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Tres planes para que Madrid te pille mirando al cielo

Del cine bajo las estrellas en la Castellana a una cena en un jardín palaciego y un chapuzón con vistas a la Gran Vía

La piscina del hotel Emperador en la Gran Vía. Foto cedida.
Lucía Franco

Agosto se escurre entre las manos y Madrid empieza a oler a cambio de ritmo. La vuelta al cole —literal o metafórica— asoma en el calendario, pero todavía quedan días para estirar el verano como quien apura el último sorbo de un cóctel. Es momento de mirar la ciudad con ojos de visitante y dejarse llevar por planes que, más que planes, son escapadas sin maleta.

Se puede empezar en el jardín del Rosewood Villa Magna, donde las noches de cine bajo las estrellas tienen butacas que son sillones y películas maridadas con su propio preparado. Se puede seguir en el Santo Mauro, cuyo jardín palaciego se convierte en comedor al aire libre y la cocina de Rafa Peña es la protagonista. Finalmente, por qué no terminar en la azotea del Hotel Emperador, con un chapuzón en la piscina que domina la Gran Vía.

Tres paradas para vivir Madrid mirando hacia arriba —a las estrellas, a las copas de los árboles o al horizonte desde un ático— antes de que septiembre nos baje otra vez a tierra.

Cine bajo las estrellas

En plena Castellana, donde el asfalto todavía guarda el calor de julio y las terrazas no conocen tregua, hay un jardín que, por la noche, se convierte en sala de cine. El Rosewood Villa Magna (Paseo de la castellana, 22) inaugura su propio ciclo bajo las estrellas. Lo hace del 30 de julio al 28 de agosto, de miércoles a domingo. No es un cine cualquiera: aquí la entrada incluye un sillón (36 euros) o un sofá doble (72 euros), un cóctel de bienvenida y palomitas para que el ritual sea completo.

Cine de verano en el Rosewood Villa Magna. Foto cedida.

Las proyecciones arrancan a las 22.00 horas, pero la experiencia empieza media hora antes, con un vaso en la mano y ese momento en el que las conversaciones se mezclan con la música suave del jardín. El cartel es un repaso sentimental a los clásicos que no se agotan: Pretty Woman, Algo pasa con Mary, Bohemian Rhapsody, Coco o The Greatest Showman. Y cada título tiene su pareja líquida: Algo pasa con St-Germain, Bohemian Negroni o The Greatest Almond.

El menú —dulce, salado y con opciones de refrescos o spritz— está pensado para acompañar la película mientras la pantalla brilla contra el fondo verde del jardín. A dos pasos del tráfico, una burbuja de luz y conversación que podría estar en cualquier patio mediterráneo.

En tiempos de sobremesas eternas y móviles encendidos, esta propuesta reclama lo básico: una buena historia, aire libre y un sitio cómodo para mirar las estrellas. Lo demás —cócteles incluidos— es un agradable extra.

Comida en un jardín idílico

En Chamberí, tras la fachada de un palacete del XIX, se esconde uno de esos jardines que parecen cambiar el pulso de Madrid. “Es un lugar para desconectar sin salir del centro”, dice Fernando Núñez, director general del Santo Mauro (Calle de Zurbano, 3). En verano, el restaurante La Biblioteca traslada allí sus mesas, como si la casa abriera las ventanas y dejara pasar la luz hasta el plato.

El jardín del Santo Mauro. Foto cedida.

La cocina, a cargo del chef Rafa Peña, se mueve entre la elegancia del entorno y un estilo más desenfadado. El lugar ha encontrado su público. “Muchos repiten, y nos recomiendan por la autenticidad y el entorno”, asegura Núñez. El boca a boca ha hecho que el jardín se convierta en parada habitual para madrileños y también para quienes llegan de fuera. Hay algo en la mezcla de sombra, silencio y servicio cercano que invita a quedarse más allá del postre.

Por la noche, las luces se encienden entre las ramas y el aire se enfría un poco. “El jardín cambia, se vuelve más íntimo”, cuenta el director. Mientras tanto, la ciudad sigue girando a pocos metros, ajena a este ritmo pausado que se cuela por las conversaciones y los pasos que vuelven a casa.

La mejor piscina de la Gran Vía

En la Gran Vía, justo cuando el asfalto empieza a brillar por el calor, hay un lugar donde todo parece ir más despacio: la azotea del Emperador (Gran Via, 53). “Es como un club de playa sin playa”, bromea alguien apoyado en la barandilla, copa en mano.

El Beach Club vive de día, con su solárium, las camas balinesas y ese sonido de chapoteo que, a estas alturas del año, vale más que el aire acondicionado. “Lo mejor es olvidarse de que estás en pleno centro; aquí el ruido es otro”, dice un cliente mientras el cielo empieza a ponerse naranja detrás de los edificios.

Cuando anochece, la piscina se apaga y se enciende la terraza. Empiezan las cenas, las conversaciones al borde, las fotos que intentan atrapar las luces de la Gran Vía. “Queremos que sea un punto de encuentro”, cuentan desde el equipo. Entre plato y plato, el cine de verano trae este año a Almodóvar: techos al aire, diálogos afilados y estrellas sobre la pantalla y en ella. Un rato ahí arriba y la Gran Vía deja de ser avenida y se convierte en telón de fondo.

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Sobre la firma

Lucía Franco
Es reportera de la sección de Madrid. Anteriormente trabajó en EL PAÍS Colombia y en El Confidencial. Es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Javeriana de Bogotá y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y EL PAÍS. Ha recibido el Premio APM al Periodista Joven del Año 2021.
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