Ir al contenido
_
_
_
_
patronales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una patronal huérfana

Desde la desaparición de CiU, Foment fía sus propuestas a un Junts carente de poder en Cataluña, mientras espera que el PSC abandone a sus socios de izquierda

Francesc Valls

Foment del Treball vive con cierta angustia los vaivenes de la política española y catalana. Vista en Madrid como sospechosa de separatismo, la patronal carece en Cataluña del abrigo que encontró durante el largo mandato pujolista. Los herederos de Junts per Catalunya son un partido inmaduro y con escaso poder. El PSC —que ostenta el Gobierno de la Generalitat— no asume actualmente la hoja de ruta de la patronal. Foment valora la estabilidad que Salvador Illa ha proporcionado a la política catalana, pero le gustaría que se deshiciera de sus socios de ERC y Comunes y se moderase pactando con Junts. Un mundo feliz para la patronal sería, por ejemplo, que el PSC y también el PSOE se opusieran, como los de Puigdemont han hecho, a la reducción de la jornada laboral, vetaran los impuestos a las energéticas, eliminaran sucesiones y bajaran la presión fiscal. Con la entente con Junts se produciría la situación próxima a la de los viejos tiempos. En la nostalgia patronal pesa, tal vez, la trayectoria del actual presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, durante 23 años diputado de CiU en Madrid y de ahí su sambenito de nacionalista. A buen seguro que el dirigente patronal echa de menos los años en que la vieja Convergència —junto al PNV— tenía la llave maestra de la gobernabilidad en el Congreso. El PP o el PSC eran entonces colaboradores necesarios para las mayorías de Pujol en el Parlament. Y desde luego, los intereses de los empresarios catalanes estaban representados, aquí y en Madrid, por CiU. Ahora, a la patronal no le queda más remedio que lidiar con lo que hay.

En Cataluña, el procés destrozó el viejo mundo de Foment. Desapareció CiU y la patronal tuvo que pedir al Gobierno del PP el decreto para el traslado de sedes sociales de empresas. Era por seguridad jurídica. Y ahora, cuando los ánimos se han serenado y poco a poco vuelven las empresas, la mayoría política existente no es del gusto de la patronal. Por un lado, Foment trata de acordar con Junts los grandes temas económicos (que vota con el PP y Vox), mientras, por otro, desea inútilmente que tanto el PSC como el PSOE se deshagan de sus aliados de izquierda.

Con su visita reciente a Barcelona, Alberto Núñez Feijóo confiaba en la buena química de Foment con Puigdemont para tumbar al Gobierno central. Pero es difícil que Junts se sume a mociones de censura instrumentales con un PP que reprimió con dureza al independentismo, se opone a la amnistía y solo suma con una extrema derecha que quiere ilegalizar al nacionalismo periférico. De hecho, el 42% de los votantes de Puigdemont prefiere a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. La patronal, por su parte, también recela de un Ejecutivo con la ultraderecha, pues amenazaría la estabilidad social alcanzada en Cataluña. Feijóo, no obstante, intentó la carambola. Vino a Barcelona a intentar sacar rédito de viejos favores.

Recientemente los de Puigdemont solo han fallado a Foment absteniéndose ante la prolongación de la vida de las centrales nucleares, un tema que Sánchez Llibre ha defendido con convicción por la necesidad estructural —asegura— de ese tipo de energía, aunque algunas malas lenguas apuntan a que puede ser en agradecimiento al trabajo que hicieron las eléctricas a la hora de enjugar los números rojos que anteriores mandatos habían dejado en las cuentas de la patronal. El PSOE, por su parte, no se cierra a nada, como muestra el regalo navideño a Foment y a Junts de la ley de multirreincidencia.

Pero la patronal catalana se siente huérfana desde la desaparición de CiU. Foment sintonizaba tanto con la formación de Pujol que le proporcionaba generosos óbolos en las campañas electorales. La diferencia es que CiU era fiable y Junts no sentará cabeza hasta el retorno de Puigdemont. Si, además, Aliança Catalana se come parte del pastel electoral, la sensación de orfandad seguirá viva.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Francesc Valls
Periodista desde los setenta en 'Mundo Diario' y 'Diario de Barcelona', aterrizó en EL PAIS en 1983, después de licenciarse en Historia y Ciencias de la Información. Trabajó en las áreas de enseñanza, religión –en épocas de San Juan Pablo II– o Quadern hasta que recaló para larga estancia en política catalana. Desde 2016, observador externo.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_