Pilates, ‘crossfit’ o ‘fitness’: entrenar (y sudar) en julio también puede ser un planazo en Madrid

Ni la canícula frena a quienes entrenan por vocación, por estética, por puro hábito o por placer. En Madrid, el deporte en verano se puede practicar bajo techo, con aire acondicionado, luz natural y, a veces, hasta con vistas al skyline.

Esta semana, Madrid te enreda recomienda tres lugares donde sudar tiene algo de ritual urbano: Pinar Pilates, un estudio técnico y silencioso en el distrito de Salamanca; CrossFit La Catedral, una nave en Chamberí donde se entrena sin postureos; y Viding Castellana, el gimnasio con piscina panorámica, brunch saludable y yoga al atardecer. Endorfinas, pero con terraza.

Pilates técnico en grupos reducidos

En una calle tranquila del distrito de Salamanca, un estudio de pilates ha conseguido atraer a vecinos, visitantes de otras zonas de Madrid e incluso a extranjeros de paso. Pinar Pilates (en la calle del Pinar, 8) abrió con una idea clara: ofrecer un espacio “donde las personas pudieran desconectar del ritmo acelerado de la ciudad y reconectar consigo mismas a través del movimiento”. El método elegido es el reformer, una práctica que combina fuerza, control y alineación postural sobre máquinas de resistencia.

El centro dispone de clases todos los días desde las 7.30 hasta las 21.00 en grupos reducidos y con atención personalizada. “No trabajamos con programas genéricos ni sesiones masificadas. Cada clase se adapta al grupo”, explica el estudio. Entre los perfiles más habituales hay desde mujeres embarazadas hasta adultos mayores, personas en rehabilitación o atletas que buscan equilibrio muscular.

El precio de una clase suelta es de 30 euros, aunque tienen planes mensuales e ilimitados que reducen el coste por sesión. El establecimiento recomienda completar la experiencia con un paseo por el parque del Retiro o un desayuno en alguno de los cafés cercanos. Pilates, pero con recompensa.

CrossFit para todos en una nave escondida

En Chamberí, tras una fachada anodina que no deja intuir lo que hay dentro, funciona uno de los centros de entrenamiento más activos del distrito. CrossFit La Catedral (en la calle de Guzmán el Bueno, 36) abrió impulsado por un grupo de entrenadores que comparten la misma obsesión: convertir el deporte en una rutina accesible, técnica y, sobre todo, comunitaria. “Queríamos un sitio donde cualquier persona —sin importar edad o nivel físico— pudiera entrenar, sentirse bien y formar parte de un grupo”, explican.

El espacio cuenta con dos salas amplias equipadas para sesiones de fuerza, movilidad y acondicionamiento. Las clases, con aforo limitado, se imparten de lunes a domingo y cubren todo el día: desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche. También abren festivos. El objetivo es mantener un sistema adaptable: cada entrenador corrige posturas en tiempo real y modifica ejercicios según las capacidades de cada alumno. “La mayoría de quienes vienen no habían hecho deporte antes”, señalan.

El ambiente es parte del gancho. Sin campañas de publicidad ni promociones, el boca a boca ha bastado para llenar las clases más demandadas, sobre todo entre semana, a eso de las 18.00 y las 19.00. El precio medio mensual oscila entre 60 y 70 euros, en función de la frecuencia.

El gimnasio como club social

Frente a las Cuatro Torres, el nuevo ático de Viding Castellana (en la calle Fray Bernardino Sahagún, 1) podría pasar por la azotea de un hotel de lujo. Pero no lo es. Es la extensión más exclusiva de un centro deportivo de 11.000 metros cuadrados que ha decidido mezclar fitness, socialización y vistas al skyline madrileño. “Queríamos ofrecer algo más que entrenamiento: un lugar donde detenerse y reconectar consigo mismo desde las alturas de la ciudad”, resume José Javier Gordo, director de Márketing del centro.

La terraza panorámica, abierta desde finales de mayo hasta mediados de septiembre, incluye solárium, piscina, comedor interior y música ambiental programada. Los socios —únicos con acceso al espacio— pueden combinar sesiones de ciclo, pilates o boot camp con un chapuzón, un plato de temporada firmado por DoEat o una clase de yoga con luz dorada sobre Chamartín.

“No es solo un gimnasio, es una experiencia de bienestar integral”, aseguran. La superficie de máquinas supera los 1.000 metros cuadrados y se reparten tres niveles de membresía, con precios que oscilan entre los 87 y los 127 euros mensuales.