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tribuna
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La rebelión del vóley (y el ecuavóley) en Madrid

Nadie entiende los motivos de Almeida para acosar a la población que se reúne en los parques de la ciudad en torno a un deporte de equipo

Un partido de ecuavóley en Madrid, en el que familiares y amigos se reúnen para disfrutar de un día al aire libre.

En Madrid hace más de 20 años que se practica el vóley o ecuavóley ―es el mismo deporte, el voleibol, con dos acepciones que se corresponden con las comunidades que más lo practican― en los parques, plazas y algunas instalaciones deportivas básicas de la ciudad. Es un deporte popular, bueno para la salud, que combina el esfuerzo físico con la táctica de equipo y en el que participan tanto mujeres como hombres en un entorno festivo.

Pero esta actividad, muy popular entre la población que proviene de Hispanoamérica, es algo más que un deporte. Las tardes de los sábados y domingos son numerosas las familias que se reúnen en los parques madrileños en torno a este juego para pasar buenos ratos compartiendo vivencias con quienes conforman su comunidad más cercana. Son momentos en los que se intercambian noticias, abrazos y comentarios, así como estrategias para hacerse la vida más fácil; desde la noticia de un posible empleo a la recomendación para ir a una tienda de ropa con buenas ofertas.

Cuando los vemos reunidos en los días festivos recuerdan a la población de los barrios de la periferia en los años sesenta, setenta y ochenta. Años en los que acudíamos a los merenderos y a los parques a pasar las tardes del fin de semana para encontrarnos con la gente de nuestro pueblo, que nos daba cuenta de las noticias mientras intercambiábamos contactos, vivencias y recomendaciones.

Con el paso del tiempo aquella generación de madrileños fue abandonando los parques cambiándolos por los centros comerciales. Lugares donde la sociabilidad se tornó en individualismo y el tiempo de conversación se dedicó a la compra compulsiva.

En estos tiempos de tecnologías domésticas que encierran la soledad no deseada aún quedan barrios, como el es caso de Orcasitas, donde las vecinas y vecinos siguen sentándose en el parque a dialogar y tomar el fresco. También quedan espacios, como el vóley y el ecuavoley donde la comunidad latina tiene su encuentro comunitario semanal.

El Ayuntamiento de Madrid tiene al frente a un alcalde que no parece muy partidario de fomentar estos ámbitos de sociabilidad, lugares donde la vida comunitaria se impone al consumo desbocado. Quizás por ese motivo transforma plazas con arbolado y bancos donde poder sentarse en plazas duras armadas de cemento.

Quizá también por este motivo, en los últimos tiempos la policía municipal está hostigando a la población latina que se reúne en torno al vóley y ecuavóley. Irrumpen los fines de semana y esgrimiendo alguna ordenanza ad hoc, cortan las redes, imponen multas y arruinan el ocio festivo de familias enteras.

¿Qué motivos hay para desmantelar una opción de ocio comunitario en la que participan miles de familias? ¿A quién molesta que se juegue al vóley y al ecuavoley en los parques? ¿No hay asuntos de mayor gravedad y calado a los que debiera atender la policía municipal?

La indignación que produce a las familias comprobar que el Ayuntamiento de Madrid les está tratando como delincuentes es notable y han decidido unirse en torno a una reivindicación que ha comenzado en el parque de Pradolongo, pero que pretende llegar a todos los parques e instalaciones deportivas básicas de Madrid.

Tras reunirse en Asamblea en Orcasitas, han decidido movilizarse por el derecho al deporte. Qué mejor uso hay para un parque que el disfrute de familias enteras en torno a un deporte de equipo. Qué mejor forma hay de prevenir la delincuencia si no es con deporte y cotidianidad vecinal.

A veces se acusa a quienes se reúnen en torno al vóley y ecuavóley de no cumplir con los deberes cívicos en cuanto a limpieza. Puede haber algún caso, pero se trata de algo insignificante en comparación las actitudes de algunos jóvenes con alto poder adquisitivo en Ponzano y otras zonas de copas en las que no suele intervenir la policía.

Además, se podría evitar instalando urinarios en las proximidades y papeleras. En las ciudades más avanzadas de Europa existen urinarios públicos en los parques. El envejecimiento de la población y el mero uso, lo hacen inevitable. La mayoría de la población que está en torno al vóley y el ecuavóley está dispuesta a colaborar con sus deberes cívicos si se les da la oportunidad.

Nadie entiende los motivos de Almeida para acosar a la población que se reúne en los parques de la ciudad pero, que sepa que las vecinas y vecinos plantaremos cara pacífica y democráticamente a este atropello que ya empieza a ser conocido como “la rebelión” del vóley (y el ecuavóley) en Madrid.

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