El regreso de Chad Michael Murray: el rompecorazones de los 2000 reivindica su lugar en Hollywood, su fe y su familia
A punto de cumplir 44 años, el actor, sueño de millones de adolescentes gracias a series y películas hoy de culto para la generación milenial, revive sus días de gloria junto a Lindsay Lohan con el éxito de la comedia ‘Ponte en mi lugar de nuevo’


El público ha hablado: Lindsay Lohan está definitivamente de vuelta. Con unos óptimos resultados a nivel de venta de entradas y crítica, el estreno de Ponte en mi lugar de nuevo, secuela más de 20 años después de aquel clásico adolescente, supone el hito definitivo en el largo camino de redención de la actriz. La niña prodigio que acabó convertida en “la chica mala de Hollywood”, sumida en una espiral autodestructiva de adicciones y problemas con la justicia, víctima a su vez del escrutinio inmisericorde de la época, ha conseguido rehabilitar su imagen hasta el punto de permitirse liderar un taquillazo familiar de Disney este verano. Pero no es el único regreso que presenta la comedia. Otro icono milenial, casi tan brillante y al mismo tiempo tan postergado como la propia Lohan, la acompaña en su renacimiento particular: Chad Michael Murray (Búfalo, 43 años).
Fue el rompecorazones adolescente oficial de principios de este siglo. El chico malo que deja entrever un hilo de vulnerabilidad tras su caparazón, el enigma de pasado complicado que solo tú puedes resolver, el pack perfecto entre abdominales de hierro, mandíbula marcada, mirada intensa y mechones rubio-surfero perfectamente despeinados. Las chicas Gilmore, Dawson crece, Ponte en mi lugar, Una cenicienta moderna, One Tree Hill… No había producto juvenil, lista de hombres más sexis ni carpeta estudiantil que no contara con él. Pero el que fue apodado como el “nuevo Brad Pitt” no cumplió con las expectativas puestas en él, sumó demasiados años como para seguir interpretando el cliché de joven rebelde sin causa y vio cómo su carrera acababa estancada entre películas con aspiración a ambientar la sobremesa y culebrones vespertinos.
Ahora vuelve a dar vida a Jake, el galán de moto Ducati y chaqueta de cuero que conquistaba a Lohan y a su madre —Jamie Lee Curtis— en la película original y que vuelve a desplegar, a punto de cumplir los 44 años el próximo 24 de agosto, unos encantos más canosos, pero igual de irresistibles. ¿Está a tiempo de retomar el camino perdido? Él así lo piensa: “Tengo la sensación de que no he logrado nada todavía. Siento de verdad que todavía estoy empezando”, decía en una entrevista en Los Angeles Times el pasado noviembre, cuando estrenaba la película de aires navideños The Merry Gentlemen de Netflix.

Con apenas 30 años, y tras el final de su último gran proyecto, la serie One Tree Hill, Murray estuvo a punto de abandonar la interpretación. “Quise dejarlo todo. No podía seguir haciéndolo más”, alegó a finales de 2024 en The Hollywood Reporter. Decidió cambiar de vida, fue a terapia y volvió a entregarse a la fe católica, la misma en la que se refugió cuando su madre abandonó a su padre y a sus cinco hermanos cuando solo tenía 10 años. Apenas llegaban a fin de mes y él tuvo que ponerse a trabajar para llevar algo de dinero a casa, pero, cada domingo, ejercía como monaguillo en la iglesia de su barrio. “Poner a Dios y a mi familia primero”, según manifiesta, le ha hecho salir de las “malas situaciones” que rodeaban su rutina.
En 2015 pasó por el altar con la actriz Sarah Roemer —la segunda boda para él después de un matrimonio de apenas cinco meses con su coprotagonista en One Tree Hill, Sophia Bush— y tienen tres hijos en común. “Me encanta ser actor, pero lo verdaderamente esencial para mí es ser un hombre de familia”, añadía en The Hollywood Reporter. Presume de entrenar al equipo de fútbol americano del mayor, de llevar a clases de baile a la mediana y de que todos le acompañan a cada rodaje, incluso cuando tienen que mudarse a Canadá durante medio año para grabar Sullivan’s Crossing, la serie culebronesca que ocupa su agenda este último lustro. ¿Su método para conseguir el papel en la ficción? “Rezar cada noche durante dos años”, sostuvo durante una conversación con la revista People publicada esta semana.

El éxito le llegó muy rápido. Natural de la ciudad de Búfalo, en el Estado de Nueva York, con 15 años estuvo hospitalizado durante meses por una torsión del intestino que, según él mismo ha contado, le hizo perder la mitad de la sangre de su cuerpo. Tan crítica era su situación que su familia llegó incluso a contactar con un sacerdote para hablar sobre la extremaunción. Salió adelante y una de las enfermeras que le atendió, que hacía sus pinitos como modelo, le recomendó contactar con su agente una vez se recuperase. Llegó a probar como maniquí y trabajó para firmas como Gucci o Tommy Hilfiger, pero su ambición era otra. Con 18 años se marchó a Los Ángeles para empezar a hacer audiciones como actor y, solo unos meses después, ya aparecía en Las chicas Gilmore, una de las series de más audiencia de la televisión.
Pero la situación le superó. Dejó de sonreír en la alfombra roja porque no le gustaba su sonrisa, se avergonzaba de su nariz y sufría ataques de pánico que le impedían salir de su habitación. En otra de sus entrevistas de promoción, a principios de agosto, contaba en The New York Times que en la cima de su fama desarrolló agorafobia, un trastorno incapacitante caracterizado por el miedo a encontrarse en lugares o situaciones de los que podría resultar difícil —o embarazoso— escapar. “Fue terrible. No había vivido lo suficiente para entender todo lo que eso significaba. Intentaba ocultar toda esa inseguridad con una fachada de tipo guay”.

Lejos de querer huir del estatus de vieja gloria, el estadounidense abraza el factor nostalgia y dice estar encantado de que le sigan parando por la calle por papeles que tienen más de 15 años. “Me encanta mi trabajo y me encanta la gente. Soy el primero en decir: ‘Vale, hagámonos una foto’. Para mí se trata de esparcir alegría y felicidad allá donde vayamos. Me convertí en actor porque quería hacer feliz a la gente”, contó en Interview.
No todos sus coetáneos han sabido digerir ese tránsito: actores como Sarah Michelle Gellar (Buffy, cazavampiros), Mischa Barton (The O.C.), James Van Der Beek (Dawson crece) o Jennifer Love Hewitt (Entre fantasmas) también han lidiado con carreras intermitentes tras el fin de sus series icónicas. Murray, en cambio, parece cómodo habitando ese espacio intermedio, donde la añoranza se convierte en herramienta y no en lastre. Además, ha aprovechado para cultivar su faceta de escritor, publicando una novela gráfica y un thriller. El éxito de Ponte en mi lugar de nuevo y el potencial regreso de One Tree Hill, en un reboot que ya se prepara para Netflix, quizá vuelvan a situarlo en un lugar destacado de la memoria colectiva para forrar, si no carpetas, muchos fondos de pantallas de smartphones. Si es que eso le sigue interesando.
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