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Un muerto por atropello y un descarrilamiento con seis heridos: la semana negra de los trenes de Cercanías en Madrid

Las incidencias y retrasos en la red estatal alimentan un nuevo choque entre la Administración central y la regional por la gestión del transporte público

Cercanías de Madrid

Lunes 27 de octubre: un tren de Cercanías descarrila en San Fernando de Henares (Madrid) y causa seis heridos leves, provocando de paso un atasco que llena durante días los andenes de pasajeros desesperados. Martes 28: alrededor de las 4.40 de la madrugada, un hombre de 57 años que no es trabajador de Renfe muere atropellado por un convoy de mercancías en una vía férrea ubicada en un polígono industrial de Getafe, lo que obliga a cortar esa parte de la línea C-3. Miércoles 29: el portavoz del gobierno regional, Miguel Ángel García Martín (PP), aprovecha el incidente del lunes para atacar al ministro de Transportes, Óscar Puente (PSOE). “Tiene bloqueado el transporte público en la región”, dice, echándole leña al fuego del choque entre las dos Administraciones. Porque si el gobierno central afea al regional lo que ocurre en el Metro, con sus caóticas horas puntas, el autonómico echa en cara al nacional su red de Cercanías, llena de incidencias. En medio, los viajeros, y la incertidumbre de cómo llegar al destino sin vivir una odisea.

“El servicio de Cercanías no está a la altura de lo que a nosotros nos gustaría, reconocemos que tiene que haber menos incidencias, pero no es el caos que se dibuja todos los días”, dice al teléfono Álvaro Fernández Heredia, presidente de Renfe, un reputado ingeniero especializado en movilidad sostenible que antes gestionó la Empresa Municipal de Transportes de la ciudad de Madrid, fue concejal capitalino de Más Madrid, y también responsable del transporte urbano en Valladolid. “Durante muchos años no se ha invertido en la red de Cercanías”, sigue. “Cuando ocurrió la crisis del 2008 se decidió recortar, y en Cercanías de Madrid se recortó en absolutamente todo, incluso en seguridad. Prácticamente no se hizo nada”, añade. “Por eso es indignante que los mismos que han provocado esta situación [en referencia al PP, que gobernó en España entre 2011 y 2018] sean los que ahora intentan aprovecharla para tapar sus miserias y atacar al otro. Son los culpables de esto”.

“Esto” son los retrasos: el cumplimiento horario de las Cercanías madrileñas fue del 70,7% en septiembre, según los últimos datos de la compañía. “Esto” también es la regularidad, que mide el cumplimiento de las frecuencias de paso de trenes, y está en un 85,6%. Y “esto” es la puntualidad: desde enero, el retraso medio de los trenes que no llegaron a tiempo superó siempre los diez minutos, aunque el retraso medio de todos los convoyes ha sido de alrededor de medio minuto. Un dato que queda en nada cuando la hora punta de la mañana es un cóctel en el que se mezclan la angustia de no saber si tocará un tren puntual o no; y el estrés de buscar alternativas si en la lotería de Cercanías toca un boleto perdedor.

Andrea Pérez vive en Torrejón de Ardoz y trabaja en Vicálvaro, en Madrid. El lunes fue una de las afectadas por el descarrilamiento. “Había muchísimas personas esperando en la estación de Vicálvaro para llegar a Torrejón o a Alcalá sin saber qué pasaba”, cuenta. El caso es que Pérez tardó dos horas en llegar a su casa a la salida del trabajo, cuando lo normal es que tarde 45 minutos. Su sorpresa fue que al día siguiente la situación, lejos de arreglarse, había empeorado. Y se repitió la historia.

Para otra viajera regular de la red de Cercanías, Pilar Sacramento, que usa específicamente las líneas C-3 y C-4, la red está “muy mal siempre”. Lo peor de las incidencias para ella es la poca información que se le da a los pasajeros. “Si lo sabes, dímelo desde el principio, pon a alguien en la puerta avisando a los pasajeros de que hay averías”, razona. “Yo he perdido hasta el AVE en una ocasión porque estuve esperando el Cercanías que nunca pasó”, lamenta. “Luego te vas a la taquilla y tampoco saben nada”.

