Costes, prestigio y empleo: claves para escoger universidad
Decantarse entre una institución pública o una privada, al margen del debate político, es una cuestión de números y expectativas. Con la nota de corte en la mano, que condiciona la elección de carrera y facultad, el alumnado debe valorar precios de matrícula, nivel del profesorado y del equipamiento, así como la tasa de empleabilidad del centro


Una de las grandes razones por la que los jóvenes se matriculan en una Universidad privada es que no les dé la nota para cursar el grado que desean en una pública. La incursión en la base de datos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades hecha por el catedrático Juan Hernández Armenteros, especialista en financiación universitaria, refuerza la hipótesis. El problema se intuye comprobando las incompletas estadísticas de nota de acceso (solo figuran las de las universidades públicas). En Medicina —un caso paradigmático, por su alta demanda—, el 94,7% del alumnado de la pública entró con una media de entre 12 y 14; el 2,1% osciló entre el 10 y el 12. La pregunta es de cajón: ¿dónde estudian Medicina los alumnos, excelentes, de 9, 10 u 11? En la privada, “siempre que puedan permitírselo económicamente”, matiza el experto.
A su juicio, la situación debería corregirse con urgencia, puesto que vulnera el principio de igualdad de acceso. “Tengo dos alumnos con un 11,50 que quieren hacer Medicina. La familia de uno puede pagar una privada; la del otro, no. Uno será médico; el otro, no”, compara. Pide medidas para homologar las condiciones de acceso a carreras con mucha presión —se ha planteado la posibilidad de fijar la misma nota de corte en todo el sistema y becar a quien la obtenga y no pueda costearse una plaza en la privada, pero es un tema complejo—, así como cerrarle la puerta a que las universidades paguen por las prácticas curriculares —las que dan créditos— de sus alumnos, algo que les permite desdoblar grupos y aumentar la oferta.
Pero el mar de fondo es que el sistema público llega hasta donde puede con la financiación que recibe. “Es una cuestión de oferta limitada a la capacidad de financiación”, indica Joaquín Aldás, investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). El catedrático de Comercialización e Investigación de Mercados de la Universitat de València (UV) recuerda que el sistema público no ofrece más plazas porque no solo se dedica a la docencia, sino que hace investigación. “Tenemos como misión la docencia, la investigación y la transferencia. Publicamos alrededor de 10.000 artículos científicos al año”, remacha Pilar Delgado, vicerrectora de Política Académica de la Universidad de Barcelona (UB).
Cuidar la personalización
“En 2023, el conjunto de las privadas solo se llevó el 9% de los recursos captados para hacer investigación, a pesar de que son la mitad de las universidades del país”, desvela Aldás. En los U-Ranking —clasificación creada por Fundación BBVA y el Ivie para analizar el funcionamiento de las universidades españolas— aparecen a partir de la mitad de la tabla en investigación, pero mucho mejor situadas en cuanto a docencia. “Si nos fijamos en los indicadores de tasa de éxito y abandono, las privadas obtienen mejores indicadores que las públicas”, observa Aldás. Lo achaca a que, en general, tienen menos tamaño, y a la importancia que confieren a la personalización y el cuidado de sus estudiantes.
“Entendemos la personalización no como un currículo a medida de cada alumno sino como la atención individual que nos permite conocer su realidad y sus aspiraciones”, concreta Dolores Carrillo, vicerrectora de Relaciones Institucionales, Organización y Secretaría General de la Universidad Pontificia Comillas. “Los profesores de la pública establecen sus competencias y forman, pero no van a ir haciendo un seguimiento personal”, concede Aldás, que comprende que a los universitarios se les supone un mayor grado de madurez e independencia para organizarse y repartir su tiempo de estudio. Con todo, piensa que se debería prestar una mayor atención a los riesgos de abandono y fracaso académico. “Hay aplicaciones de inteligencia artificial que predicen esas amenazas”, sugiere.

Carrillo estima que las principales motivaciones para matricularse en Comillas son la calidad de la formación, la empleabilidad, el espíritu innovador y su capacidad de internacionalización para que sus egresados puedan moverse en un mundo globalizado. “Creemos en una formación adaptada a la experiencia profesional, no a la carta del mercado, porque entonces no sería de calidad”, matiza. “Los grados en otros países son más especializados; los nuestros, más generalistas, permiten una visión más global”, aduce. Sostiene que formar en habilidades blandas está muy bien, pero siempre que estén garantizadas las competencias técnicas. Y que el networking (red de contactos) que su institución ha sido capaz de tejer posibilita al alumnado estar cerca de lo que necesita la sociedad.
