la ubetense se resista a contar el argumento. “Los capítulos forman una historia que se va completando”, admite. “Más que hablar de colecciones, me interesan las prendas. Da igual que sean de ahora o de hace dos temporadas. Para mí, eso es lo que le da cierto sentido, porque mantiene vivo todo el trabajo que hay detrás y da valor al patronaje, los acabados, la costura, la parte técnica. Al final, haces cosas que perduran en el tiempo”.

Un rincón del estudio de Tíscar Espadas, con uno de los célebres carteles que anuncian sus desfiles.

Cuando lanzó su primer proyecto, Espadas quería crear moda que esquivase las dinámicas tóxicas de la moda. “En el fondo, no hace falta producir más ropa. El mercado busca generar necesidades. Por eso entendía que mis prendas tenían que durar en el tiempo, más allá de lo efímero”. La atemporalidad, cuenta, es lo que hace que valga la pena producir chaquetas, blusas o abrigos. También la no adscripción a géneros, no tan fácil de materializar como podría parecer. Cuenta que, en sus primeras colecciones, jugaba con las convenciones que afectan a la botonadura de camisas y chaquetas, hasta que sus clientes le aconsejaron hacerlas adoptar el cierre masculino: las mujeres no tienen problema en adquirir prendas de hombre, pero los hombres son más reticentes a la operación inversa.

Espadas viene de una familia amante del arte: su abuelo fue pintor, su padre es escultor y sus abuelas siempre cosieron. No fue una niña obsesionada por vestir muñecas ni por las revistas de moda, sino fascinada por coser, recortar, pintar y dibujar. “A mí lo que siempre me ha gustado es crear, materializar ideas”, explica. Por eso, hoy su marca trabaja exclusivamente con talleres de Madrid, siempre a mano para comprobar acabados y técnicas. No es algo baladí. La diseñadora se resiste a fabricar grandes tiradas de prendas o a emplear acabados industriales como el remallado o la costura francesa. “Prefiero crecer manteniendo la marca en un tamaño manejable”, apunta. “Yo disfruto cuando estoy aquí trabajando con los materiales, buscando soluciones de acabado y entendiendo todo el proceso”. Sueño cumplido.

Tíscar Espadas, en el local madrileño donde tiene su estudio de diseño.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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