Las dos pasajeras hablan en Atocha, uno de los puntos negros de la red. El otro, por la antigüedad de su sistema de señalización, es la línea C-5, que une Madrid capital (3,4 millones de habitantes) con Móstoles (214.000), Leganés (194.000), Fuenlabrada (190.000) o Alcorcón (175.000), lo que la convierte en la más utilizada de la región, y en la que transporta al 15% de los viajeros de toda la red de Cercanías nacional cada jornada. Una parte de la infraestructura que Renfe quiere modernizar... cuando las obras decididas por el Ayuntamiento de la capital para soterrar la A-5, que han llenado de viajeros sus trenes, lo permitan.

“El servicio está empezando a mejorar, se ha actuado a tiempo”, asegura Fernández Heredia sobre una red que no es cerrada, pues también se utiliza por compañías que transportan mercancías, lo que encadena a Cercanías con las incidencias de terceros. “Con la llegada de trenes nuevos a partir de 2026, las importantes inversiones en actuaciones como la de Atocha de este verano, o la de Chamartín, va a haber una mejora en el servicio que en poco tiempo va a ser notable”.

Pero para el PP de Madrid, el partido de Isabel Díaz Ayuso, la realidad es muy distinta. La formación conservadora retrata un sistema de transportes “impuntual, viejo y también, inseguro”. Es la consecuencia, denuncian, de ocho años de falta de inversiones por parte del gobierno central. El resultado, subrayan, de la estrategia diseñada por Pedro Sánchez, presidente del gobierno, para asfixiar Madrid. Una tesis que no reflejan los datos que ofrecen en Renfe y Adif.

Así, según Fernández Heredia, Renfe invirtió 150 millones de euros en Cercanías Madrid, y Adif 50, durante los gobiernos de Mariano Rajoy (PP). Con Sánchez, dice el responsable de la compañía, esas cifras se han disparado a 1.400 y 950 millones, respectivamente, en el mismo tiempo (siete años). Pero el terreno perdido, apunta, es mucho. Y recuperarlo, explica, lleva tiempo. Un tiempo que provoca momentos de angustia, estrés y furia entre unos pasajeros sometidos a una lluvia fina de incidencias, según los cálculos del Consorcio Regional de Transportes de Madrid (CRTM), una sociedad pública dependiente del gobierno de Ayuso, para retrasos de más de 20 minutos.

Así, según ese balance, en 2021 se registraron 447 incidencias. En 2022, 375. En 2023, 710. En 2024 se superó la barrera de las 1.000, para llegar a 1.017. Y en lo que llevamos de 2025 se han registrado 1.167.

Sin embargo, Renfe niega esos datos, que califica de “rotundamente falsos”. “Las incidencias de ese tipo han descendido un 10% en 2025 con respecto a 2024″, apunta un portavoz de la compañía. “Las incidencias que hayan provocado un retraso de 20 minutos en cualquiera de los más de 1.250 servicios diarios que se realizan en Cercanías Madrid son 616 hasta el mes de septiembre. Es decir, que no superan ni el 0,1%”, añade. Y remata: “Denunciamos que el CRTM publique frecuentemente cifras sobre incidencias en Renfe que son inventadas, al tiempo que no publica las cifras de incidencias de los operadores que dependen del CRTM como son Metro, EMT e Interurbanos”.

Montserrat Cepeda, Secretaria General del sindicato CGT Renfe y encargada de taquillas de la línea C-3 lleva 18 años trabajando en la compañía y asegura haber presenciado la degradación del servicio en este tiempo. Coincide en lo que denuncian muchos viajeros: demoras y trenes abarrotados. Y cuenta lo que hay, en su opinión, detrás: escasez en la plantilla, especialmente de maquinistas, poca experiencia de los nuevos trabajadores y falta de mantenimiento de la red en general.

Porque cuando se apaga el ruido del choque entre los políticos, solo queda una cosa: la preocupación de los ciudadanos que no saben si llegarán a tiempo a sus destinos cogiendo el Cercanías o el Metro.

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