Aptitud global
“Según nuestras encuestas, un 70% de los estudiantes vienen atraídos por la diversidad de nuestros campus, que permiten vivir una experiencia universitaria muy global”, señala Mar Hurtado de Mendoza, vicepresidenta de IE University. Precisamente esa vocación de globalidad, con toda la heterogeneidad de sistemas educativos de procedencia que abraza, es la razón por la que realiza una prueba de acceso propia, apunta. Mira los expedientes académicos completos, la PAU (prueba de acceso a la universidad) en el caso de los españoles, y luego somete a los candidatos a un “proceso de admisión holístico” en el que hay pruebas de personalidad, de escritura y comunicación, de entrega de portafolio en el caso de arquitectura, y un examen extra de Matemáticas para estudios de carácter más técnico. “Intentamos valorar el potencial de cada aspirante”, resume.
Los criterios de admisión propios son una constante en las universidades privadas frente al acceso vía PAU, con sus correspondientes notas de corte, de los centros públicos. En algunas son rigurosos y exigentes; en otras, “irreales”, en palabras de Aldás. En su opinión, comparar el desempeño de los campus privados, como bloque, en este o cualquier otro ítem resulta complejo, por la disparidad del panorama. Él distingue, sin entrar a dar nombres, entre los de tipo A y B. Los primeros cuentan con una trayectoria y tienen prestigio. Los segundos son “un maremágnum” de calidad en algunos casos cuestionable, no equiparable en planteamientos ni en finalidades.
Consecuentemente, los precios difieren según los ejemplos recabados por el Ivie: ADE (Administración de Empresas) cuesta 25.000 euros al año en una privada tipo A, hiperespecializada en negocios; entre 10.000 y 15.000 en una con prestigio, no tan especializada, y entre 7.500 y 7.700 euros en una tipo B. Así, el coste de cursar Medicina oscila entre los 19.000 y los 21.000 euros al año, según informa el portal especializado en sanidad Redacción Médica.
Las públicas, por su parte, aplican tasas que varían según la comunidad autónoma en la que se encuentren, aunque sin demasiadas fluctuaciones. Según cálculos del Ivie, estudiar ADE supone entre 14-16 euros por crédito de primera matrícula (unos 800-900 euros al año). El costo de Medicina, por su mayor carácter experimental, sube a los 18-20 euros por crédito de primera matrícula; unos 1.000-1.200 euros al año (durante seis cursos). A estos precios más ajustados se suman las becas: las del ministerio —unos 1.200 millones de euros para 2024-2025, de los que aproximadamente el 94% se destinan a estudiantes de la pública, según la estimación de Hernández Armenteros—; las de las comunidades autónomas y las propias de cada universidad. “Somos un servicio público de enseñanza superior, y un ascensor social”, defiende Delgado.
La cuestión aspiracional
“En Comillas tenemos préstamos y una política de becas sin tope de cuantía para nuestros estudiantes con dificultades económicas”, incide Carrillo; acceden a las becas de excelencia de la Comunidad de Madrid, y a las de empresas colaboradoras. Algo parecido ocurre en IE University, cuenta Hurtado de Mendoza. “El 35% de nuestro alumnado se beneficia de algún tipo de beca”, asegura, aunque a las privadas acuden jóvenes de entornos más acomodados, según infiere Hernández Armenteros tras bucear en las estadísticas del ministerio: en el curso 2020-2021 (últimos datos disponibles), uno o los dos progenitores tenían ocupaciones altas en más del 63% de los casos. La tradición familiar como brújula. “Vienen de una trayectoria de colegios de pago y no tienen problemas de capacidad de renta o movilidad”, abunda.
Otra razón para optar por la privada es aspiracional, concluye Hernández Armenteros tras fijarse en ese 11,99% de estudiantes cuyos progenitores tienen, ambos, ocupaciones bajas, o no tienen ocupación. “Son familias que hacen un esfuerzo económico porque consideran que le están dando a sus hijos la mejor educación posible, y que los están ayudando a mejorar socialmente”, describe el experto. El networking es un activo importantísimo para las privadas, comenta Joaquín Aldás, del Ivie. En buena parte les viene de su propio alumnado, bien relacionado; las instituciones de clase A han sabido cuidarlas y tejerlas a lo largo de los años. Además, localizan sus centros en los territorios con las rentas más altas y las mayores concentraciones de empresas y negocios. Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao.

