Ingenieros agrónomos, agujas en un pajar
A pesar de las vacantes sin cubrir y su papel para paliar los efectos del cambio climático en el campo, la desinformación sobre este grado socava las matriculaciones


En un planeta atenazado por la crisis climática, la seguridad alimentaria y la gestión de los recursos naturales, las amenazas se multiplican y exigen soluciones concretas para solventar problemas globales. Estos retos complejos forman parte del día a día de la ingeniería agronómica, una profesión fundamental para afrontar algunos de los grandes desafíos del siglo XXI que, sin embargo, es una gran desconocida entre los jóvenes cuando llega el momento de elegir su camino académico y laboral.
De las aulas españolas salen cada año entre 300 y 600 ingenieros agrónomos y su incorporación al mundo laboral es casi inmediata, porque apenas hay desempleo. De hecho, muchos estudiantes ya reciben ofertas antes de finalizar sus estudios. Para dedicarse a ello es necesario cursar un grado y, posteriormente, un máster en ingeniería agronómica, que es el que habilita para el ejercicio de la profesión.
Empresas del sector agroalimentario, consultorías medioambientales, cooperativas, entidades públicas o instituciones dedicadas a proyectos internacionales pugnan por hacerse con los servicios de estos profesionales cuando aún están en plena formación. Pese a todo, algo falla. Hay miles de puestos de trabajo sin cubrir porque faltan expertos en agronomía y las matriculaciones han caído en los últimos años. Por ejemplo, en las últimas convocatorias de oposiciones al Cuerpo de Ingenieros Agrónomos del Estado apenas se ha cubierto entre un tercio y la mitad de las plazas convocadas.
“Existe una percepción de la sociedad muy limitada con lo que representa esta ingeniería”, lamenta la directora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural de la Universitat Politècnica de València (UPV), Constanza Rubio. En el imaginario colectivo se asocia esta disciplina al trabajo plenamente agrícola, rodeado de tractores y máquinas cosechadoras en el campo, cuando la realidad es bien diferente.
Esta ingeniería abarca un espectro amplísimo de actividades. Rubio enumera algunas de ellas: biotecnología, digitalización agraria, innovación alimentaria, adaptación al cambio climático y economía circular, entre otras. “Se trata de un perfil técnico muy versátil que se caracteriza por su capacidad de gestión y su compromiso con la sostenibilidad”, añade.
La tecnificación del tomate
Incide en esta idea el director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), José Manuel Palacios. Cuando alguien sube a un avión o utiliza un teléfono móvil, explica este experto, es consciente de la tecnología que hay detrás de esos aparatos. “Sin embargo, cuando uno bebe un vaso de leche o se come un tomate se olvida del desarrollo tecnológico en los procesos que se ocultan tras ese producto”, advierte.
El tema exige una reflexión seria, porque el acceso a los alimentos en un país como España se da por sentado, y quizá no se tiene en cuenta que existen numerosos factores, como el cambio climático, que pueden amenazar su desarrollo. “Seguir produciendo alimentos en condiciones extremas o de forma sostenible requiere ciencia e ingeniería”, insiste Palacios.
Las materias que se imparten en Ingeniería agronómica incluyen competencias relacionadas con disciplinas básicas —como Matemáticas, Física, Química, Biología o Geología— y asignaturas específicas vinculadas con los sistemas de producción vegetal y animal, ingeniería rural, tecnología alimentaria, gestión ambiental y economía agraria. De ahí que las salidas profesionales sean numerosas. Desde el desarrollo de maquinaria para la agricultura a la protección de cultivos, los fertilizantes y productos fitosanitarios, la nutrición animal, las semillas y obtención de variedades vegetales, las construcciones agroindustriales y el procesamiento y envasado de alimentos, por citar algunos ejemplos, necesitan incorporar este perfil de ingenieros a sus plantillas. También las empresas de consultoría técnica, las compañías de certificación de calidad, la administración pública, institutos de I+D+i…
Desde la UPM reconocen que es vital esforzarse para atraer vocaciones. “No se ha sabido transmitir de forma correcta a los estudiantes en qué consiste esta carrera y la importancia que tiene hoy en día y, sobre todo, que tendrá en el futuro”. En los estudios de grado y máster se imparten conocimientos de agricultura de precisión, con la utilización de drones, satélites, big data, programación, mejora genética…
“Hay que cambiar el relato y romper estereotipos. Debemos mostrar esta ingeniería como lo que realmente es: moderna, transversal, transformadora”, señala el presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Agrónomos (CGCOIA), Bartolomé Segura. Y prosigue: “A nadie le parece fascinante gestionar estiércol, pero sí diseñar una planta que transforma subproductos orgánicos en energía limpia”. Porque precisamente eso es a lo que se dedican estos especialistas que se mueven entre laboratorios, plantas industriales, centros de innovación, oficinas de proyectos y campos de ensayo.
“Trabajamos con IA [inteligencia artificial], sensores, digitalización, automatización, robótica, biotecnología... Y lo hacemos sobre sistemas vivos, lo cual es apasionante”, sostiene Segura, quien define a estos profesionales como “ingenieros de lo invisible”. “Una planta de biogás no es algo que la gente frecuente. Un sistema de riego está enterrado. Una balsa de acumulación está integrada en el paisaje. Nuestro trabajo es discreto, ocurre en el día a día sin hacer ruido”, resume el presidente del CGCOIA.
El poder agroalimentario
El principal destino profesional de los ingenieros agrónomos es el sector agroalimentario, un pilar esencial de la economía española: aporta alrededor del 10% del PIB, es una de las principales actividades exportadoras y la primera industria del país en términos de empleo y capilaridad territorial. Las previsiones, además, vaticinan que en los próximos años se crearán miles de puestos de trabajo, por lo que la demanda mantendrá su crecimiento.
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