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EL COMIDISTA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los límites de la mejor croqueta: ¿debe parar el circo de los concursos gastronómicos?

Los incontables certámenes de hamburguesas, ensaladillas, pizzas o pinchos son una plaga en la gastronomía contemporánea… aunque todos ganan con ellos

Javier Sanz y Juan Sahuquillo
Mikel López Iturriaga

En los últimos años, la gastronomía viene sufriendo los azotes de muchas lacras, de la maduración de las carnes para convertirlas en el cuerpo incorrupto de san Isidro a la sobreexplotación hasta el empacho de la burrata, pasando por la omnipresencia de la torrija caramelizada de brioche, los tartares de todo lo tartareable o las vinagretas / salsas / postres de yuzu con olor a Ajax Pino. Sin embargo, existe una plaga que no es un producto ni una preparación, cuya capacidad para estomagar comienza a superar a todas las anteriores: los concursos de la mejor (inserte aquí cualquier plato popular de gran éxito).

La mejor pizza. La mejor hamburguesa. La mejor ensaladilla. Las mejores croquetas. De España. De Madrid. De Barcelona. De Murcia. De Navamorcuende de Valdecarábanos, que no existe, pero si existiera tendría también sus tres o cuatro competiciones. Pensábamos que no podría haber nada más cansino que los días mundiales de cosas comestibles, que hay varios cada 24 horas, pero tenemos una legión de cocineros, bares y restaurantes luchando por alzarse con un título que les ponga en el mapa del buen comer.

Examinemos por un momento la maquinaria de los concursos, un triángulo de beneficio equilátero con tres vértices: los negocios hosteleros participantes, las marcas patrocinadoras y los medios de comunicación. Los primeros logran visibilidad y, si se llevan el gato al agua, una subida importante de la facturación: todo el mundo quiere probar el mejor de lo que sea. Los patrocinadores también consiguen presencia, y si además producen o distribuyen ingredientes del plato, jugada perfecta: el ganador casualmente llevará su jamón, su carne o su mayonesa, y estará así de buena porque se hizo con él o ella.

¿Qué nos llevamos los medios? Pues un contenido jugoso que grita a los cuatro vientos “clícame”. Una pieza informativa que no exige pensar demasiado, fácil de resolver sin grandes esfuerzos, perfecta para ser difundida en redes sociales y firme candidata a entrar en la lista de artículos más vistos. No quieras arruinarnos la fiesta preguntándonos por las pegas de algunos de estos concursos (criterios de selección dudosos, amiguismos y conflictos de intereses en los jurados, falta de rigor en los procedimientos), ni nos pidas que indaguemos sobre los intereses a los que obedecen: el periodismo está como está, y con sobrevivir ya tenemos bastante.

Si nos ponemos positivas, debemos reconocer que algunos de estos certámenes ponen el foco en establecimientos que lo merecen. Premios como el del panettone de Tonatiuh Cortés en Barcelona o la tortilla de patatas de O Cabo en A Coruña, por poner solo dos ejemplos, reconocen un excelente trabajo y consiguen que muchas personas se enteren de la existencia de negocios pequeños sin grandes presupuestos para marketing o publicidad.

El panettone de Tonatiuh Cortés.

Aun así, cabe preguntarse si la loca carrera por encontrar al número uno en todo tiene sentido, y esto aplica igual a las muy discutibles listas de mejores bares y restaurantes, que gustan más que un baptisterio romano en el mundillo gourmet. Si lo pensamos bien, es como buscar el mejor grano de arena en una playa. Existen incontables lugares donde comer e infinitas hamburguesas, torrijas o tartas de queso, y que un grupo de señores elijan sus favoritas entre unos pocas preseleccionadas no debería llevarnos a conclusiones demasiado rotundas.

Sospecho además que debajo de esta fiebre subyace algo intrínsecamente neoliberal: la necesidad de competir sin descanso, de medir tu éxito no tanto en función de hacer las cosas bien o mal, sino de ser más que el de al lado. De vivir, en definitiva, consumidos por la ambición bajo la coartada de la “creatividad”. El sueño capitalista genera monstruos, y no hay más que darse una vuelta por algún concurso de pinchos o tapas de cualquier localidad española para comprobarlo: los habituales montajes churriguerescos de “comida en miniatura”, monumentales gastrocursiladas que te hacen suspirar por una simple banderilla, son la demostración incontestable de que la búsqueda de lo mejor no siempre nos lleva a lo bueno.

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Sobre la firma

Mikel López Iturriaga
Director de El Comidista, web gastronómica en la que publica artículos, recetas y vídeos desde 2010. Ha trabajado como periodista en EL PAÍS, Ya.com o ADN y colaborado en programas de radio como 'Hoy por hoy' (Cadena Ser), 'Las tardes de RNE' y 'Gente despierta'. En televisión presentó programas como El Comidista TV (laSexta) o Banana split (La 2).
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