“Los dos sistemas están adaptándose para facilitar la inserción laboral; la diferencia estriba en la capacidad de una privada, que no tiene la pública, de elegir en qué títulos se mete”, asegura Aldás. Esto se ve muy bien en U-Ranking: la privada forma solo al 12% del alumnado que cursa estudios en los 10 campos con peores resultados en inserción laboral, mientras que un 20% de sus titulados se concentra en los cuatro campos de salud situados entre los 10 primeros puestos del ranking de empleabilidad; destaca especialmente el caso de Odontología, donde el 61% de los graduados procede de centros privados. Como excepción, y quizás por el alto coste de estos estudios, el porcentaje de titulados egresados de universidades privadas se reduce al 8% en las seis ingenierías con mejor inserción laboral.
Los números globales del U-Ranking revelan que, a los cuatro años de graduarse, los egresados de las universidades privadas superan en 12 puntos a los de las públicas en porcentaje de ocupados cuyos puestos de trabajo se ajustan a los estudios realizados (72,2% frente a 59,9%), y sus bases de cotización son un 12% más elevadas: 32.433 euros frente a 29.006 euros al año. Sin embargo, si se compara a graduados de la misma área de conocimiento, no se aprecian diferencias significativas en sus resultados de inserción. “El posicionamiento de las universidades privadas en los campos con mejor inserción no muestra ventajas o desventajas generalizadas frente a las públicas, pues el resultado depende de los campos de estudios”, insisten los investigadores.
Prácticas innovadoras
“En la UB tenemos un 90% de empleabilidad a los tres años en todas las titulaciones”, se enorgullece Delgado. Se entiende que por término medio, y que unas disciplinas tienen más salidas que otras. “Contamos con programas específicos que preparan a los estudiantes para que tengan mayores posibilidades laborales”, acota. Con una red de empresas e instituciones donde sus alumnos hacen las prácticas. Y, ligado a ello, con prácticas innovadoras, como la traslación de la formación dual —donde el aprendizaje se adquiere tanto en la Universidad como en un entorno laboral real— al espacio de educación superior.
María del Mar García Ulloa, de 24 años, siempre quiso estudiar Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Lo intentó en Granada, pero no entró, y actualmente cursa 4º de esta carrera en la Universidad de Almería. Está satisfecha. “Nunca tuve en mente una privada, no me lo podía permitir”, confiesa. Si finalmente se hubiera quedado sin plaza en la pública, se habría tenido que conformar con otro grado. Valora la formación y la calidad de las prácticas, en un IES: “Tuve un profesor tutor maravilloso”, ensalza. No tanto en el caso de las instalaciones. Su siguiente paso será el máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato (MAES). De nuevo optará por la pública. Si no le sale, trabajará para ahorrar dinero y hacer uno privado, y tiene claro que será online.
Garantías para la igualdad de oportunidades
El borrador de la reforma del decreto de 2021 sobre creación, reconocimiento y autorización de universidades plantea limitar nuevas creaciones, revocar la autorización a aquellas que no lleguen a los 4.500 alumnos en los cinco primeros años desde el inicio de su actividad, y obligar a todas a destinar un mínimo de su presupuesto a investigación. El Ejecutivo pretende así impedir que quede afectada la igualdad de oportunidades en el acceso a la formación superior de la población. En su preámbulo, el texto manifiesta que, en la última década, las universidades públicas apenas han visto crecer su matrícula de estudiantes en un 2%, mientras que las privadas lo han hecho en un 117%. En 2024 había en España 50 universidades públicas y 46 privadas, 27 de ellas creadas en los últimos 25 años. Desde inicios de 2025 hay seis más que están siendo analizadas por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, y “un número creciente de propuestas” presentadas en las comunidades autónomas, “y que próximamente serán remitidas al ministerio para la elaboración del informe preceptivo que se elevará a la Conferencia General de Política Universitaria”, según establece el citado borrador. Esta “eclosión de iniciativas” tiene como consecuencia que, en este curso 2024-2025, un 31% del los universitarios está pagando un precio privado por sus estudios; en los másteres la cifra alcanza el 51%; en los programas de doctorado baja “significativamente” al 8%.
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