Con atún, una de trigo: ensalada y cerveza, el maridaje inesperado del verano

En verano, la ecuación es simple: cuanto más fresco, mejor. Por eso, una ensalada ligera y una cerveza fría siempre funcionan. Pero lo que muchos no saben es que si aciertas con la pareja, la experiencia pasa de agradable a inolvidable. Y no se necesita más que una mesa al sol y ganas de disfrutar.

Eso sí, para que todo funcione de verdad hay algunos detalles importantes. La cerveza tiene que estar a la temperatura adecuada, no helada de congelador que anula todos los sabores, y siempre, siempre, servida con su espuma. Esa capa blanca no es decoración, sino que libera compuestos aromáticos, ayuda a limpiar el paladar y es una barrera contra la oxidación. En el caso de las cervezas de trigo alemanas, además, esa turbidez que a algunos todavía les genera sospecha, viene en parte de la levadura en suspensión. No hay que dejarla en la botella: hay que servirla entera, y disfrutar en todo su esplendor de esas notas a clavo, plátano y esa sensación de que el verano puede durar para siempre.

Ahora sí, vamos con los maridajes. Hay ensaladas clásicas que se repiten en bares, chiringuitos y hogares desde Murcia hasta Galicia. La idea no es intentar elegir la mejor cerveza, sino una que potencie la experiencia. Como cuando una ensalada tiene el aliño justo: no tapa, acompaña. Aquí presentamos algunas opciones.

Ensalada clásica y una Blonde belga

Si la ensalada tiene como ingredientes un buen tomate, cebolla, atún, aceitunas negras y huevo duro, la cerveza ideal es una Blonde belga, como la de la cervecera Yakka. Esa malta suave, casi dulce, con notas que recuerdan a la pera o melocotón, equilibra el ligero perfil salado del plato sin competir. Tiene cuerpo suficiente para sostener al atún, y su carbonatación resalta los vegetales.

Con atún, una de trigo alemana

Si a la clásica de lechuga, tomate, cebolla y huevo, añadimos atún y, a veces, espárragos, tenemos una ensalada con acidez, frescura, y un toque umami. Por eso, le va perfecta una cerveza de trigo alemana como la de Bailandera, con una levadura que aporta clavo y plátano, que se cruzan con el tomate como una ensalada con especias exóticas. Además, el cuerpo medio y esa espuma firme ayudan a abrazar cada elemento del plato. Y si se sirve con todo el sedimento, como suele hacerse al estilo alemán, gana una capa extra de aroma y textura.

Caprese con IPA

¿Qué pasa con la famosa ensalada de mozzarella, tomate y albahaca? La caprese es un bocado jugoso, con un equilibrio entre la acidez del tomate y el queso, que se disfruta más con una IPA americana como la IPA 4 de DouGall’s: de perfil moderno, afrutado, sin exceso de amargor. El lúpulo potencia la albahaca, sus notas tropicales se funden con el tomate, y la carbonatación limpia la boca.

Con pepinillos, una lager alemana

Ahora, una vuelta más creativa: una ensalada con pepinillos y queso semicurado, de esas que se sirven de tapa en algunos bares. Aquí hay vinagre, grasa, lácteos y textura crujiente. ¿Y si sumamos una tradicional Schlenkerla Rauchbier, esa lager alemana con toques de ahumado? La conexión es inesperada, pero deliciosa. El queso y el humo se potencian, el pepinillo corta, y la cerveza aporta un final seco que invita a otro bocado. Como si le hubieras puesto jamón ahumado al plato.

Pipirrana y una cerveza de estilo Gose

Una pipirrana tan típica de Andalucía con tomate, cebolla, pimiento, pepino, huevo duro y atún, cuenta con frescura, textura y un equilibrio muy sutil. Con una Paramour Gose de Espiga, con su salinidad leve, su punto ácido y su cuerpo suave, encuentra un espejo perfecto. Cada sorbo resalta un ingrediente distinto, y la ligera acidez de la Gose hace que todo brille más. Eso sí, hay que servirla bien fría pero no helada, y sin miedo a la espuma.

Ensaladilla rusa y Berliner Weisse

Patata, zanahoria, huevo duro, aceitunas, atún y mayonesa. Para una ensaladilla rusa cremosa, untuosa y con un equilibrio característico entre grasa y acidez suave, lo mejor es una cerveza que limpie. Una Berliner Weisse, como la de Cerveza Althania, con su acidez láctica, su cuerpo ligero y burbujeante, funciona como ese trago que te devuelve el apetito. Refresca, corta la densidad de la mayonesa y deja el paladar listo para otro bocado. Además, como tiene menos alcohol, es ideal para el aperitivo.

La clave de todos estos maridajes no es que la cerveza “maride con todo”, sino que sume. Que esté bien servida. Que no tape ningún ingrediente. Que se disfrute entre bocado y bocado, y combinando con agua fría para hidratar. También ayuda tener pan blanco al lado, algo que suaviza el impacto del vinagre o la salmuera.

Una ensalada puede parecer simple. Una cerveza también. Pero juntas, con intención, bien elegidas, y servidas como corresponde, hacen que ese mediodía en la terraza tenga otra textura. Otra historia.

No es alta cocina. No es una cata técnica. Es verano y ganas de disfrutar. Y ahí, entre plato y vaso, puede aparecer algo que no se esperaba: una experiencia que se queda. Como la espuma que baja lenta, pero deja huella.