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Acromatyx: “Algunos piensan que somos góticos, pero el negro es un color tradicional en la cultura española”

La firma fundada por Xavi García y Franx de Cristal abre tienda en Madrid y reivindica una estética entre lo gótico, lo ‘techno’ y lo ‘queer’

Acromatyx
Carlos Primo

El martes Acromatyx abrió en el el número 18 de la calle Fúcar, en el Barrio de las Letras de Madrid, su primera tienda física. Aunque, en realidad, no era exactamente la primera. El germen de su historia se sitúa en 2014, en otro local. Se llamaba 44Store y era un experimento de Xavi García (Hospitalet de Llobregat, 49 años) y Franx de Cristal (Don Benito, Badajoz, 42 años). García lideraba, al otro lado de la calle Valverde, Salon44, la peluquería y salón de belleza más vanguardista de Madrid (sigue siéndolo). Franx de Cristal, que también había trabajado como peluquero, acababa de llegar de Londres, donde había experimentado con la performance. Fue idea de ambos abrir una tienda para vender marcas que no era fácil encontrar en Madrid: Rick Owens, Marcelo Burlon, Rad Hourani... Las colecciones no estaban ordenadas por géneros sino por colores, aunque casi todo era negro. Ahora la antimoda es mainstream y el unisex no escandaliza a nadie, pero en aquel entonces fue una rareza. “En la tienda teníamos la ropa que nos gustaba”, apunta García. “Esa fue nuestra primera visión. Fue como un máster acelerado. Nos sirvió para entender cómo funciona la industria. También creo que nos adelantamos diez años. En el Madrid de hoy habría sido más fácil”.

De hecho, Acromatyx es la evolución de 44Studio, que a su vez nació en 2015 como una colección cápsula que diseñaron de forma autodidacta, para probar suerte y venderla en su tienda. “No teníamos ninguna pretensión, solo saber si íbamos por el buen camino”, explica García. “Eran solo siete prendas que se desmontaban y se unían entre sí”, apunta De Cristal. Al principio, cuenta, se sintieron como intrusos. Tenían experiencia en peluquería, estilismo o dirección de arte, pero no en diseño de moda. Así que tiene sentido que el espaldarazo definitivo se lo diese precisamente otro diseñador que tampoco se había formado en escuelas de moda: David Delfín. “David vino a pinchar a la fiesta de lanzamiento de la cápsula, y fue él quien nos dijo que no lo dejarámos ahí”, señala García. “Nos dijo que nos olvidáramos del miedo a la crítica, porque él también había sido autodidacta. Nos dijo: ‘Yo no he estudiado diseño, no sé dibujar y no me considero diseñador, sino un artista que puede hacer varios proyectos, entre ellos diseñar ropa’. Nos ayudó a deshacernos de prejuicios”.

Los fundadores de Acromatyx, que visten sus propias colecciones, inauguran su tienda madrileña en el Barrio de las Letras.

Uno de los consejos que les dio el malagueño, que durante años vendió sus colecciones en 44Store, fue presentarse a EGO, la pasarela para talentos emergentes de la semana de la moda madrileña. Los aceptaron y desfilaron durante tres ediciones, el máximo permitido por el certamen. Poco a poco, empezaron a familiarizarse con la técnica. “Hubo un momento en que sí tuvimos que aprender a patronar, porque es un conocimiento necesario”, afirma Franx de Cristal. Fue en la pandemia cuando decidieron dar un golpe de timón. Cerró la tienda y nació Acromatyx, que ya no era la marca interna de un local multimarca, sino una firma con todas las de la ley. “Se convirtió en una marca sin darnos cuenta”, apunta García. A medida que su proyecto se consolidaba, también lo hacía su público. Mientras otras marcas diseñan para una clientela ideal e inexistente, ellos empezaron a congregar a una pequeña comunidad muy perceptible. Es un caso único en la moda española. Los fans de Acromatyx conforman una de las escasas tribus urbanas genuinas surgidas en la moda madrileña en la última década, algo parecido a lo que sucedió con David Delfín en la década anterior. Es fácil distinguirlos por sus prendas deconstruidas en color negro, con longitudes atípicas y texturas inquietantes, cortes de pelo más radicales de lo habitual y una estética a medio camino entre lo monacal y lo techno, entre lo vampírico y lo queer. “Creemos mucho en el grupo”, afirma García. “Yo venía de Barcelona, donde hubo una escena electrónica muy importante, y en una rave te juntas con mucha gente gracias a gustos similares. Para nosotros ha surgido de manera orgánica. La gente no sabe si posicionarnos como góticos o dark, pero para nosotros el negro es un color tradicional, clásico, sobre todo de la cultura de España”.

De hecho, su última colección reimagina trajes tradicionales y artesanías olvidadas a raíz de una invitación a exponer su trabajo en el ayuntamiento de Don Benito, el municipio extremeño del que es originario Franx de Cristal. “Llevábamos tiempo queriendo hacer algo en Extremadura, porque es una comunidad un poco olvidada”, explica el diseñador. “No hay tren, no hay nada. La gente piensa que solo hay campo y ovejas, y no es así. Hay una artesanía que se está perdiendo, porque se está perdiendo en toda España, y siempre hemos querido hacer algo al respecto”. Cuando la recién creada Fundación Academia de la Moda Española les premió el año pasado, la alcaldesa les invitó a desarrollar un proyecto allí.

Aquella experiencia les sirvió para dar forma a su séptima colección. En cualquier caso, no supuso un giro brusco: otra de las lecciones que han aprendido es que el armario de sus clientes se construye poco a poco. Por eso sus colecciones son acumulativas, con tejidos que pasan de unas a otras y una misma estética que hace que puedan combinarse entre sí. No tienen género, aunque están empezando a ofrecer tallas adaptadas para distintos cuerpos. Producen en España y Portugal, con una estructura mínima. Detrás no tienen inversores, sino años de trabajo que les han enseñado a ir poco a poco. Su tienda en Madrid, además de un punto de venta, es casi un manifiesto: cuenta con una instalación específica del artista Tito Pérez Mora. Puede que en el corazón de esta pareja de diseñadores haya un club kid incombustible, pero su trabajo ya no es un juego, sino moda adulta y poética, consciente de su lugar en el mundo.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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