Patatas Torres, los otros ‘snacks’ españoles que han conquistado el mundo más allá de las Bonilla
Numerosas celebridades han compartido imágenes con estas patatas y usuarios de TikTok de todo el mundo se graban probando los sabores más extravagantes de la empresa catalana

A principios de verano, el diario londinense The Telegraph abría su edición dominical con un artículo con las claves para un perfecto “posh picnic” (pícnic pijo). La portada la ocupaba un bodegón con una cesta de mimbre que tenía como protagonista una bolsa de patatas fritas Torres.
Desde que en 2012 lanzaran Selecta, su gama gourmet, la firma catalana de snacks fundada en 1969 en Premià de Mar (Barcelona) ha protagonizado uno de los aterrizajes más llamativos del mercado internacional en la última década. Lo que comenzó como una marca local de patatas fritas, hoy, fuera de nuestras fronteras, podría rozar la categoría de símbolo global de estatus gastronómico. Torres se ha convertido en tema de conversación en TikTok, donde usuarios de todo el mundo se graban probando los sabores más extravagantes de la firma.
@kate_keo we shouldn’t have told Joe how much the crisps cost 😅 #charcuterie #crisps #chips #fyp #torres
♬ Nice and Easy - Louis Adrien
La Iberian Ham Flavoured (sabor jamón) se encuentra en Harrods, Whole Foods o Waitrose —establecimientos conocidos por su reputación de alta gama—, las de sabor a vino espumoso o las Black Truffle, su best seller en Estados Unidos, por un precio de 7.99 dólares (6,90 euros), son ya un must para los templos de la industria pija de la alimentación, como Erewhon, el supermercado fetiche de las celebridades estadounidenses.

Es quizás en su establecimiento de Calabasas (en Los Ángeles, California) donde Sofía Vergara o Stanley Tucci abastecen su despensa de patatas fritas para deleitar a sus invitados. O quizás es en Galco’s Soda Pop Stop, la tienda de bebidas referente de Billie Eilish —en la que también se pueden encontrar Torres con sabor Foie Gras— donde la modelo Alessandra Ambrosio compra los snacks que luego desvela en el vídeo Qué llevo en mi bolso, realizado por Vogue México.
@partnerinwineuk It’s weird…but it kind of works 😂😅🥂 #crispandwinepairing #chipsandwine #wineandchips #partnerinwine #champagnedupe #cava #torrescrisps #torres #weirdfoodcombos #sparklingwine
♬ original sound - Partner in Wine
No sería extraño descubrir una bolsa de Torres en el maletero del Range Rover de Shawn Mendes mientras se le caía la compra en aquella famosa foto. O verlas entre las manos de las hermanas Jenner, como ocurrió con los botellines de Estrella Galicia en el photo dump del verano pasado que hizo viral a la popular marca de cerveza gallega.
Poco después sería el turno de Bonilla, otra marca patria de patatas, que recibió la bendición de la inmortal Oprah Winfrey, en nada menos que su programa de televisión, que cumplirá el año que viene 40 años.

Aunque no hay datos públicos sobre cuánto varían las ventas tras una exposición global como ésta, el pico de visibilidad digital y el eco aspiracional que generan son incuestionables. Ariadna Bosom, marketing manager de Patatas Torres, confirma que, tras haber pasado las estrictas regulaciones y certificaciones necesarias para operar en el mercado estadounidense y gracias a su colaboración con distribuidores locales, han conseguido una presencia remarcable posicionándose como un producto selecto en establecimientos de prestigio. Reconoce igualmente que “el reconocimiento de nuestra marca ha trascendido más allá del mundo culinario, siendo elegida por celebridades como Justin y Hailey Bieber o Miley Cyrus, entre muchos otros”, ayudando a construir la percepción de su marca en nuevos mercados tan altamente competitivos y exigentes.
Es interesante, no obstante, preguntarse lo siguiente: ¿compramos Torres —o Estrella Galicia, o Bonilla— por su sabor o porque representan algo más allá del paladar? El mercado alimenticio también se rige por el deseo de pertenecer. De mostrar, incluso sin decirlo, que tenemos gusto, estilo, posibilidad de acceder a productos selectos. Porque sí, somos lo que comemos. Pero también lo que mostramos que comemos.
En un contexto saturado de estímulos visuales y validaciones sociales, a veces confundimos “bueno” con “visible”, “rico” con “caro” y “calidad” con “viralidad”. Y no es que las patatas Torres no estén buenas, que lo están, pero quizá también lo están las de la mantequería del barrio de Acacias o las de la freiduría del pueblo de tus abuelos, solo que nadie las ha sacado aún en Instagram desde una piscina en Malibú.
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