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La carta de amor y odio de Leiva a una de sus canciones más famosas

El artista ha publicado en Instagram una foto suya antigua que acompaña con un emotivo texto sobre cómo llegó a detestar el tema ‘Princesas’, para luego darse cuenta de que lo importante son “las caras de felicidad del público” cuando la canta

Leiva
El País

A Kurt Cobain le pasó con Smells Like Teen Spirit y a Madonna con Like a Virgin. No son pocos los cantantes que reniegan de aquella canción que les hizo saltar a la fama. También le ocurrió a Leiva (cuyo nombre real es José Miguel Conejo Torres, Madrid, 45 años), el exvocalista del grupo madrileño Pereza junto a su inesperable amigo (luego sí se separaron, en el año 2011) Rubén Pozo. En una publicación de ayer en su perfil de Instagram, el de Alameda de Osuna ha reflexionado sobre uno de sus temas más famosos, Princesas, publicado en su disco de 2005 Animales.

Lo ha hecho en un texto que acompaña una foto suya, visiblemente más joven, puede que de la época a la que se refiere en lo que se podría considerar una carta de amor y odio a Princesas; es decir, de 2001, fecha en la que cuenta que compuso esta canción que tardaría luego años en enseñarle a Pozo. “Una tarde cualquiera sentado en la litera que comparto con mi hermano Pablo, hago diana”, comienza el artista su reflexión, que ya acumula casi 32.000 Me gusta. Entonces tenía 21 años y no sentía aún que hubiera cambiado nada con este poema cantado que tanto sus fans como sus detractores se saben de memoria y que arranca con el tantas veces coreado “Sigo buscando una sonrisa de repente en un bar, una calada de algo que me pueda colocar”.

“Desconozco, también, que la gran mayoría de las veces que la interprete sentiré bastante rubor, y que la eliminaré durante 12 años del repertorio porque la odio profundamente”, continúa el texto, en un reconocimiento que se intuye doloroso y la idea que vertebra todo lo demás: Leiva odió pronto su canción al escucharla insufriblemente reproducida una y otra vez. Lo sabemos ahora, a pesar de que (esto también lo cuenta en el texto), la incluyó en el repertorio de su última gira, este año: “Cerrar un concierto en 2025 con Princesas, aquel tema de Pereza que dice ‘De princesas que buscan tipos que coleccionar’ quizá no es lo que se espera de un músico inquieto como él”, decía Carlos Marcos, especialista de música de EL PAÍS, en su crónica del concierto del pasado junio en Madrid, en el que el madrileño actuó durante 110 minutos en los que certificó su “reluciente momento” ante 17.000 personas.

Tocar la misma canción durante décadas y con el mismo resultado ―el calor a veces irracional del público― puede ser como meterse en un bucle infinito del que se quiera huir, pero el mismo Leiva, y esta es la razón de su carta, ha entendido que esto no va de él, va de la canción: “24 años después, he logrado sacudirme la culpa y entender que sólo soy un vehículo para recordar a algunas personas quiénes fueron, y, con un poco de suerte, quiénes son hoy”. En su carta de amor y odio, el cantante acaba reconociendo: “Cada noche en el escenario, combato mi ruido interno agarrándome a las caras de felicidad del público, mientras pienso quién soy yo para arrebatarle este momento a la gente”.

Entre los comentarios (casi 1.000) a la publicación en Instagram ―red social a la que en la misma carta, desde la perspectiva del 2001, califica como “una cosa que gobernará el mundo y carbonizará autoestimas a apartes iguales”― están el del también cantante Jorge Marazu: “Me acabas de tumbar de un soplido” o el del jugador de baloncesto Sergio Llull: “Es un temón, brother”.

En una entrevista a El País Semanal a principios de este año, Leiva, que durante años estuvo en terapia tras experimentar algunos ataques de pánico, explicaba sobre ser una estrella: “Cuando no gustas a alguien y te critica, lo asumo con deportividad. Porque, para la vida que tengo, el peaje es justo”. Y confesaba: “Al principio, Rubén y yo sufríamos mucho con algunas reseñas. Vivimos en un país muy borrico. Nos denostaban diciendo que nuestros conciertos estaban llenos de chicas. Fíjate qué estupidez de argumento. El integrismo rock nos cuestionaba por eso”.

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