La campaña con procesamiento a cuestas del candidato del PSOE en Extremadura
Lastrado por el caso del hermano de Pedro Sánchez, Miguel Ángel Gallardo evita las polémicas nacionales y reivindica su perfil de experimentado gestor


Si un enemigo hubiera diseñado el punto de partida en el camino hacia las elecciones del 21 de diciembre de Miguel Ángel Gallardo, difícilmente le habría puesto las cosas más difíciles. Procesado —él defiende su inocencia— por su papel como presidente de la Diputación de Badajoz en las supuestas irregularidades en la contratación del hermano de Pedro Sánchez, acusado —él lo niega— de haberse convertido en diputado en la Asamblea regional en mayo pasado para estar aforado, el candidato del PSOE a la presidencia de la Junta de Extremadura se encuentra con que una de las noticias que copan las portadas en el primer domingo de la campaña del 21-D es la gestión de su partido del caso Salazar, que afecta a su credibilidad sobre todo ante el electorado femenino, clave para los socialistas. Así que no parece haber golpe de viento que favorezca las aspiraciones de Gallardo, al que las encuestas le pronostican el peor resultado histórico de los socialistas en la comunidad.
¿Cómo se hace una campaña en esas circunstancias? “Hablando de las cosas que importan a los extremeños, no dejando que los utilicen como conejillos de indias para asuntos que no tienen nada que ver con esta tierra, que es lo que hacen el PP y Vox”, responde en conversación con EL PAÍS frente a un refresco en una cafetería junto al recinto ferial de Zafra, donde acudió este domingo a un mercadillo a seguir el guion al que lleva ceñido desde que la presidenta extremeña, María Guardiola, pulsó el botón electoral: reivindicar su perfil de gestor experimentado, con más de veinte años como alcalde de Villanueva de la Serena (Badajoz, 26.000 habitantes) y diez como presidente de la Diputación; evitar las polémicas importadas de “Madrid” —también, hasta donde es posible, el caso del hermano de Pedro Sánchez, inevitable en cualquier entrevista y del que tampoco rehúye si se le pregunta—; y no abusar del recurso del miedo a Vox, porque podría tener el efecto colateral de un voto útil hacia Guardiola, la candidata del Partido Popular. “Apelar al miedo a Vox en Extremadura es absurdo. Guardiola ya los metió en el Gobierno. Y si salieron es porque quiso Vox, no porque quisiera el PP. Los dos partidos son lo mismo, solo que el PP tiene una cara que parece más amable. Nosotros somos el dique no contra una, sino contra las dos derechas”, asegura Gallardo.

Una legión de alcaldes
Con la necesidad de guardar todos estos equilibrios a cuestas, Gallardo se encontraba este domingo en un canutazo ante los medios en un mercadillo en Zafra (Badajoz, 16.700 habitantes) hablando de licitaciones de carreteras y autovías libres de peajes. Su lenguaje tiende a lo técnico, a veces rozando lo administrativo. Su mensaje más beligerante radica en que Guardiola es, en lo referente a la gestión de servicios públicos, una seguidora del “modelo Ayuso”, como proclama ante los medios. Si hay politólogos y estrategas que dicen que las campañas de hoy se nutren sobre todo de grandes relatos épicos, mensajes polarizantes, zascas y golpes de efecto, es que no conocen a Gallardo, de 51 años, que presenta como aval de sus años como alcalde el haber hecho una gestión por la que lo votaba también “gente de derechas”. “Siempre lo he dicho: hay que gobernar para todos”, afirma.
Con una valoración de 3,68 en el CIS sobre Extremadura —por debajo de Guardiola (5,63) y de la candidata de Unidas por Extremadura, Irene de Miguel (4,1), y solo 8 centésimas por encima del candidato de Vox, Óscar Fernández—, Gallardo disfruta en cambio de algunos activos que sus rivales no tienen. Su partido, con casi 10.000 militantes en Extremadura, salió de las últimas elecciones municipales con 211 alcaldías, frente a 139 del PP. Además, gobierna las dos Diputaciones, Cáceres y Badajoz. ¿Y el Gobierno de España? ¿Le suma o le resta? Responde sin dudar que suma, antes de presumir de las cifras de inversión del Ejecutivo central en Extremadura y de recordar que medidas como las subidas del salario mínimo y de las pensiones tienen un impacto especialmente marcado en su comunidad.
El presidente Sánchez tiene previsto acudir dos veces a hacer campaña, según el equipo de Gallardo. Una, a Cáceres el próximo domingo; otra, el último día, el viernes 19, a Villanueva de la Serena, el pueblo casi ciudad donde el candidato nació y fue un alcalde de probada fuerza electoral. Gallardo contará también con la presencia, en principio este martes, del ministro de Economía, el extremeño Carlos Cuerpo, junto al que mantendrá un encuentro con empresarios.
Así está estructurada la campaña de Gallardo: abundantes encuentros con colectivos, a los que presenta propuestas concretas, plasmadas en su programa. Nada tiene un aire personalista. El logo del PSOE siempre está bien a la vista, conscientes como son todos en su equipo de que el partido, aunque lejos de sus mejores tiempos, mantiene un tirón que hay que aprovechar. Esta semana se hará público un vídeo tratando de hacer más accesible y próximo al candidato, pero en una era pródiga en campañas que exaltan al candidato por encima de todo, esta no lo es.

Autocrítica
Entre puestos de aceitunas machadas a 4,95 euros y babuchas de andar por casa, a 4,99, Gallardo camina por el mercadillo de Zafra, en el recinto ferial, rodeado de militantes, repartiendo rosas y trocitos de turrón envueltos en un mensaje: “Para que el PP vuelva a casa por Navidad”. No es un ídolo de masas, pero recibe muestras de afecto y alguna señora le dice que arriba el ánimo. No tiene ningún encontronazo ni se encuentra con ningún comentario destemplado a su paso por los puestos. Con el ambiente caldeado por la antipolítica, no es poca cosa.
“Han intentado deshumanizarme”, lamenta a este periódico, frente a su refresco, en referencia a las acusaciones vertidas contra él por el PP y Vox a raíz de su imputación primero y su procesamiento después. Se muestra convencido de su absolución en el juicio que empezará en mayo. Es enfático en este punto: “No hay nada”. Y se pregunta quién reparará el daño político hecho cuando así se demuestre.
Gallardo reconoce que midió mal al entrar en la Asamblea, porque se interpretó que buscaba aforarse, cosa que él niega. “Indiscutiblemente, nos equivocamos. Cuando lo que haces no lo entiende nadie es que te has equivocado”, señala, aunque insiste en que su único propósito fue estar en el parlamento porque es la mejor plataforma para explicar su “alternativa” a María Guardiola. Fue “ingenuo”, afirma, al no calibrar las consecuencias de una maniobra que le ha “perjudicado”. En cuanto al caso Salazar, admite que “hace daño” al PSOE, aunque defiende que el suyo es “el partido del feminismo”. “Nos exigimos a nosotros mismos más que nadie”, afirma el secretario general del PSOE de Extremadura.
A pesar de los datos demoscópicos en contra, Gallardo insiste en que nada está escrito y afirma que sacará “un buen resultado”. ¿Qué es un buen resultado? “Ganar”, responde. Sería una sorpresa monumental que el PSOE fuera el partido más votado. Si en 2023 el partido rozó el 40%, ahora el CIS le pronostica un 31,6%. Pero es campaña electoral, y en campaña incluso los candidatos menos dados a la grandilocuencia tiran por lo alto.
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